Evangelio de San Mateo
Capítulo
1
[1]
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. [2]
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá
y a sus hermanos, [3] Judá engendró a Farés y a Zara de
Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, [4]
Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró
a Salmón, [5] Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró
a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, [6] Jesé engendró al
rey David.
David
engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, [7] Salomón
engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, [8]
Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a
Ozías, [9] Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a
Acaz, Acaz engendró a Ezequías, [10] Ezequías engendró a
Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, [11]
Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a
Babilonia.
[12]
Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel,
Salatiel engendró a Zorobabel, [13] Zorobabel engendró a
Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, [14] Azor
engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, [15]
Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a
Jacob, [16] Jacob engendró a José, el esposo de María, de la
cual nació Jesús llamado Cristo.
[17]
Por tanto son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y
catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y
también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta
Cristo.
[18]
La generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre María
con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en
su seno por obra del Espíritu Santo.
[19]
José su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó
repudiarla en secreto. [20] Estando él considerando estas
cosas, he aquí que un ángel del Señor se la apareció en sueños y le
dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo
que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. [21]
Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará
a su pueblo de sus pecados.
[22]
Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por
medio del Profeta: [23] He aquí que la virgen concebirá y dará
a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa
Dios-con-nosotros.
[24]
Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y
recibió a su esposa. [25] Y, sin que la hubiera conocido, dio
ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.
Capítulo
2
[1]
Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos
llegaron de Oriente a Jerusalén [2] preguntando: ¿Dónde está
el Rey de los Judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente
y hemos venido a adorarle. [3] Al oír esto, el rey Herodes se
turbó, y con él toda Jerusalén. [4] Y, reuniendo a todos los
príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba
dónde había de nacer el Mesías. [5] En Belén de Judá, le
dijeron, pues así está escrito por medio del Profeta:
[6] Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la
menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo, Israel.
[7]
Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó
cuidadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; [8]
y les envió a Belén, diciéndoles: Id e informaos bien acerca del niño;
y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle. [9]
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la
estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta
pararse sobre el sitio donde estaba el niño. [10] Al ver la
estrella se llenaron de inmensa alegría. [11] Y entrando en la
casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron;
luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y
mirra. [12] Y, habiendo recibido en sueños aviso de no volver
a Herodes, regresaron a su país por otro camino.
Huida
a Egipto y muerte de los inocentes
[13]
Después que se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a
José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y
estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño
para matarlo. [14] El se levantó, tomó de noche al niño y a
su madre, y huyó a Egipto. [15] Allí permaneció hasta la
muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio
del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
[16]
Entonces Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en
extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su
comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente
había averiguado de los Magos. [17] Entonces se cumplió lo
dicho por medio del profeta Jeremías:
[18]
Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: Es Raquel que llora a
sus hijos, y no admite consuelo, porque ya no existen.
[19]
Muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en
Egipto, [20] y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre
y vete a la tierra de Israel; pues han muerto ya los que atentaban contra
la vida del niño. [21] Levantándose, tomó al niño y a su
madre y vino a la tierra de Israel. [22] Pero al oír que
Arquelao había sucedido a su padre Herodes en el trono de Judea, temió
ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. [23]
Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo
dicho por medio de los Profetas: Será llamado Nazareno.
PREPARACIÓN
Y COMIENZO DEL MINISTERIO PÚBLICO
Capítulo
3
[1]
En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de
Judea [2] y diciendo: Haced penitencia, porque está al llegar
el Reino de los Cielos.
[3]
Este es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo: Voz del que
clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
[4]
Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a
la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
[5]
Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán,
[6] y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando
sus pecados. [7] Como viese que venían a su bautismo muchos de
los fariseos y de los saduceos, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha
enseñado a huir de la ira que ha de venir? [8] Haced, pues,
frutos dignos de penitencia, [9] y no os justifiquéis
interiormente pensando: Tenemos por padre a Abrahán. Porque os aseguro
que Dios puede, aun de estas piedras, suscitar hijos de Abrahán. [10]
Mirad que el hacha está ya puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. [11]
Yo os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de
mí es más poderoso que yo; no soy digno ni de llevar sus sandalias. El
os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. [12] El tiene
en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el
granero; en cambio quemará la paja con fuego que no se apaga.
[13]
Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por
Juan. [14] Pero éste se le resistía diciendo: Soy yo quien
necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? [15]
Respondiendo Jesús le dijo: Déjame ahora, así es como debemos nosotros
cumplir toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. [16]
Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí
que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía
en forma de paloma y venía sobre él. [17] Y una voz del Cielo
que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.
Capítulo
4
[1]
Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser
tentado por el diablo. [2] Después de haber ayunado cuarenta días
con cuarenta noches, sintió hambre. [3] Y acercándose el
tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en panes. [4] El respondiendo dijo: Escrito está:
No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca
de Dios. [5] Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo
puso sobre el pináculo del Templo. [6] Y le dijo: Si eres Hijo
de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti
a sus ángeles, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu
pie contra alguna piedra.
[7]
Y le respondió Jesús: Escrito está también: No tentarás al Señor tu
Dios. [8] De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto, y
le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, [9] y le
dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras.
[10]
Entonces le respondió Jesús: Apártate Satanás, pues escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás y a El sólo darás culto. [11]
Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.
Predicación
en Galilea y vocación de los discípulos
[12]
Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. [13]
Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los
confines de Zabulón y Neftalí, [14] para que se cumpliera lo
dicho por medio del profeta Isaías: [15] Tierra de Zabulón y
tierra de Neftalí en el camino del mar, al otro lado del Jordán, la
Galilea de los gentiles, [16] el pueblo que yacía en tinieblas
ha visto una gran luz; para los que yacían en región y sombra de muerte
una luz ha amanecido. [17] Desde entonces comenzó Jesús a
predicar y a decir: Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de
los Cielos.
[18]
Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el
llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran
pescadores. Y les dijo: [19] Seguidme y os haré pescadores de
hombres. [20] Ellos, al instante, dejaron las redes y le
siguieron. [21] Pasando adelante, vio a otros dos hermanos,
Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su
padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. [22] Ellos,
al instante, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron. [23]
Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando
el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
[24]
Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían
mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos
y paralíticos, y los curaba. [25] Y le seguían grandes
multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del
Jordán.
SERMÓN
DE LA MONTAÑA
Capítulo
5
[1]
Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le
acercaron sus discípulos; [2] y abriendo su boca les enseñaba
diciendo:
[3]
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de
los Cielos. [4] Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados. [5] Bienaventurados los mansos, porque ellos
heredarán la tierra. [6] Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia, porque ellos serán saciados. [7]
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. [8] Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios. [9] Bienaventurados los pacíficos,
porque ellos serán llamados hijos de Dios. [10]
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. [11] Bienaventurados seréis
cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi
causa. [12] Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas
que os precedieron.
[13]
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué
se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente. [14]
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en
lo alto de un monte; [15] ni se enciende una luz para ponerla
debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a
todos los de la casa. [16] Alumbre así vuestra luz ante los
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los Cielos.
[17]
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a
abolirlos sino a darles su plenitud. [18] En verdad os digo que
mientras no pasen el Cielo y la tierra no pasará de la Ley ni la más
pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. [19] Así, el
que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños,
y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el
Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése
será grande en el Reino de los Cielos. [20] Os digo, pues, que
si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el Reino de los Cielos.
[21]
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será
reo de juicio. [22] Pero yo os digo: Todo el que se llene de
ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano «raca»
será reo ante el Sanedrín; el que le llame «renegado», será reo del
fuego del infierno. [23] Por tanto, si al llevar tu ofrenda al
altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, [24] deja
allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano,
y vuelve después para presentar tu ofrenda. [25] Ponte de
acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no
sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan
en la cárcel. [26] Te aseguro que no saldrás de allí hasta
que restituyas la última moneda.
[27]
Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. [28] Pero
yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido
adulterio en su corazón. [29] Si tu ojo derecho te
escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno
de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [30]
Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; porque más
te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea
arrojado al infierno.
[31]
Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, déle libelo de
repudio. [32] Pero yo os digo que todo el que repudie a su
mujer `fuera del caso de fornicación la expone a cometer adulterio, y el
que se una con la repudiada comete adulterio.
[33]
También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano,
sino que cumplirás tus juramentos al Señor. Pero yo os digo: [34]
No juréis en absoluto; ni por el Cielo, porque es el trono de Dios; [33]
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
porque es la ciudad del Gran Rey. [36] Tampoco jures por tu
cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. [37]
Sea, pues, vuestro modo de hablar: Sí, sí, o no, no. Lo que exceda de
esto, viene del Maligno.
[38]
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. [39]
Pero yo os digo: No repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien
te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. [40]
Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale
también la capa. [41] A quien te fuerce a andar una milla, ve
con él dos. [42] A quien te pida, dale; y no rehúyas al que
quiera de ti algo prestado.
[43]
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. [44]
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan,
[45] para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre
justos y pecadores. [46] Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
mérito tenéis? ¿Acaso no hacen eso también los publícanos? [47]
Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso
no hacen eso también los paganos? [48] Sed, pues, vosotros
perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.
Capítulo
6
[1]
Guardaos bien de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin
de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que
está en los Cielos.
[2]
Por tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas
en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser alabados por los
hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [3]
Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa
lo que hace tu derecha, [4] para que tu limosna quede en
oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
[5]
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar
puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para
exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su
recompensa. [6] Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar,
entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo
oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. [7]
Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran
que por su locuacidad van a ser escuchados. [8] No seáis,
pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad
antes de que se lo pidáis. [9] Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; [10]
venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. [11]
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; [12] y perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; [13]
y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. [14]
Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará
vuestro Padre Celestial. [15] Pero si no perdonáis a los
hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.
[16]
Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que
desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os
digo que ya recibieron su recompensa. [17] Tú, en cambio,
cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, [18] para
que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo
oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
[19]
No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los
corroen y donde los ladrones socavan y los roban. [20]
Amontonad en cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre
corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. [21] Porque
donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
[22]
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo
estará iluminado. [23] Pero si tu ojo es malicioso, todo tu
cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán
grande será la oscuridad.
[24]
Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y
amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al
segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.
[25]
Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni
por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida
que el alimento y el cuerpo que el vestido? [26] Fijaos en las
aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y
vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más
que ellas? [27] ¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede
añadir un solo codo a su edad? [28] Y acerca del vestir, ¿por
qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se
fatigan ni hilan, [29] y yo os digo que ni Salomón en toda su
gloria pudo vestirse como uno de ellos. [30] Si a la hierba del
campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto
más a vosotros, hombres de poca fe! [31] No andéis, pues,
preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué
nos vamos a vestir? [32] Por todas esas cosas se afanan los
paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis
necesitados.
[33]
Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se
os dará por añadidura. [34] Por tanto, no os preocupéis por
el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día
le basta su contrariedad.
Capítulo
7
[1]
No juzguéis y no seréis juzgados. [2] Porque con el juicio
con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os
medirá.
[3]
¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no adviertes la
viga que hay en el tuyo? [4] O ¿cómo vas a decir a tu
hermano: Deja que saque la mota de tu ojo, cuando tú tienes una viga en
el tuyo? [5] Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces podrás ver cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.
[6]
No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los
cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os
despedacen.
[7]
Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. [8]
Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que
llama se le abrirá. [9] O ¿quién hay entre vosotros, al que
si su hijo pide un pan le da una piedra? [10] ¿O si le pide un
pez le da una culebra? [11] Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está
en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?
[12]
Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también
vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas. [13]
Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino
que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. [14]
¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y
qué pocos son los que la encuentrán!
[15]
Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de
oveja, pero por dentro son lobos voraces. [16] Por sus frutos
los conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las
zarzas? [17] Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo
árbol malo da frutos malos. [18] Un árbol bueno no puede dar
frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. [19] Todo árbol
que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. [20] Por
tanto, por sus frutos los conoceréis.
[21]
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los
Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. [22]
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿pues no hemos
profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y hecho
prodigios en tu nombre? [23] Entonces yo les diré públicamente:
Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la
iniquidad.
[24]
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica,
es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: [25]
cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron
contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
[26]
Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es
como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: [27] cayó
la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra
aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina.
[28]
Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes
quedaron admiradas de su doctrina, [29] pues les enseñaba como
quien tiene potestad y no como los escribas.
LOS
MILAGROS DE JESÚS
Capítulo
8
[1]
Cuando bajó del monte le seguía una gran multitud. [2] En
esto, se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo: Señor, si
quieres, puedes limpiarme. [3] Y extendiendo Jesús la mano, le
tocó diciendo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de la
lepra. [4] Entonces le dijo Jesús: Mira, no lo digas a nadie,
sino anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés,
para que les sirva de testimonio.
[5]
Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión y, rogándole, [6]
dijo: Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes. [7]
Jesús le dijo: Yo iré y lo curaré. [8] Pero el centurión le
respondió: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que lo
mandes de palabra y mi criado quedará sano. [9] Pues yo, que
soy un hombre subalterno con soldados a mis órdenes, digo a uno: ve, y
va; y a otro: ven, y viene; y a mí siervo: haz esto, y lo hace. [10]
Al oírlo Jesús se admiró, y dijo a los que le seguían: En verdad os
digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. [11]
Y os digo que muchos de Oriente y Occidente vendrán y se pondrán a la
mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, [12]
mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas
exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes. [13]
Y dijo Jesús al centurión: Vete y que se haga conforme has creído. Y en
aquel momento quedó sano el criado.
[14]
Al llegar Jesús a casa de Pedro vio a la suegra de éste en cama con
fiebre. [15] La tomó de la mano y le desapareció la fiebre;
entonces se levantó y se puso a servirle.
[16]
Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; arrojó a los espíritus
con su palabra y curó a todos los enfermos, [17] para que se
cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: El tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades.
[18]
Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor, ordenó pasar a la
otra orilla. [19] Y acercándose a él cierto escriba, le dijo:
Maestro, te seguiré dondequiera que vayas. [20] Jesús le
contestó: Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus
nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza. [21]
Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme ir primero a enterrar
a mi padre. [22] Jesús le respondió: Sígueme y deja a los
muertos enterrar a sus muertos.
[23]
Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. [24]
Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas
cubrían la barca; pero él dormía. [25] Y se acercaron y le
despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! [26]
Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces,
levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran
bonanza. [27] Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es
éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?
[28]
Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le fueron al
encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, tan furiosos que
nadie podía transitar por aquel camino. [29] En ese momento se
pusieron a gritar diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios?
¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos? [30] Había
lejos de ellos una gran piara de cerdos que pacían. [31] Los
demonios le rogaban diciendo: Si nos expulsas, envíanos a la piara de
cerdos. [32] Les respondió: Id. Y ellos salieron y entraron en
los cerdos. Entonces toda la piara corrió con ímpetu por la pendiente
hacia el mar y pereció en el agua. [33] Los porqueros huyeron
y al llegar a la ciudad contaron todo, en particular lo de los
endemoniados. [34] Ante esto toda la ciudad salió al encuentro
de Jesús y, al verle, le rogaron que se alejara de su región.
Capítulo
9
[1]
Subiendo a una barca, cruzó de nuevo el mar y vino a su ciudad. [2]
Entonces le presentaron un paralítico postrado en una camilla. Al ver Jesús
la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten confianza, hijo, tus pecados te
son perdonados. [3] Ciertos escribas dijeron en su interior:
Este blasfema. [4] Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por
qué pensáis mal en vuestros corazones? [5] ¿Qué es más fácil,
decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda? [6]
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para
perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa. [7] El se levantó y se marchó a su casa. [8]
Al ver esto las multitudes se atemorizaron y glorificaron a Dios por haber
dado tal poder a los hombres.
[9]
Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio,
llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. [10]
Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publícanos y
pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. [11]
Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro
maestro come con los publícanos y pecadores? [12] Pero él, al
oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
[13] Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no
sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
[14]
Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué
nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos
no ayunan? [15] Jesús les respondió: ¿Acaso pueden estar de
duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días
vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán.
[16]
Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo, porque la pieza
tiraría del vestido y se produciría un desgarrón peor. [17]
Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues de lo contrario los odres
reventarían, y el vino se derramaría, perdiéndose los odres; sino que
el vino nuevo lo echan en odres nuevos y así ambos se conservan.
[18]
Mientras les decía estas cosas, un hombre importante se acercó y postrándose
le dijo: Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y
vivirá. [19] Levantándose Jesús, le siguió junto con sus
discípulos.
[20]
En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, acercándose
por detrás, le tocó el borde de su manto. [21] Pues decía en
su interior: Con sólo que toque su manto quedaré sana. [22]
Jesús se volvió y mirándola, le dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha
salvado. Y quedó sana la mujer desde aquella hora.
[23]
Después de esto, al llegar Jesús a la casa de aquel personaje, viendo a
los músicos fúnebres y a la multitud alterada, dijo: [24]
Retiraos, la niña no ha muerto, sino que duerme. Pero se reían de él. [25]
Y, una vez que fue echada fuera la multitud, entró, la tomó de la mano y
se levantó la niña. [26] Y corrió esta noticia por toda
aquella región.
[27]
Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos:
Ten piedad de nosotros, Hijo de David. [28] Cuando llegó a la
casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo
hacer eso? Respondieron: Sí, Señor. [29] Entonces tocó sus
ojos diciendo: Según vuestra fe así os suceda. [30] Y se les
abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente: Mirad que nadie lo
sepa. [31] Ellos, por el contrario, una vez que salieron
divulgaron la noticia por toda aquella región.
[32]
Cuando se habían marchado, le presentaron un endemoniado mudo. [33]
Expulsado el demonio, habló el mudo, y la multitud se admiró diciendo:
Jamás se ha visto cosa igual en Israel. [34] Pero los fariseos
decían: En virtud del príncipe de los demonios arroja a los demonios.
[35]
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas,
predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda
dolencia.
[36]
Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban
maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. [37]
Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.
[38] Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su
mies.
DEL
ANTIGUO AL NUEVO PUEBLO DE DIOS
Capítulo
10
[1]
Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los
espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. [2]
Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado
Pedro, y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano; [3]
Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y
Tadeo; [4] Simón Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó.
[5]
A estos doce envió Jesús dándoles estas instrucciones: No vayáis a
tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; [6]
sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. [7]
Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar. [8]
Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos,
arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente.
[9] No llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, [10]
ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón,
porque el que trabaja merece su sustento.
[11]
En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos sobre quién hay en
ella digno; y quedaos allí hasta que salgáis. [12] Al entrar
en una casa dadle vuestro saludo. [13] Si la casa fuera digna,
venga vuestra paz sobre ella; pero si no fuera digna, vuestra paz revierta
a vosotros. [14] Si alguien no os acoge ni escucha vuestras
palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros
pies. [15] En verdad os digo que en el día del Juicio habrá
menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.
[16]
Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, cautos
como las serpientes y sencillos como las palomas.
[17]
Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán
en sus sinagogas, [18] y seréis llevados ante los gobernadores
y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los
gentiles. [19] Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo
o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis
de decir. [20] Pues no sois vosotros los que vais a hablar,
sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. [21]
Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo;
y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. [22]
Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere
hasta el fin, ése será salvo. [23] Cuando os persigan en una
ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de
Israel antes que venga el Hijo del Hombre.
[24]
No es el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su señor. [25]
Le basta al discípulo llegar a ser como su maestro, y al siervo como su
señor. Si al amo de la casa le han llamado Beelzebul, cuánto más a los
de su casa. [26] No les tengáis miedo, pues nada hay oculto
que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. [27]
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis
al oído, pregonadlo desde los terrados. [28] No tengáis miedo
a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed ante todo
al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno. [29] ¿Acaso
no se vende un par de pajarillos por un as? Pues bien, ni uno solo de
ellos caerá en tierra sin que lo permita vuestro Padre. [30]
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos
contados. [31] Por tanto, no tengáis miedo: vosotros valéis más
que muchos pajarillos.
[32]
A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré
delante de mi Padre que está en los Cielos. [33] Pero al que
me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi
Padre que está en los Cielos.
[34]
No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer
la paz sino la espada. [35] Pues he venido a enfrentar al
hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su
suegra. [36] Y los enemigos del hombre serán los de su misma
casa.
[37]
Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y
quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. [38]
Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. [39]
Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí,
la encontrará.
[40]
Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe
al que me ha enviado. [41] Quien recibe a un profeta por ser
profeta obtendrá recompensa de profeta, y quien recibe a un justo por ser
justo obtendrá recompensa de justo. [42] Y todo el que dé de
beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser
discípulo, en verdad os digo que no quedará sin recompensa.
Capítulo
11
[1]
Y sucedió que cuando terminó Jesús de dar estas instrucciones a sus
doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus
ciudades.
[2]
Entretanto Juan, que en la cárcel había tenido noticia de las obras de
Cristo, envió a preguntarle por medio de sus discípulos: [3]
¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro? [4] Y
Jesús les respondió: Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: [5] los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos
quedan sanos y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se
anuncia el Evangelio. [6] Y bienaventurado aquel que no se
escandalice de mí.
[7]
Al marcharse ellos, comenzó Jesús a decir a la multitud acerca de Juan:
¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Acaso una caña agitada por el
viento? [8] Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿Acaso un hombre
vestido con finos ropajes? Ved que los que llevan finos ropajes se
encuentran en los palacios reales. [9] Entonces, ¿a qué
salisteis? ¿A ver a un profeta? Sí, os lo aseguro, y más que un
profeta. [10] Este es de quien está escrito: He aquí que yo
envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante
de ti. [11] En verdad os digo que no ha surgido entre los
nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista. Pero el más pequeño
en el Reino de los Cielos es mayor que él. [12] Desde los días
de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia,
y los esforzados lo conquistan. [13] Porque todos los Profetas
y la Ley profetizaron hasta Juan. [14] Y si queréis
comprenderlo, él es Elías, el que ha de venir. [15] El que
tenga oídos, que oiga.
[16]
¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados
en las plazas que, gritando a sus compañeros, [17] dicen: Os
hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado
lamentaciones y no habéis llorado.
[18]
Porque ha venido Juan, que no come ni bebe, y dicen: Tiene un demonio. [19]
Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Mirad un hombre
comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se
acredita por sus propias obras.
[20]
Entonces se puso a reprochar a las ciudades donde se habían realizado la
mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: [21]
¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón
se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace
tiempo que habrían hecho penitencia en saco y ceniza. [22] En
verdad os digo que para Tiro y Sidón habrá menos rigor en el día del
Juicio que para vosotras. [23] Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a
alzar hasta el cielo? ¡Hasta el infierno vas a descender! Porque si en
Sodoma se hubiesen realizado los milagros que se han obrado en ti,
subsistiría hasta hoy. [24] En verdad os digo que para la
tierra de Sodoma habrá menos rigor en el día del Juicio que para ti.
[25]
En aquel tiempo exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre, Señor del
Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y
prudentes, y las has revelado a los pequeños. [26] Sí, Padre,
pues así fue tu beneplácito. [27] Todo me ha sido entregado
por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al
Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
[28]
Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. [29]
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: [30]
porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
Capítulo
12
[1]
En aquel tiempo pasaba Jesús en sábado por medio de unos sembrados; sus
discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a
comer. [2] Los fariseos, al verlo, le dijeron: Mira que tus
discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. [3]
Pero él les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David y los que
le acompañaban cuando tuvieron hambre? [4] ¿Cómo entró en
la Casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito
comer ni a él ni a sus acompañantes, sino sólo a los sacerdotes? [5]
¿Y no habéis leído en la Ley que los sábados, los sacerdotes en el
Templo quebrantan el descanso y no pecan? [6] Os digo que aquí
está el que es mayor que el Templo. [7] Si hubierais entendido
qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais
condenado a los inocentes. [8] Porque el Hijo del Hombre es señor
del sábado.
[9]
Cuando partió de allí entró en la sinagoga, [10] donde había
un hombre que tenía una mano seca, y le interrogaban para acusarle: ¿Es
lícito curar en sábado? [11] El les respondió: ¿Quién de
vosotros si tiene una oveja y se le cae en día de sábado dentro de un
hoyo, no la agarra y la saca? [12] Pues cuánto más vale un
hombre que una oveja. Por tanto, es lícito hacer el bien en sábado. [13]
Entonces dijo al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió y quedó sana
como la otra.
[14]
Al salir los fariseos tuvieron consejo contra él, para ver cómo
perderle. [15] Pero Jesús, sabiéndolo, se alejó de allí, y
le siguieron muchos y los curó a todos, [16] y les ordenó que
no le descubriesen, [17] para que se cumpliera lo dicho por
medio del profeta Isaías: [18] He aquí mi Siervo a quien elegí,
mi amado en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él y
anunciará la justicia a las naciones. [19] No disputará ni
vociferará, nadie oirá sus gritos en las plazas. [20] No
quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante, hasta que haga
triunfar la justicia; [21] y en su nombre pondrán su esperanza
las naciones.
[22]
Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de manera
que el mudo hablaba y veía. [23] Y toda la multitud se
asombraba y decía: ¿No será éste el Hijo de David? [24]
Pero los fariseos, al oírlo, dijeron: Este no expulsa los demonios sino
por Beelzebul, príncipe de los demonios. [25] Jesús, que
conocía sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo
queda desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá
subsistir. [26] Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido
contra sí mismo. ¿Cómo puede entonces subsistir su reino? [27]
Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién
los expulsan? Por eso, ellos serán vuestros jueces. [28] Por
tanto, si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el
Reino de Dios ha llegado a vosotros. [29] ¿Cómo puede alguien
entrar en casa del fuerte y saquear sus enseres, si antes no ata al
fuerte? Sólo entonces podrá saquear su casa. [30] El que no
está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama.
[31]
Por tanto, os digo: todo pecado y blasfemia se perdonarán a los hombres;
pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. [32]
A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le
perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará
ni en este mundo ni en el venidero.
[33]
O tenéis por bueno el árbol y bueno su fruto, o declaráis malo el árbol
y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. [34]
Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, siendo malos? Pues
de la abundancia del corazón habla la boca. [35] El hombre
bueno del buen tesoro saca cosas buenas, pero el hombre malo del tesoro
malo saca cosas malas. [36] Os digo que de toda palabra vana
que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. [37]
Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás
condenado.
[38]
Entonces algunos de los escribas y fariseos se dirigieron a él, diciendo:
Maestro, queremos ver de ti una señal. [39] El les respondió:
Esta generación malvada y adúltera pretende una señal, pero no se le
dará otra señal que la del profeta Jonás. [40] Pues así
como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches,
así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres
noches. [41] Los hombres de Nínive se levantarán contra esta
generación en el Juicio y la condenarán; porque se convirtieron ante la
predicación de Jonás, y ved que aquí hay algo más que Jonás. [42]
La reina del Mediodía se levantará contra esta generación en el Juicio
y la condenará; porque vino de los confines de la tierra para oír la
sabiduría de Salomón, y ved que aquí hay algo más que Salomón.
[43]
Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, va errante por lugares
áridos en busca de descanso, pero no lo encuentra. [44]
Entonces dice: Volveré a mi casa, de donde salí. Y al llegar la
encuentra desocupada, bien barrida y en orden. [45] Entonces va
y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando habitan
allí, con lo que la situación final de aquel hombre resulta peor que la
primera. Así ocurrirá a esta generación malvada.
[46]
Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos
se hallaban fuera intentando hablar con él. [47] Alguien le
dijo entonces: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera intentando
hablarte. [48] Pero él respondió al que le hablaba: ¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos? [49] Y, extendiendo su
mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. [50]
Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése
es mi hermano y mi hermana y mi madre.
LAS
PARÁBOLAS DEL REINO
Capítulo
13
[1]
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. [2]
Se reunió junto a él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una
barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. [3]
Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que
salió el sembrador a sembrar. [4] Y al echar la semilla, parte
cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. [5]
Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó
pronto por no ser hondo el suelo; [6] pero al salir el sol, se
agostó y se secó porque no tenía raíz. [7] Otra parte cayó
entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. [8] Otra,
en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el
sesenta y otra el treinta. [9] El que tenga oídos, que oiga.
[10]
Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas?
[11] El les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los
misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado. [12]
Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso
lo que tiene se le quitará. [13] Por eso les hablo en parábolas,
porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. [14] Y se
cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis,
pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. [15]
Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane.
[16]
Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos
porque oyen. [17] Pues en verdad os digo que muchos profetas y
justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír
lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron.
[18]
Escuchad, pues, la parábola del sembrador. [19] Todo el que
oye la palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo
sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. [20]
Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la palabra, y al punto la
recibe con alegría; [21] pero no tiene en sí raíz, sino que
es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la
palabra, en seguida tropieza y cae. [22] Lo sembrado entre
espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y
la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril. [23]
Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y
la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.
[24]
Les propuso otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un
hombre que sembró buena semilla en su campo. [25] Pero,
mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio
del trigo, y se fue. [26] Cuando brotó la hierba y echó
espiga, entonces apareció también la cizaña. [27] Los
siervos del amo acudieron a decirle: Señor, ¿no sembraste buena semilla
en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? [28] El les dijo:
Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos: ¿Quieres que vayamos
y la arranquemos? [29] Pero él les respondió: No, no sea que,
al arrancar la cizaña, arranquéis junto con ella el trigo. [30]
Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al tiempo de la siega diré a
los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para
quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero.
[31]
Otra parábola les propuso: El Reino de los Cielos es semejante al grano
de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; [32]
es ciertamente la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha
crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a ser como un árbol, hasta
el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas.
[33]
Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a la levadura
que toma una mujer y mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo
fermenta. [34] Todas estas cosas habló Jesús a las multitudes
en parábolas y nada les solía hablar sino en parábolas, [35]
para que se cumpliese lo dicho por medio del Profeta: Abriré mi boca en
parábolas, proclamaré las cosas que estaban ocultas desde la creación
del mundo.
[36]
Entonces, después de despedir a las multitudes, entró en la casa. Y se
acercaron sus discípulos y le dijeron: Explícanos la parábola de la
cizaña del campo. El les respondió: [37] El que siembra la
buena semilla es el Hijo del Hombre; [38] el campo es el mundo;
la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del
Maligno. [39] El enemigo que la sembró es el diablo; la siega
es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. [40] Del
mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al
fin del mundo. [41] El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles
y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la
maldad, [42] y los arrojarán en el horno del fuego. Allí será
el llanto y rechinar de dientes. [43] Entonces los justos
brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que
oiga.
[44]
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que,
al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende
todo cuanto tiene y compra aquel campo.
[45]
Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca
perlas finas [46] y, cuando encuentra una perla de gran valor,
va y vende todo cuanto tiene y la compra.
[47]
Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a una red barredera que,
echada en el mar, recoge toda clase de cosas. [48] Y cuando está
llena la arrastran a la orilla, y sentándose echan lo bueno en cestos,
mientras lo malo lo tiran fuera. [49] Así será el fin del
mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos [50]
y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de
dientes.
[51]
¿Habéis entendido todo esto? Le respondieron: Sí. [52] El
les dijo: Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos
es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y
cosas antiguas.
[53]
Sucedió que cuando terminó Jesús estas parábolas partió de allí. [54]
Y, llegado a su ciudad, les enseñaba en su sinagoga, de manera que se
admiraban y decían: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos
poderes? [55] ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama
su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? [56]
Y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le
viene todo esto? [57] Y se escandalizaban de él. Pero Jesús
les dijo: No hay profeta menospreciado sino en su tierra y en su casa. [58]
Y no hizo allí muchos milagros a causa de su incredulidad.
JESÚS
SE RETIRA A LAS REGIONES LIMÍTROFES
Capítulo
14
[1]
En aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesús, [2]
y dijo a sus cortesanos: Este es Juan el Bautista que ha resucitado de
entre los muertos, y por eso actúan en él poderes sobrehumanos. [3]
Herodes, en efecto, había prendido a Juan, lo había encadenado y puesto
en la cárcel a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, [4]
porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. [5] Y aunque
quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como profeta.
[6]
El día del cumpleaños de Herodes salió a bailar la hija de Herodías y
gustó tanto a Herodes [7] que juró darle cualquier cosa que
pidiese. [8] Ella, instigada por su madre, dijo: Dame en esta
bandeja la cabeza de Juan el Bautista. [9] El rey, entristecido
por el juramento y por los comensales, ordenó dársela. [10] Y
envió a decapitar a Juan en la cárcel; [11] trajeron su
cabeza en la bandeja y se la dieron a la muchacha, que la entregó a su
madre. [12] Acudieron luego sus discípulos, tomaron el cuerpo,
lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.
[13]
Al oírlo Jesús, se alejó de allí en una barca hacia un lugar desierto
él solo. Cuando se enteraron las multitudes le siguieron a pie desde las
ciudades. [14] Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó
de compasión por ella y curó a los enfermos. [15] Al
atardecer se acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar es desierto
y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que vayan a las aldeas a
comprarse alimentos. [16] Pero Jesús les dijo: No tienen
necesidad de ir, dadles vosotros de comer. [17] Ellos le
respondieron: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. [18]
El les dijo: Traédmelos aquí. [19] Entonces mandó a la gente
que se acomodara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces,
levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió los panes y los
dio a los discípulos y los discípulos a la gente. [20]
Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos
sobrantes doce cestos llenos. [21] Los que comieron eran como
unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
[22]
Inmediatamente después Jesús mandó a los discípulos que subieran a la
barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la
gente. [23] Y, despedida la multitud, subió al monte a orar a
solas; y después de anochecer permanecía él solo allí. [24]
Entretanto la barca estaba ya alejada de tierra muchos estadios, batida
por las olas, porque el viento le era contrario. [25] En la
cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar. [26]
Cuando le vieron los discípulos caminando sobre el mar, se turbaron y decían:
Es un fantasma; y llenos de miedo empezaron a gritar. [27] Pero
al instante Jesús comenzó a decirles: Tened confianza, soy yo, no temáis.
[28] Entonces Pedro le respondió: Señor, si eres tú, manda
que yo vaya a ti sobre las aguas. [29] El le dijo: Ven. Y
Pedro, bajando de la barca, comenzó a andar sobre las aguas hacia Jesús.
[30] Pero al ver que el viento era tan fuerte se atemorizó y,
al empezar a hundirse, gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! [31]
Al punto Jesús, extendiendo su mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca
fe, ¿por qué has dudado? [32] Y cuando subieron a la barca
cesó el viento. [33] Los que estaban en la barca le adoraron
diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
[34]
Terminada la travesía llegaron a tierra a la altura de Genesaret. [35]
Al reconocerlo los hombres de aquel lugar mandaron aviso a toda la comarca
y le trajeron todos los enfermos, [36] y le suplicaban poder
tocar aunque sólo fuera el borde de su manto; y todos aquellos que lo
tocaron quedaron sanos.
Capítulo
15
[1]
Por entonces unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús
y le dijeron: [2] ¿Por qué tus discípulos quebrantan la
tradición de nuestros mayores?, pues no se lavan las manos cuando comen
pan. [3] El les respondió: ¿Y por qué vosotros quebrantáis
el mandamiento de Dios por vuestra tradición? [4] Porque Dios
dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre o a su
madre, sea castigado con la muerte. [5] Pero vosotros decís
que si alguien dice a su padre o a su madre: Cualquier cosa mía que te
aproveche sea declarada ofrenda, [6] ése ya no tiene obligación
de honrar a su padre. Así habéis anulado la palabra de Dios por vuestra
tradición. [7] Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías
cuando dijo:
[8]
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. [9]
En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos
humanos.
[10]
Y después de llamar a la multitud les dijo: Oíd y entended. [11]
Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, sino lo que sale de la
boca: eso sí hace impuro al hombre. [12] Entonces se acercaron
los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han
escandalizado al oír tus palabras? [13] Pero él les respondió:
Toda planta que no plantó mi Padre Celestial será arrancada. [14]
Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego,
ambos caerán en el hoyo.
[15]
Pedro entonces tomó la palabra y le dijo: Explícanos esa parábola. [16]
El respondió: ¿También vosotros sois todavía incapaces de entender? [17]
¿No sabéis que lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se echa
a la cloaca? [18] Por el contrario, lo que procede de la boca
sale del corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. [19]
Pues del corazón proceden los malos pensamientos, homicidios, adulterios,
actos impuros, robos, falsos testimonios y blasfemias. [20]
Estas cosas son las que hacen al hombre impuro; pero el comer sin lavarse
las manos no hace impuro al hombre.
[21]
Después que Jesús partió de allí, se retiró a la región de Tiro y
Sidón. [22] En esto una mujer cananea, venida de aquellos
contornos, se puso a gritar: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi
hija es cruelmente atormentada por el demonio. [23] Pero él no
le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaban
diciendo: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de
nosotros. [24] El respondió: No he sido enviado sino a las
ovejas perdidas de la casa de Israel. [25] Ella, no obstante,
se acercó y se postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame! [26]
El le respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a
los perrillos. [27] Pero ella dijo: Es verdad, Señor, pero
también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus
amos. [28] Entonces Jesús le respondió: ¡Oh mujer, grande es
tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sana su hija en aquel instante.
[29]
Y cuando Jesús salió de allí, vino junto al mar de Galilea, subió a la
montaña y se sentó. [30] Acudió a él una gran multitud
llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y
los pusieron a sus pies y los curó; [31] de tal modo que se
maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y quedar sanos los
lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos, por lo que glorificaban al
Dios de Israel.
[32]
Jesús llamó a sus discípulos y dijo: Siento profunda compasión por la
muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen junto a mí y no
tienen qué comer; no quiero despedirlos en ayunas no sea que desfallezcan
en el camino. [33] Pero le decían los discípulos: ¿De dónde
vamos a sacar, estando en el desierto, tantos panes para alimentar a tan
gran multitud? [34] Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis?
Ellos le respondieron: Siete y unos pocos pececillos. [35]
Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. [36]
Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió
y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
[37]
Y comieron todos y quedaron satisfechos. De los trozos sobrantes
recogieron siete espuertas llenas. [38] Los que comieron eran
unos cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños. [39] Después
de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y se fue a los confines de
Magadán.
Capítulo
16
[1]
Se acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarle, le rogaron que les
hiciera ver una señal del Cielo. [2] El les respondió: Al
atardecer decís que va a hacer buen tiempo, porque está el cielo
arrebolado; [3] y de mañana, que hoy habrá tormenta, porque
el cielo está rojizo y lóbrego. Así que sabéis discernir el aspecto
del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos. [4]
Esta generación malvada y adúltera pide una señal, pero no se le dará
otra que la señal de Jonás. Y, dejándolos, se marchó.
[5]
Al pasar los discípulos a la otra orilla se olvidaron de llevar panes. [6]
Jesús les dijo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y
saduceos. [7] Pero ellos cavilaban diciendo interiormente: No
hemos traído panes. [8] Conociéndolo Jesús dijo: Hombres de
poca fe, ¿qué caviláis interiormente de que no habéis traído panes? [9]
¿No entendéis todavía? ¿No os acordáis de los cinco panes para los
cinco mil hombres y de cuántos cestos recogisteis; [10] ni de
los siete panes para los cuatro mil hombres y de cuántas espuertas
recogisteis? [11] ¿Cómo no entendéis que no me refería a
los panes? Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. [12]
Entonces entendieron que no se había referido a guardarse de la levadura
del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.
[13]
Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus
discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? [14]
Ellos respondieron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o alguno de los profetas. [15] El les dijo: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? [16] Respondiendo Simón
Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. [17] Jesús
le respondió: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha
revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
Cielos. [18] Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. [19] Te daré las llaves del Reino de los Cielos;
y todo lo que atares sobre la tierra quedará atado en los Cielos, y todo
lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos. [20]
Entonces ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el
Cristo.
[21]
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía
ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los príncipes
de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día.
[22] Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo:
Lejos de ti, Señor; de ningún modo te ocurrirá eso. [23]
Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás! Eres
escándalo para mí, pues no sientes las cosas de Dios sino las de los
hombres.
[24]
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; [25] pues el que
quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la
encontrará. [26] Porque, ¿de qué sirve al hombre ganar el
mundo entero si pierde su alma?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de
su alma? [27] Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la
gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a
cada uno según su conducta. [28] En verdad os digo que hay
algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean
al Hijo del Hombre venir en su Reino.
HACIA
JUDEA Y JERUSALÉN
Capítulo
17
[1]
Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su
hermano, y los llevó a ellos solos a un monte alto, [2] y se
transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente
como el sol y sus vestidos blancos como la luz. [3] En esto, se
les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. [4] Pedro,
tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, qué bien estamos aquí; si
quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías. [5] Todavía estaba hablando, cuando una nube
resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo,
el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.
[6]
Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. [7]
Entonces se acercó Jesús y los tocó diciendo: Levantaos y no temáis. [8]
Al alzar sus ojos no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. [9]
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: A nadie contéis la visión
hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.
[10]
Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué entonces dicen los escribas que
Elías debe venir primero? [11] El les respondió: Elías
ciertamente ha de venir y restaurará todas las cosas. [12]
Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que
han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre ha
de padecer de parte de ellos. [13] Entonces comprendieron los
discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
[14]
Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, puesto de
rodillas, [15] le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo,
porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras
al agua. [16] Lo he traído a tus discípulos y no lo han
podido curar. [17] Jesús en respuesta dijo: ¡Oh generación
incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta
cuándo tendré que sufriros? Traédmelo aquí. [18] Le increpó
Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel
momento. [19] Luego se acercaron a solas los discípulos a Jesús
y le dijeron: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? [20]
El les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais
fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate
de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible.
[22]
Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser
entregado en manos de los hombres, [23] que lo matarán, pero
al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes.
[24]
Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y
le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? [25]
Respondió: Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué
te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la
tierra, de sus hijos o de los extraños? [26] Al responderle
que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; [27]
pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez
que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estáter; tómalo y
dalo por mí y por ti.
DISCURSO
SOBRE LA VIDA DE LA IGLESIA
Capítulo
18
[1]
En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron: ¿Quién juzgas que es el mayor en el Reino de los Cielos? [2]
Entonces, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos [3] y
dijo: En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños
no entraréis en el Reino de los Cielos. [4] Pues todo el que
se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; [5]
y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. [6]
Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le
valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve
un asno, y lo arrojasen al fondo del mar. [7] ¡Ay del mundo
por los escándalos! Es inevitable que vengan los escándalos. Sin embargo
¡ay del hombre por cuya culpa se produce el escándalo! [8] Si
tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más te
vale entrar en la Vida manco o cojo, que ser arrojado al fuego eterno con
las dos manos o los dos pies. [9] Y si tu ojo te escandaliza,
arráncatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la Vida tuerto,
que ser arrojado al fuego del infierno con los dos ojos.
[10]
Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, pues os digo que sus ángeles
en los Cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los
Cielos.
[12]
¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de
ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte e irá a buscar la que
se ha perdido? [13] Y si llega a encontrarla, os aseguro que se
alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían
perdido. [14] Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre
que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
[15]
Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te
escucha, habrás ganado a tu hermano. [16] Si no escucha, toma
entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la
palabra de dos o tres testigos. [17] Pero si no quiere
escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la
Iglesia, tenlo por pagano y publicano.
[18]
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el Cielo,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.
[19]
Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la
tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los
Cielos se lo concederá. [20] Pues donde hay dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
[21]
Entonces, acercándose Pedro, le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de
perdonar a mi hermano, cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? [22]
Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete. [23] Por eso el Reino de los Cielos viene a ser
semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. [24]
Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil
talentos. [25] Como no podía pagar, el señor mandó que fuese
vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y así pagase. [26]
Entonces el servidor, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia
conmigo y te pagaré todo. [27] El señor, compadecido de aquel
siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. [28] Al salir
aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien
denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: Págame lo que me debes.
[29] Su compañero, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten
paciencia conmigo y te pagaré. [30] Pero no quiso, sino que
fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. [31]
Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar
a su señor lo que había pasado. [32] Entonces su señor lo
mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda
porque me lo has suplicado. [33] ¿No debías tú también
tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? [34]
Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda
la deuda. [35] Del mismo modo hará con vosotros mi Padre
Celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.
Capítulo
19
[1]
Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, partió de Galilea
y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán, [2] a
donde le siguieron grandes multitudes, y los curó allí. [3]
En esto, se acercaron a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle:
¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? [4]
El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo
varón y hembra, [5] y que dijo: Por esto dejará el hombre a
su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola
carne? [6] Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por
tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. [7] Ellos le
replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y
despedirla? [8] El les respondió: Moisés os permitió
repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero
al principio no fue así. [9] Sin embargo yo os digo:
cualquiera que repudie a su mujer `a no ser por fornicación` y se una con
otra, comete adulterio.
[10]
Dícenle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con respecto
a su mujer, no trae cuenta casarse. [11] El les respondió: No
todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se
les ha concedido. [12] En efecto, hay eunucos que así nacieron
del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra
de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino
de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda.
Jesús
bendice a los niños
[13]
Entonces le presentaron unos niños, para que les impusiera las manos y
orase; pero los discípulos les reñían. [14] Ante esto, Jesús
dijo: Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de éstos
es el Reino de los Cielos. [15] Y después de imponerles las
manos, se marchó de allí.
[16]
Y se le acercó uno, y le dijo: Maestro, ¿qué cosas buenas debo hacer
para alcanzar la vida eterna? [17] El le respondió: ¿Por qué
me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el bueno. Por lo demás, si
quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos. [18] Le
preguntó: ¿Cuáles? Jesús le respondió: No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, [19] honra
a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
[20]
Díjole el joven: Todo esto lo he guardado. ¿Qué me falta aún? [21]
Jesús le respondió: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y
dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos; luego ven y sígueme.
[22] Al oír el joven estas palabras se marchó triste, pues
tenía muchas posesiones.
[23]
Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo: difícilmente
entrará un rico en el Reino de los Cielos. [24] Es más, os
digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a
un rico entrar en el Reino de Dios.
[25]
Cuando oyeron esto sus discípulos, quedaron muy asombrados y decían:
Entonces, ¿quién podrá salvarse? [26] Jesús, fijando su
mirada en ellos, les dijo: Para el hombre esto es imposible, para Dios,
sin embargo, todo es posible. [27] Entonces Pedro tomó la
palabra y le dijo: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido, ¿qué recompensa tendremos?
[28]
Jesús les respondió: En verdad os digo que en la regeneración, cuando
el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, vosotros, los que me
habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos para juzgar a las
doce tribus de Israel. [29] Y todo el que haya dejado casa,
hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi
nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. [30]
Porque muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.
Capítulo
20
[1]
El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a
contratar obreros para su viña. [2] Después de haber
convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. [3]
Salió también hacia la hora de tercia y vio a otros que estaban en la
plaza parados, [4] y les dijo: Id también vosotros a mi viña
y os daré lo que sea justo. [5] Ellos marcharon. De nuevo salió
hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo. [6] Hacia la
hora undécima volvió a salir y todavía encontró a otros parados, y les
dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? [7] Le
contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también
vosotros a mi viña. [8] A la caída de la tarde dijo el amo de
la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales el jornal,
empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. [9]
Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. [10]
Al venir los primeros pensaban que cobrarían más, pero también ellos
recibieron un denario cada uno. [11] Cuando lo tomaron
murmuraban contra el amo, [12] diciendo: A estos últimos que
han trabajado sólo una hora los has equiparado a nosotros, que hemos
soportado el peso del día y el calor. [13] El respondió a uno
de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conveniste
conmigo en un denario? [14] Toma lo tuyo y vete; quiero dar a
este último lo mismo que a ti. [15] ¿No puedo yo hacer con lo
mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? [16]
Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.
[17]
Cuando subía Jesús camino de Jerusalén tomó aparte a sus doce discípulos
y les dijo: [18] Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del
Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los
escribas, le condenarán a muerte, [19] y le entregarán a los
gentiles para burlarse de él y azotarlo y crucificarlo, pero al tercer día
resucitará.
[20]
Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos,
y se postró para hacerle una petición. [21] El le preguntó:
¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en
tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. [22] Jesús
respondió: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he
de beber? Le dijeron: Podemos. [23] El añadió: Mi cáliz sí
lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
corresponde concederlo, sino que es para quienes ha dispuesto mi Padre.
[24]
Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. [25]
Pero Jesús les llamó y les dijo: Sabéis que los que gobiernan los
pueblos los oprimen y los poderosos los avasallan. [26] No ha
de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera
llegar a ser grande, sea vuestro servidor; [27] y quien entre
vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. [28] De la
misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y dar su vida en redención por muchos.
[29]
Cuando salían de Jericó le seguía una gran multitud. [30] Y
he aquí que dos ciegos, sentados a la vera del camino, al oír que pasaba
Jesús se pusieron a gritar: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de
nosotros! [31] La multitud les regañaba para que se callaran,
pero ellos gritaban más fuerte diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten
compasión de nosotros! [32] Jesús se paró, los llamó y les
dijo: ¿Qué queréis que os haga? [33] Le respondieron: Señor,
que se abran nuestros ojos. [34] Jesús, compadecido, les tocó
los ojos y al instante comenzaron a ver, y le siguieron.
MINISTERIO
EN JERURALÉN
Capítulo
21
[1]
Cuando se acercaban a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al Monte de
los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, [2] diciéndoles:
Id a esa aldea que veis enfrente y encontraréis en seguida un asna atada,
con su pollino al lado; desatadlos y traédmelos. [3] Si
alguien os dijera algo, respondedle que el Señor los necesita, y al
momento los soltará. [4] Esto sucedió para que se cumpliera
lo dicho por medio del Profeta: [5] Decid a la hija de Sión:
He aquí que viene a ti tu Rey con mansedumbre, sentado sobre un asno,
sobre un borrico, hijo de burra de carga. [6] Los discípulos
marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. [7]
Trajeron el asna y el pollino, pusieron sobre ellos los mantos y le
hicieron montar encima. [8] Una gran multitud extendió sus
propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las
echaban por el camino; [9] las multitudes que iban delante y
detrás de él, clamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito
el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! [10]
Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad y se preguntaban: ¿Quién
es éste? [11] La multitud decía: Este es el profeta Jesús,
el de Nazaret de Galilea.
[12]
Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban
en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que
vendían palomas, [13] mientras les decía: Escrito está: Mi
casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis haciendo una
cueva de ladrones.
[14]
Mientras estaba en el Templo, se acercaron a él ciegos y cojos y los curó.
[15]
Los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que
hacía, y a los niños que aclamaban en el Templo diciendo: Hosanna al
Hijo de David, se irritaron [16] y le dijeron: ¿Oyes lo que
dicen éstos? Jesús les respondió: Sí; ¿no habéis leído nunca: De la
boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza? [17]
Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí pasó la
noche.
[18]
Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre. [19]
Y viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero nada encontró en
ella sino sólo hojas; le dijo: Nunca jamás brote de ti fruto alguno. Y
al instante se secó la higuera. [20] Al ver esto los discípulos
se maravillaron y dijeron: ¿Cómo tan de repente se ha secado la higuera?
[21] Jesús les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no
dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que incluso si decís a
este monte: Arráncate y échate al mar, se hará. [22] Y todo
cuanto pidáis con fe en la oración lo recibiréis.
CONTROVERSIAS
CON LOS JUDÍOS
[23]
Cuando llegó al Templo se acercaron a él, mientras enseñaba, los príncipes
de los sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: ¿Con qué
potestad haces estas cosas? y ¿quién te ha dado tal potestad? [24]
Jesús les respondió: También yo os voy a hacer una pregunta; si me la
contestáis, yo os diré a mi vez con qué potestad hago estas cosas. [25]
El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del Cielo o de los hombres? Ellos
deliberaban entre sí diciendo: Si decimos que del Cielo, nos responderá:
¿Por qué, pues, no le creísteis? [26] Si decimos que de los
hombres, hemos de temer a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta. [27]
Contestaron a Jesús: No lo sabemos. El les respondió a su vez: Ni yo os
digo con qué potestad hago estas cosas.
[28]
¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le
mandó: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. [29] Pero él le
contestó: No quiero. Sin embargo se arrepintió después y fue. [30]
Dirigiéndose entonces al segundo, le dijo lo mismo. Este le respondió:
Voy, señor; pero no fue. [31] ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad del padre? El primero, dijeron ellos. Jesús prosiguió: En
verdad os digo que los publicanos y las meretrices os van a preceder en el
Reino de Dios. [32] Porque vino Juan a vosotros por camino de
justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le
creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto os movisteis después a
penitencia para poder creerle.
[33]
Escuchad otra parábola. Cierto hombre que era propietario plantó una viña,
la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la
arrendó a unos labradores y se marchó de allí. [34] Cuando
se acercó el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores
para percibir sus frutos. [35] Pero los labradores, agarrando a
los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. [36]
De nuevo envió a otros criados en mayor número que los primeros, pero
hicieron con ellos lo mismo. [37] Por último les envió a su
hijo, diciéndose: A mi hijo lo respetarán. [38] Pero los
labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero. Vamos,
matémoslo y nos quedaremos con su heredad. [39] Y,
agarrándolo,
lo echaron fuera de la viña y lo mataron. [40] Cuando venga el
dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? [41]
Le contestaron: A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la
viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo. [42]
Jesús les dijo: ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras: La piedra
que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser piedra angular.
Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos? [43]
Por esto os digo que os será quitado el Reino de Dios y será dado a un
pueblo que rinda sus frutos. [44] Y quien caiga sobre esta
piedra quedará destrozado, y sobre quien ella caiga, lo aplastará.
[45]
Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas,
comprendieron que se refería a ellos.
[46]
Y aunque querían prenderle, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían
como profeta.
Capítulo
22
[1]
Jesús les habló de nuevo en parábolas diciendo: [2] El Reino
de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, [3]
y envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos
no querían acudir. [4] Nuevamente envió a otros criados ordenándoles:
Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha
hecho la matanza de mis terneros y reses cebadas, y todo está a punto;
venid a las bodas. [5] Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon
uno a sus campos, otro a sus negocios; [6] los demás echaron
mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. [7] El rey
se encolerizó y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y
prendió fuego a su ciudad. [8] Luego dijo a sus criados: Las
bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. [9]
Id, pues, a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos
encontréis. [10] Los criados, saliendo a los caminos,
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de
comensales la sala de bodas. [11] Entró el rey para ver a los
comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; [12]
y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero
él se calló. [13] Entonces dijo el rey a sus servidores:
Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes. [14] Porque muchos son los
llamados, pero pocos los elegidos.
[15]
Entonces los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían
cazarle en alguna palabra. [16] Y le enviaron sus discípulos,
junto con los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y
que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar de
nadie, pues no haces acepción de personas. [17] Dinos, por
tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no? [18]
Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
[19] Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un
denario. [20] Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen
y esta inscripción? [21] Le respondieron: Del César. Entonces
les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios. [22] Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se
marcharon.
[23]
Aquel día se acercaron a él unos saduceos, que niegan la resurrección,
y le interrogaron: [24] Maestro, Moisés dijo: Si alguien
muriese sin tener hijos, que su hermano se case con la mujer, para dar
descendencia a su hermano. [25] Pues bien, había entre
nosotros siete hermanos; el primero, una vez casado, falleció, y, al no
tener descendencia, dejó su mujer a su hermano. [26] Lo mismo
sucedió con el segundo y el tercero hasta el séptimo. [27]
Después de todos ellos, murió la mujer. [28] Entonces, en la
resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer?, puesto que la
tuvieron todos. [29] Jesús les respondió: Estáis en el error
por no entender las Escrituras ni el poder de Dios: [30] pues
en la resurrección ni los hombres tomarán mujer, ni las mujeres marido,
sino que serán en el Cielo como los ángeles. [31] Y en cuanto
a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho
por Dios: [32] Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob? Ahora bien, no es Dios de muertos sino de vivos. [33]
Y la muchedumbre, al oírlo, se admiraba de su doctrina.
[34]
Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron
de acuerdo, [35] y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó
para tentarle: [36] Maestro, ¿cuál es el mandamiento
principal de la Ley? [37] El le respondió: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. [38]
Este es el mayor y el primer mandamiento. [39] El segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. [40]
De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas.
[41]
Estando reunidos los fariseos, Jesús les preguntó: [42] ¿Qué
pensáis del Mesías? ¿De quién es hijo? Le respondieron: De David. [43]
Les volvió a preguntar: ¿Cómo, entonces, David, movido por el Espíritu,
le llama Señor al decir: [44] Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate
a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies? [45]
Pues si David le llama Señor, ¿cómo va a ser hijo suyo? [46]
Y nadie podía responderle una palabra; y desde aquel día ninguno se
atrevió a hacerle más preguntas.
Capítulo
23
[1]
Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos [2]
diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los
fariseos. [3] Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis
según sus obras, pues dicen pero no hacen. [4] Atan cargas
pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero
ellos ni con un dedo quieren moverlas. [5] Hacen todas sus
obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus filacterias y alargan
sus franjas. [6] Apetecen los primeros puestos en los
banquetes, los primeros asientos en las sinagogas [7] y los
saludos en las plazas, y que la gente les llame Rabí. [8]
Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo uno es
vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. [9] A nadie
llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre,
el celestial. [10] Tampoco os hagáis llamar doctores, porque
vuestro Doctor es uno sólo: Cristo. [11] El mayor entre
vosotros sea vuestro servidor. [12] El que se ensalce a sí
mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.
[13]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino
de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis
entrar a los que entrarían.
[15]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que vais dando vueltas
por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, una vez convertido, le
hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.
[16]
¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es
nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado. [17]
¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica al
oro? [18] Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura
por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. [19] ¡Ciegos!
¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? [20]
Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que
hay sobre él. [21] Y quien ha jurado por el Templo, jura por
él y por Aquel que en él habita. [22] Y quien ha jurado por
el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.
[23]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que pagáis el diezmo
de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más
importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estas
cosas había que hacer, sin omitir aquéllas. [24] ¡Guías
ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.
[25]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que limpiáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de carroña e
inmundicia. [26] Fariseo ciego, limpia primero el interior de
la copa, para que llegue a estar limpio también el exterior.
[27]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que sois semejantes a
sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre. [28]
Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero
por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
[29]
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que edificáis los
sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos, [30]
y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos
sido sus cómplices en la sangre de los profetas. [31] Así,
pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que
mataron a los profetas. [32] Y vosotros, colmad la medida de
vuestros padres.
[33]
¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación
del infierno? [34] Por eso he aquí que voy a enviar a vosotros
profetas, sabios y escribas; a unos mataréis y crucificaréis, y a otros
los flagelaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en
ciudad, [35] para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente
que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel
hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre
el Templo y el altar. [36] En verdad os digo: todo esto caerá
sobre esta generación.
[37]
¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te
son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la
gallina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. [38]
He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. [39]
Así, pues, os aseguro que no me veréis hasta que digáis: Bendito el que
viene en nombre del Señor.
DISCURSO
ESCATOLÓGICO
Capítulo
24
[1]
Después que Jesús salió del Templo, mientras se alejaba, se acercaron
sus discípulos para llamar su atención sobre las construcciones del
Templo. [2] Pero él les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os
digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.
[3]
Estando él sentado en el Monte de los Olivos, se le acercaron sus
discípulos a solas y le preguntaron: Dinos cuándo ocurrirán estas cosas
y cuál será el signo de tu venida y de la consumación del mundo.
[4]
Jesús les respondió: Mirad que nadie os engañe; [5] pues
muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo, y seducirán a
muchos. [6] Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras.
Mirad, no os turbéis, pues es necesario que ocurra, pero todavía no es
el fin. [7] Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra
reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares. [8]
Todo esto es el comienzo de los dolores.
[9]
Entonces os entregarán al tormento, os matarán y seréis odiados por
todas las gentes a causa de mi nombre. [10] Y se
escandalizarán muchos, se traicionarán mutuamente y se odiarán unos a
otros. [11] Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a
muchos. [12] Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la
caridad de muchos. [13] Pero el que persevere hasta el fin,
ése se salvará. [14] Y será predicado este Evangelio del
Reino en todo el mundo en testimonio para todas las gentes, y entonces
vendrá el fin.
[15]
Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el
profeta Daniel, erigida en el lugar santo `quien lea, entienda`, [16]
entonces los que estén en Judea huyan a los montes; [17] quien
esté en el terrado no baje a tomar nada de su casa, [18] y
quien esté en el campo no vuelva para tomar su manto. [19]
¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! [20]
Rogad, pues, para que vuestra huida no ocurra en invierno ni en sábado.
[21]
Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio
del mundo hasta ahora, ni la habrá. [22] Y si tales días no
fuesen abreviados, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos
serán abreviados aquellos días
[23]
Entonces, si alguien os dijese que el Cristo está aquí o allí, no lo
creáis; [24] porque surgirán falsos mesías y falsos
profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para
engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. [25] Mirad
que os lo he predicho. [26] Si, pues, os dijeran que está en
el desierto, no vayáis; o que está en un lugar oculto, no lo creáis. [27]
De la misma manera que el relámpago sale del oriente y brilla hasta el
occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. [28] Donde
quiera que esté el cuerpo allí se reunirán las águilas. [29]
Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del
cielo y las potestades de los cielos se conmoverán. [30]
Entonces aparecerá en el Cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese
momento todas las tribus de la tierra prorrumpirán en llantos. Y verán
al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y
gloria. [31] Y enviará a sus ángeles que, con trompeta
clamorosa, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos, de un
extremo a otro de los cielos.
[32]
Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas están ya tiernas
y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca. [33]
Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que es
inminente, que está a las puertas. [34] En verdad os digo que
no pasará esta generación hasta que todo esto ocurra. [35] El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
[36]
Pero acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los
Cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. [37] Lo mismo que en
el tiempo de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. [38]
Pues, como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían,
tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, [39]
y no se dieron cuenta sino cuando llegó el diluvio y los arrebató a
todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. [40]
Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. [41]
Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra
dejada.
[42]
Velad, pues, ya que no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. [43]
Sabed esto, que si el amo supiera a qué hora de la noche habría de venir
el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que le horadasen su
casa. [44] Por tanto, estad también vosotros preparados,
porque a la hora que no sabéis vendrá el Hijo del Hombre.
[45]
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien su señor puso al
frente de la servidumbre, para darles el alimento a su tiempo? [46]
Dichoso aquel siervo, a quien su amo al venir encuentre haciendo así. [47]
En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. [48]
Pero si ese siervo fuese malo y pensara en su interior: Mi señor
tardará, [49] y comenzase a golpear a sus compañeros y a
comer y beber con los borrachos, [50] el día que menos espere
y a una hora desconocida vendrá el amo de ese siervo, [51] y
le dará el mayor castigo y le hará correr la suerte de los hipócritas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Capítulo
25
[1]
Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que
tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo. [2] Cinco
de ellas eran necias y cinco prudentes; [3] pero las necias, al
tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; [4] las
prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus
alcuzas. [5] Como tardase en venir el esposo les entró sueño
a todas y se durmieron. [6] A medianoche se oyó vocear: ¡Ya
está ahí el esposo! ¡Salid a su encuentro! [7] Entonces se
levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. [8]
Y las necias dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite porque
nuestras lámparas se apagan. [9] Pero las prudentes les
respondieron: Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea
que no alcance para vosotras y nosotras. [10] Mientras fueron a
comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a
las bodas y se cerró la puerta. [11] Luego llegaron las otras
vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! [12] Pero él
les respondió: En verdad os digo que no os conozco. [13]
Vigilad, pues, porque no sabéis el día ni la hora.
[14]
Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus
servidores y les entregó sus bienes. [15] A uno le dio cinco
talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y
se marchó. [16] El que había recibido cinco talentos fue
inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros
cinco. [17] Del mismo modo, el que había recibido dos ganó
otros dos. [18] Pero el que había recibido uno fue, cavó en
la tierra y escondió el dinero de su señor. [19] Después de
mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con
ellos. [20] Llegado el que había recibido los cinco talentos,
presentó otros cinco diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he
aquí otros cinco que he ganado. [21] Le respondió su amo: Muy
bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te
confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. [22] Llegado
también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor, dos
talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. [23]
Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido
fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. [24]
Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que
eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no
esparciste; [25] por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento
en tierra: aquí tienes lo tuyo. [26] Le respondió su amo,
diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado
y recojo de donde no he esparcido; [27] por eso mismo debías
haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera
recibido lo mío junto con los intereses. [28] Por lo tanto,
quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.
[29]
Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene,
aun lo que tiene se le quitará. [30] En cuanto al siervo
inútil, arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el
rechinar de dientes.
[31]
Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los
ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, [32] y
serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los
otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, [33] y
pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. [34]
Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi
Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo: [35] porque tuve hambre y me disteis de
comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; [36]
estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y
vinisteis a verme. [37] Entonces le responderán los justos:
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te
dimos de beber?; [38] ¿cuándo te vimos peregrino y te
acogimos, o desnudo y te vestimos? [39] o ¿cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? [40] Y el Rey en
respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos
mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. [41]
Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: [42]
porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de
beber; [43] era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y
no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. [44]
Entonces le replicarán también ellos: Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no
te asistimos? [45] Entonces les responderá: En verdad os digo
que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también
dejasteis de hacerlo conmigo. [46] Y éstos irán al suplicio
eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.
PASIÓN
Y MUERTE DE JESÚS
Capítulo
26
[1]
Y sucedió que, cuando terminó Jesús todos estos discursos, dijo a sus
discípulos: [2] Sabéis que de aquí a dos días será la
Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
[3]
Entonces se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del
pueblo en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, [4] y
acordaron apoderarse con engaño de Jesús y hacerle morir. [5]
Pero decían: No sea en la fiesta, para que no se produzca alboroto entre
el pueblo.
[6]
Encontrándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, [7]
se acercó a él una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un
perfume de gran valor y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la
mesa. [8] Al ver esto, los discípulos se disgustaron y
dijeron: ¿A qué viene este despilfarro? [9] Se podía haber
vendido por mucho dinero y repartirlo a los pobres. [10] Pero
Jesús, conociéndolo, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha
hecho una obra buena conmigo; [11] pues a los pobres siempre
los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. [12]
Al derramar ella sobre mi cuerpo este perfume, se anticipó a mi
sepultura. [13] En verdad os digo: Dondequiera que se predique
este evangelio en todo el mundo, también se contará para memoria suya lo
que ésta ha hecho. [14] Entonces, uno de los doce, llamado
Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes, [15]
y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le
ofrecieron treinta monedas de plata. [16] Desde entonces
buscaba una oportunidad para entregarlo.
[17]
El primer día de los Azimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
dijeron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? [18]
Jesús respondió: Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle:
El Maestro dice: mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la
Pascua con mis discípulos. [19] Los discípulos hicieron como
les había mandado Jesús y prepararon la Pascua.
[20]
Al anochecer se puso a la mesa con los doce discípulos. [21] Y
mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a
traicionar. [22] Y, muy afligidos, comenzaron cada uno a
decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? [23] Pero él respondió: El
que come conmigo en la misma fuente, ¡ése me va a entregar! [24]
Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él;
pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Más
le valiera a ese hombre no haber nacido. [25] Tomando la
palabra Judas, el que iba a entregarlo, dijo: ¿Acaso soy yo, Rabí? Le
respondió: Tú lo has dicho.
[26]
Mientras cenaban, Jesús tomó pan y, pronunciada la bendición, lo
partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad y comed; esto es mi
Cuerpo. [27] Y, tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se
lo dio diciendo: Bebed todos de él; [28] porque ésta es mi
Sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de
los pecados. [29] Os aseguro que no beberé desde ahora de este
fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba con vosotros nuevo, en el
Reino de mi Padre.
[30]
Recitado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. [31]
Entonces Jesús les dice: Todos vosotros os escandalizaréis esta noche
por mi causa, pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas del rebaño. [32] Pero, después que haya resucitado,
iré delante de vosotros a Galilea. [33] Pedro le respondió:
Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré. [34]
Jesús le replicó: En verdad te digo que esta misma noche, antes de que
cante el gallo, me negarás tres veces. [35] Pedro insistió:
Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos
dijeron lo mismo.
[36]
Entonces llegó Jesús con ellos a una finca llamada Getsemaní, y dijo a
los discípulos: Sentaos aquí mientras voy allá a orar. [37]
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a sentir angustia. [38] Entonces les dijo: Mi
alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. [39]
Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba
diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no
sea como yo quiero, sino como quieras Tú.
[40]
Volvió junto a sus discípulos y los encontró dormidos; entonces dijo a
Pedro: ¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? [41]
Velad y orad para no caer en tentación: pues el espíritu está pronto,
pero la carne es débil. [42] De nuevo se apartó por segunda
vez y oró diciendo: Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo
lo beba, hágase tu voluntad. [43] Volvió otra vez y los
encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. [44]
Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo
las mismas palabras. [45] Finalmente va junto a sus discípulos
y les dice: Dormid ya y descansad; mirad, ha llegado la hora, y el Hijo
del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. [46]
Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.
[47]
Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce,
acompañado de un gran gentío con espadas y palos, enviados por los
príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo. [48] El
traidor les había dado esta señal: Aquel a quien yo bese, ése es:
prendedlo. [49] Y al momento se acercó a Jesús y dijo: Salve,
Rabí; y le besó. [50] Pero Jesús le dijo: Amigo ¡a lo que
has venido! Entonces, acercándose, echaron mano a Jesús y le prendieron.
[51]
Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al criado del
Sumo Sacerdote cortándole la oreja. [52] Entonces le dijo
Jesús: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que emplean espada a
espada perecerán. [53] ¿O piensas que no puedo recurrir a mi
Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de
ángeles? [54] ¿Cómo entonces se cumplirían las Escrituras,
según las cuales tiene que suceder así?
[55]
En aquel momento dijo Jesús a las turbas: ¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba
a enseñar en el Templo, y no me prendisteis. [56] Todo esto
sucedió para que se cumplieran las escrituras de los Profetas. Entonces
todos los discípulos, abandonándole, huyeron.
[57]
Los que habían prendido a Jesús le llevaron a casa de Caifás, el Sumo
Sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. [58]
Pedro, por su parte, le seguía de lejos hasta el palacio del Sumo
Sacerdote; y, una vez dentro, se sentó con los sirvientes para ver el
desenlace. [59] Los príncipes de los sacerdotes y todo el
Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; [60]
pero no lo encontraron a pesar de los muchos falsos testigos presentados.
Por último, se presentaron dos [61] que declararon: Este dijo:
Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de nuevo en tres días. [62]
Y, levantándose, el Sumo Sacerdote le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué es
lo que éstos testifican contra ti? [63] Pero Jesús
permanecía en silencio. Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro
por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. [64]
Jesús le respondió: Tú lo has dicho. Además os digo que en adelante
veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre
las nubes del cielo.
[65]
Entonces el Sumo Sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: ¡Ha
blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo veis, acabáis
de oír la blasfemia. [66] ¿Qué os parece? Ellos
respondieron: Reo es de muerte.
[67]
Entonces comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas; los que le
abofeteaban [68] decían: Adivínalo, Cristo, ¿quién te ha
pegado?
[69]
Entretanto Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una
sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. [70]
Pero él lo negó delante de todos diciendo: No sé de qué hablas. [71]
Al salir al portal le vio otra y dijo a los que había allí: Este estaba
con Jesús el Nazareno. [72] De nuevo lo negó con juramento:
No conozco a ese hombre. [73] Poco después se acercaron los
que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de
ellos, pues tu habla lo manifiesta. [74] Entonces comenzó a
imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó un gallo.
[75] Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús había
dicho: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y,
saliendo afuera, lloró amargamente.
Capítulo
27
[1]
Llegada la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos
del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. [2]
Y maniatado le llevaron y entregaron al procurador Pilato.
[3]
Entonces Judas, el que le entregó, al ver que había sido condenado,
movido por el remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los
príncipes de los sacerdotes y ancianos, [4] diciendo: He
pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿A nosotros qué
nos importa?; tú verás. [5] Y, arrojando las monedas de plata
en el Templo, fue y se ahorcó. [6] Los príncipes de los
sacerdotes recogieron las monedas de plata y dijeron: No es lícito
echarlas al tesoro del Templo, porque son precio de sangre. [7]
Y habiéndolo deliberado en consejo, compraron con ellas el campo del
Alfarero para sepultura de los peregrinos; [8] por lo cual ese
campo se ha llamado, hasta el día de hoy, campo de Sangre. [9]
Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Y tomaron las
treinta monedas de plata, precio en que fue valorado aquel a quien tasaron
los hijos de Israel; [10] y las dieron para el campo del
alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.
[11]
Jesús, pues, estaba en pie ante el procurador. El procurador le
interrogó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Jesús le respondió: Tú lo
dices. [12] Y aunque lo acusaban los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos, nada respondió. [13] Entonces
Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti? [14]
Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador
quedó admirado en extremo.
[15]
En el día de la fiesta, el procurador tenía costumbre de soltar un preso
al pueblo; el que quisieran. [16] Había por aquel entonces un
preso famoso llamado Barrabás. [17] Estando, pues, reunidos,
les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a
Jesús, el llamado Cristo?; [18] pues sabía que le habían
entregado por envidia.
[19]
Mientras estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: No te
mezcles en el asunto de ese justo; pues hoy en sueños he sufrido mucho
por causa suya. [20] Entretanto, los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidiese a
Barrabás e hiciese morir a Jesús. [21] El procurador les
preguntó: ¿A quién de los dos queréis que os suelte? Ellos
respondieron: A Barrabás. [22] Pilato les dijo: ¿Y qué haré
con Jesús, el llamado Cristo? Todos contestaron: ¡Sea crucificado! [23]
Les preguntó: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte:
¡Sea crucificado!
[24]
Al ver Pilato que no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más,
tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: Soy inocente de
esta sangre; vosotros veréis. [25] Y todo el pueblo gritó:
¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! [26]
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho
azotar, se lo entregó para que fuera crucificado.
[27]
Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y
reunieron en torno a él a toda la cohorte. [28] Le desnudaron,
le pusieron una túnica roja [29] y, trenzando una corona de
espinas, se la pusieron en la cabeza, y en su mano derecha una caña; se
arrodillaban ante él y se burlaban diciendo: Salve, Rey de los Judíos.
[30]
Le escupían y, quitándole la caña, le golpeaban en la cabeza. [31]
Después de reírse de él, le despojaron de la túnica, le pusieron sus
vestidos y le llevaron a crucificar.
[32]
Cuando salían encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le
forzaron a que llevara su cruz. [33] Llegaron al lugar llamado
Gólgota, esto es, lugar del Calvario. [34] Y le dieron a beber
vino mezclado con hiel; y, una vez probado, no quiso beber. [35]
Después de crucificarle, repartieron sus ropas, echándolas a suerte. [36]
Y sentándose le custodiaban allí. [37] Pusieron escrita sobre
su cabeza la causa de su condena: Este es Jesús, el Rey de los Judíos. [38]
También crucificaron con él a dos ladrones: uno a la derecha y otro a la
izquierda.
[39]
Los que pasaban le injuriaban moviendo la cabeza [40] y
diciendo: Tú que destruyes el Templo y en tres días lo edificas de
nuevo, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. [41]
Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban a una con los
escribas y ancianos, y decían: [42] Salvó a otros, y a sí
mismo no puede salvarse; es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y
creeremos en él; [43] confió en Dios, que le salve ahora si
le quiere de verdad, pues dijo: Soy Hijo de Dios. [44] De la
misma manera, también le insultaban los ladrones que habían sido
crucificados con él.
[45]
Se oscureció toda la tierra desde la hora sexta hasta la hora nona. [46]
Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz: Elí, Elí, lemá
sabacthaní?, es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? [47] Algunos de los allí presentes, al oírlo,
decían: Este llama a Elías. [48] E inmediatamente uno de
ellos corrió y, tomando una esponja, la empapó en vinagre, la puso en
una caña y se lo dio a beber. [49] Los demás decían:
¡Déjalo! Veamos si viene Elías a salvarle. [50] Pero Jesús,
dando de nuevo una fuerte voz, entregó el espíritu.
[51]
Y al momento, el velo del Templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo,
y la tierra tembló y las piedras se partieron; [52] se
abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían
muerto, resucitaron. [53] Y saliendo de los sepulcros después
de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a
muchos. [54] El centurión y los que estaban con él
custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de
un gran temor y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios. [55]
Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para servirle. [56] Entre ellas
estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre
de los hijos de Zebedeo.
[57]
Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también
se había hecho discípulo de Jesús. [58] Este se presentó a
Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, entonces, ordenó que se
lo entregaran. [59] Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en
una sábana limpia [60] y lo puso en el sepulcro suyo, que era
nuevo y había mandado excavar en la roca; e hizo arrimar una gran piedra
a la puerta del sepulcro y se marchó. [61] Estaban allí
María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.
[62]
Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los
sacerdotes y los fariseos ante Pilato [63] y le dijeron:
Señor, nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer
día resucitaré. [64] Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta
el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al
pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura
peor que la primera. [65] Pilato les respondió: Ahí tenéis
la guardia; id y custodiad como sabéis. [66] Ellos marcharon y
aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
RESURRECCIÓN
DE JESÚS
Capítulo
28
[1]
Pasado el sábado, al alborear el día primero de la semana, fueron María
Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. [2] Y he aquí
que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del
Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. [3]
Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. [4]
Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos.
[5] El ángel tomó la palabra y dijo a las mujeres: No temáis
vosotras; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. [6] No
está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid, ved el sitio
donde estaba puesto. [7] Marchad en seguida y decid a sus
discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de
vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo dije.
[8]
Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y gran alegría, y
corrieron a dar la noticia a los discípulos. [9] De pronto
Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron,
abrazaron sus pies y le adoraron. [10] Entonces Jesús les
dijo: No temáis; id y anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea: allí
me verán.
[11]
Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y
comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. [12]
Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena
suma de dinero a los soldados [13] con el encargo de decir: Sus
discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. [14]
Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y
cuidaremos de vuestra seguridad. [15] Ellos tomaron el dinero y
actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor
entre los judíos hasta el día de hoy.
[16]
Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. [17] Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. [18]
Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y
en la tierra. [19] Id, pues, y haced discípulos a todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; [20] y enseñándoles a guardar todo cuanto os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo.
|
Evangelio
de San Marcos
PREPARACIÓN DEL MINISTERIO DE JESÚS
Capítulo
1
Ministerio
de Juan Bautista
[1]
Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. [2] Como
está escrito en el profeta Isaías: He aquí que yo envío a mi
mensajero, para que te preceda, y prepare tu camino. [3] Voz
del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas. [4] Apareció Juan Bautista en el desierto predicando
un bautismo de penitencia para perdón de los pecados. [5] Y
acudía a él toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén,
y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. [6]
Juan llevaba un vestido de pelos de camello y un ceñidor de cuero a la
cintura, y comía langostas y miel silvestre. [7] Y predicaba
diciendo: Después de mí viene el que es más poderoso que yo, ante quien
yo no soy digno de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. [8]
Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo.
Bautismo
de Jesús
[9]
Y sucedió que en aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y
fue bautizado por Juan en el Jordán. [10] Y nada más salir
del agua vio los Cielos abiertos y al Espíritu que, en forma de paloma,
descendía sobre él; [11] y sobrevino una voz desde los
Cielos: Tú eres el Hijo mío, el Amado, en ti me he complacido.
[12]
Enseguida el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. [13] Y
estuvo en el desierto cuarenta días mientras era tentado por Satanás;
estaba con los animales, y los ángeles le servían.
COMIENZOS
DEL MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
[14]
Después de haber sido apresado Juan, llegó Jesús a Galilea predicando
el Evangelio de Dios, [15] y diciendo: El tiempo se ha cumplido
y está cerca el Reino de Dios; haced penitencia y creed en el Evangelio.
[16]
Y, al pasar junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano
de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. [17]
Y les dijo Jesús: Seguidme, y os haré pescadores de hombres. [18]
Y, al instante, dejaron las redes y le siguieron. [19] Y
avanzando un poco, vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan, su hermano, que
remendaban las redes en la barca. [20] Y enseguida los llamó.
Y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron
tras él.
[21]
Entran en Cafarnaún; y, al llegar el sábado, fue a la sinagoga y enseñaba.
[22] Y quedaban admirados de su doctrina, pues les enseñaba
como quien tiene potestad y no como los escribas. [23] Se
encontraba entonces en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu
inmundo, [24] y decía a gritos: ¿Qué hay entre nosotros y tú,
Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú: el Santo
de Dios! [25] Y Jesús le conminó diciendo: Calla, y sal de él.
[26] Entonces, el espíritu inmundo, zarandeándolo y dando una
gran voz, salió de él. [27] Y se quedaron todos estupefactos,
de modo que se preguntaban entre sí diciendo: ¿Qué es esto? Una
doctrina nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus inmundos y le
obedecen. [28] Y su fama corrió pronto por doquier en toda la
región de Galilea.
[29]
En cuanto salieron de la sinagoga, fueron a la casa de Simón y de Andrés,
con Santiago y Juan. [30] La suegra de Simón estaba acostada
con fiebre, y enseguida le hablan de ella. [31] Acercándose,
la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre y se puso a
servirles.
[32]
Al atardecer, cuando se puso el sol, llevaban hasta él a todos los
enfermos y a los endemoniados; [33] y estaba toda la ciudad
agolpada junto a la puerta. [34] Y curó a muchos que padecían
diversas enfermedades, y expulsó a muchos demonios, y no les dejaba
hablar, porque sabían quién era.
[35]
De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar
solitario, y allí oraba. [36] Salió a buscarle Simón y los
que estaban con él; [37] y, cuando lo encontraron, le dijeron:
Todos te buscan. [38] Y les dijo: Vayamos a otra parte, a las
aldeas próximas, para que predique también allí, pues para esto he
venido. [39] Y pasó por toda Galilea predicando en sus
sinagogas y expulsando a los demonios.
[40]
Y vino hacia él un leproso que, rogándole de rodillas, le decía: Si
quieres, puedes limpiarme. [41] Y compadecido, extendió la
mano, le tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. [42] Y al
momento desapareció de él la lepra y quedó limpio. [43] Le
conminó y enseguida lo despidió, [44] diciéndole: Mira, no
digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio. [45]
Sin embargo, una vez que se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la
noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ciudad
alguna, sino que se quedaba fuera, en lugares apartados. Pero acudían a
él de todas partes.
Capítulo
2
[1]
Y, al cabo de unos días, entró de nuevo en Cafarnaún. Se supo que
estaba en casa, [2] y se juntaron tantos que ni siquiera ante
la puerta había ya sitio; y les predicaba la palabra. [3]
Entonces vienen trayéndole un paralítico, que era transportado por
cuatro. [4] Y al no poder llevarlo hasta él por causa del gentío,
levantaron la techumbre por el sitio en donde se encontraba y, después de
hacer un agujero, descuelgan la camilla en la que yacía el paralítico. [5]
Al ver Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te
son perdonados.
[6]
Estaban allí sentados algunos de los escribas, y pensaban en sus
corazones: [7] ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios? [8] Y enseguida,
conociendo Jesús en su espíritu que pensaban de este modo dentro de sí,
les dice: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? [9]
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: tus pecados te son
perdonados; o decir: levántate, toma tu camilla y anda? [10]
Pues, para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra el poder
de perdonar los pecados `se dirige al paralítico`: [11] A ti
te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. [12] Y
se levantó y, tomando al instante la camilla, salió en presencia de
todos, de manera que todos quedaron admirados y dieron gloria a Dios
diciendo: Nunca vimos cosa igual.
Vocación
de Mateo
[13]
Y se fue otra vez a la orilla del mar. Y toda la muchedumbre iba hacia él,
y les enseñaba. [14] Al pasar, vio a Leví el de Alfeo sentado
en el telonio, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. [15]
Y ocurrió que, estando a la mesa en casa de éste, se sentaron con Jesús
y sus discípulos muchos publicanos y pecadores, pues eran muchos y le
seguían. [16] Los escribas de los fariseos, viendo que comía
con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come con
los publicanos y pecadores? [17] Al oír Jesús esto, les dijo:
No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido
a llamar a los justos, sino a los pecadores.
[18]
Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron a
decirle: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan
y, en cambio, tus discípulos no ayunan? [19] Jesús les
respondió: ¿Acaso pueden ayunar los convidados a la boda, mientras el
esposo está con ellos? Durante el tiempo en que tienen al esposo con
ellos no pueden ayunar. [20] Días vendrán en que el esposo
les será arrebatado; entonces, en aquellos días, ayunarán. [21]
Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo; pues de otro modo
la pieza tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón
peor. [22] Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues de lo
contrario, el vino rompe los odres, y se pierden el vino y los odres; por
eso, el vino nuevo se echa en odres nuevos.
[23]
Un sábado pasaba el Señor por los sembrados, y sus discípulos iban
delante desgranando espigas. [24] Los fariseos le decían:
Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? [25] Y
les dice: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando se vio
necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? [26]
¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo Sacerdote, y
comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a
los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él? [27]
Y les decía: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el
sábado. [28] Por tanto, el Hijo del Hombre es señor hasta del
sábado.
Capítulo
3
[1]
De nuevo entró en la sinagoga, donde se encontraba un hombre que tenía
la mano seca. [2] Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado,
para acusarle. [3] Y dice al hombre que tenía la mano seca:
Ponte en medio. [4] Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer
el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Ellos permanecían callados.
[5] Entonces, mirándolos con ira, entristecido por la ceguera
de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió, y su
mano quedó curada. [6] Al salir, los fariseos, junto con los
herodianos, celebraron enseguida una reunión contra él, para ver cómo
perderle.
[7]
Jesús con sus discípulos se alejó hacia el mar. Y le siguió una gran
muchedumbre de Galilea y de Judea; [8] también de Jerusalén,
de Idumea, de más allá del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de
Sidón, vino hacia él una gran multitud al oír las cosas que hacía. [9]
Y dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por
causa de la muchedumbre, para que no le oprimiesen; [10] porque
sanaba a tantos, que se le echaban encima para tocarle todos los que tenían
enfermedades. [11] Los espíritus inmundos, cuando lo veían,
se arrojaban a sus pies y gritaban diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. [12]
Y les ordenaba con energía que no le descubriesen.
[13]
Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron junto a él. [14]
Y eligió a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar [15]
con poder de expulsar demonios. [16] Y formó el grupo de los
doce: a Simón, a quien puso el nombre de Pedro; [17] y a
Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes llamó
Boanerges, esto es, «Hijos del trueno»; [18] y a Andrés y
Felipe, y a Bartolomé y Mateo, y a Tomás y Santiago el de Alfeo, y a
Tadeo y Simón Cananeo, [19] y a Judas Iscariote, el que lo
entregó.
[20]
Entonces llega a casa; y se vuelve a juntar la muchedumbre, de manera que
no podían ni siquiera comer. [21] Al enterarse sus parientes
fueron a llevárselo, porque decían que había perdido el juicio.
Calumnia
de los escribas
[22]
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebul,
y en virtud del príncipe de los demonios arroja a los demonios. [23]
Y convocándolos les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar
a Satanás? [24] Si un reino está dividido en su interior, no
puede mantenerse en pie aquel reino; [25] y si una casa está
dividida en su interior, no podrá mantenerse en pie aquella casa. [26]
Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido
y no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. [27]
Pues nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, a no
ser que antes ate al fuerte; entonces podrá saquear su casa.
[28]
En verdad os digo que se perdonarán a los hijos de los hombres todos los
pecados y cuantas blasfemias profieran; [29] pero quien
blasfeme contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que será
reo de delito eterno. [30] Porque ellos decían: Tiene un espíritu
inmundo.
[31]
Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo. [32]
Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen: Mira, tu
madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera. [33] Y, en
respuesta, les dice: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? [34]
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: Ved aquí a mi
madre y mis hermanos. [35] Porque quien haga la voluntad de
Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
PARÁBOLAS
DEL REINO DE DIOS
Capítulo
4
[1]
De nuevo comenzó a enseñar a la orilla del mar. Y se reunió junto a él
tan gran muchedumbre, que tuvo que subir a sentarse en una barca, en el
mar; mientras, toda la muchedumbre permanecía en tierra, a la orilla del
mar. [2] Les explicaba en parábolas muchas cosas, y les decía
en su enseñanza: [3] Escuchad: he aquí que salió el
sembrador a sembrar. [4] Y ocurrió que, al arrojar la semilla,
parte cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. [5]
Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra, y brotó
pronto, por no ser hondo el suelo; [6] pero cuando salió el
sol se agostó, y se secó porque no tenía raíz. [7] Otra
parte cayó entre espinos, y crecieron los espinos y la sofocaron, y no
dio fruto. [8] Y otra cayó en tierra buena, y daba fruto: crecía
y se desarrollaba; y producía el treinta por uno, el sesenta por uno y el
ciento por uno. [9] Y decía: El que tenga oídos para oír,
que oiga.
[10]
Y cuando se quedó solo, los que le acompañaban junto con los doce le
preguntaron por el significado de las parábolas. [11] Y les
decía: A vosotros se os ha transmitido el misterio del Reino de Dios; en
cambio, a los que están fuera todo se les anuncia en parábolas, [12]
de modo que los que miran miren y no vean, y los que oyen oigan pero no
entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.
[13]
Y les dice: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo podréis entender
las demás parábolas? [14] El que siembra, siembra la palabra.
[15] Los que están junto al camino donde se siembra la palabra
son aquellos que, aun cuando la oigan, al instante viene Satanás y
arrebata la palabra sembrada en ellos. [16] Los que reciben la
semilla sobre terreno rocoso son aquellos que, cuando oyen la palabra, al
momento la reciben con alegría, [17] pero no tienen raíz en sí
mismos, sino que son inconstantes; y después, al venir una tribulación o
persecución por causa de la palabra, se escandalizan en seguida. [18]
Hay otros que reciben la semilla entre espinos: son aquellos que han oído
la palabra, [19] pero las preocupaciones de este mundo, la
seducción de las riquezas y los apetitos de las demás cosas les asedian,
sofocan la palabra y queda estéril. [20] Y los que han
recibido la semilla sobre la tierra buena, son aquellos que oyen la
palabra, la reciben y dan fruto: el treinta por uno, el sesenta por uno y
el ciento por uno.
[21]
Y les decía: ¿Acaso se enciende la lámpara para ponerla debajo del
celemín o debajo de la cama? ¿No se pone en el candelero? [22]
Pues no hay cosa escondida que no haya de saberse, ni hecho oculto que no
haya de ser manifiesto. [23] Si alguno tiene oídos para oír,
que oiga.
[24]
Y les decía: Prestad atención a lo que oís. Con la medida con que midáis,
se os medirá, y aun se os añadirá. [25] Porque al que tiene,
se le dará; y al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará.
[26]
Y decía: El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla
sobre la tierra, [27] y duerma o vele noche y día, la semilla
nace y crece, sin que él sepa cómo. [28] Porque la tierra
produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga, y por fin trigo
maduro en la espiga. [29] Y en cuanto está a punto el fruto,
en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega. [30] Y decía:
¿A qué asemejaremos el Reino de Dios?, o ¿con qué parábola lo
compararemos? [31] Es como un grano de mostaza que, cuando se
siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en
la tierra; [32] pero, una vez sembrado, crece y se hace mayor
que todas las hortalizas, y echa ramas grandes, de manera que los pájaros
del cielo puedan anidar bajo su sombra.
[33]
Y con muchas parábolas semejantes les anunciaba la palabra, conforme a lo
que podían entender; [34] no les hablaba sino en parábolas.
Pero a solas, explicaba todo a sus discípulos.
MILAGROS
Y ACTIVIDADES DE JESÚS EN GALILEA
[35]
Aquel día, llegada la tarde, les dice: Crucemos al otro lado. [36]
Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como se
encontraba, y le acompañaban otras barcas. [37] Y se levantó
una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, de
manera que se inundaba la barca. [38] El estaba en la popa
durmiendo sobre un cabezal; entonces lo despiertan, y le dicen: Maestro,
¿no te importa que perezcamos? [39] Y levantándose, increpó
al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y se calmó el viento, y se
produjo una gran bonanza. [40] Entonces les dijo: ¿Por qué
tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? [41] Y se llenaron de
gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el
viento y el mar le obedecen?
Capítulo
5
[1]
Y llegaron a la orilla del mar, a la región de los gerasenos. [2]
Al salir de la barca, en seguida le salió al encuentro desde los
sepulcros un hombre poseído por un espíritu inmundo, [3] que
vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con
cadenas; [4] porque había estado muchas veces atado con
grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y
nadie podía dominarlo. [5] Y se pasaba las noches enteras y
los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con
piedras. [6] Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró
ante él; [7] y, gritando con gran voz, dijo: ¿Qué tengo que
ver contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me
atormentes. [8] Porque le decía: Sal, espíritu inmundo, de
este hombre. [9] Y le preguntaba: ¿Cuál es tu nombre? Le
contestó: Mi nombre es legión, porque somos muchos. [10] Y le
suplicaba con insistencia que no lo expulsara fuera de la región.
[11]
Había allí junto al monte una gran piara de cerdos paciendo. [12]
Y le suplicaron diciendo: Envíanos a los cerdos, para que entremos en
ellos. [13] Y se lo permitió. Y, saliendo los espíritus
inmundos, entraron en los cerdos; y con gran ímpetu la piara, alrededor
de dos mil, corrió por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando.
[14] Los porqueros echaron a correr, y contaron por la ciudad y
los campos lo sucedido. Y acudieron a ver qué había ocurrido. [15]
Y llegaron junto a Jesús, y vieron al que había estado endemoniado,
sentado, vestido y en su sano juicio; y se quedaron asustados. [16]
Los que lo habían presenciado les contaron lo que había sucedido con el
que había estado poseído por el demonio y con los cerdos. [17]
Y comenzaron a rogarle que se alejase de su región. [18] Y al
subir en la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba quedarse
con él; [19] pero no lo admitió, sino que le dijo: Vete a tu
casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho contigo, y
cómo ha tenido misericordia de ti. [20] Se fue y comenzó a
proclamar en la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos se
admiraban.
[21]
Y habiendo cruzado de nuevo Jesús en la barca hasta la otra orilla, se
reunió una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al
mar. [22] Viene uno de los jefes de la sinagoga, de nombre
Jairo, y, al verlo, se postra a sus pies, [23] y le suplica con
insistencia diciendo: Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos
sobre ella para que se salve y viva. [24] Se fue con él, y le
seguía la muchedumbre, que le apretujaba.
[25]
Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, [26]
y que había sufrido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos
sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba del mal en peor, [27]
cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó
su vestido; [28] porque decía: Si pudiera tocar, aunque sólo
fuera su manto, quedaré sana. [29] En el mismo instante se secó
la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la
enfermedad. [30] Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo
la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha
tocado mis vestidos? [31] Y le decían sus discípulos: Ves que
la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? [32] Y
miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. [33]
La mujer, asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se
acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. [34]
El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada
de tu dolencia.
[35]
Todavía estaba él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la
sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas ya al Maestro?
[36] Jesús, al oír lo que hablaban, dice al jefe de la
sinagoga: No temas, tan sólo ten fe. [37] Y no permitió que
nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
[38] Llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el
alboroto, y a los que lloraban y a las plañideras. [39] Y al
entrar, les dice: ¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no
ha muerto, sino que duerme. [49] Y se reían de él. Pero él,
haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a
los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. [41] Y
tomando la mano de la niña, le dice: Talita qum, que significa: Niña, a
ti te digo, levántate. [42] Y en seguida la niña se levantó
y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro. [43]
Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a
la niña.
Capítulo
6
[1]
Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. [2]
Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los
oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué
sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus
manos? [3] ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y
hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no
viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él. [4] Y
les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria,
entre sus parientes y en su casa. [5] Y no podía hacer allí
ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las
manos. [6] Y se asombraba por causa de la incredulidad de
ellos.
VIAJE
DE JESÚS CON SUS APÓSTOLES
Y
recorría las aldeas de los contornos enseñando.
[7]
Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles
potestad sobre los espíritus inmundos. [8] Y les mandó que no
llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa,
sino solamente un bastón; [9] y que fueran calzados con
sandalias y no llevaran dos túnicas. [10] Y les decía: Si
entráis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar. [11]
Y si en algún sitio no os reciben ni os escuchan, al salir de allí
sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. [12]
Y habiendo marchado, predicaron que hicieran penitencia; [13] y
expulsaban muchos demonios, y ungían con óleo a muchos enfermos y los
curaban.
[14]
Llegó esto a oídos del rey Herodes, pues su nombre se había hecho
famoso, y decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y
por eso tiene poder de hacer milagros. [15] Otros decían: Es
Elías. Otros, en fin, decían: Es un profeta, igual que los demás
profetas. [16] Pero cuando lo oyó Herodes decía: Este es
Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.
[17]
En efecto, el propio Herodes había mandado prender a Juan y le había
encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano
Filipo, a la cual Herodes había tomado como mujer. [18] Juan
decía a Herodes: No te es lícito tener a la mujer de tu hermano. [19]
Herodías le odiaba y quería matarlo, pero no podía: [20]
porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un varón justo y santo, y
le protegía; y al oírlo tenía muchas dudas, pero le escuchaba con
gusto. [21] Cuando llegó un día propicio, en el que Herodes
por su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los
principales de Galilea, [22] entró la hija de la propia
Herodías,
bailó y gustó a Herodes y a los que con él estaban a la mesa. Dijo el
rey a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. [23] Y
le juró varias veces: Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la
mitad de mi reino. [24] Y, saliendo, dijo a su madre: ¿Qué he
de pedir? Ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista. [25] Y al
instante, entrando deprisa donde estaba el rey, pidió así: Quiero que en
seguida me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. [26]
El rey se entristeció; pero, a causa del juramento y de los comensales,
no quiso contrariarla; [27] y, enviando un verdugo, el rey mandó
traer su cabeza. Aquél marchó y lo decapitó en la cárcel, [28]
y trajo su cabeza en una bandeja, y la dio a la muchacha, y la muchacha la
entregó a su madre. [29] Cuando se enteraron sus discípulos,
vinieron, tomaron su cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.
[30]
Reunidos los apóstoles con Jesús, le contaron todo lo que habían hecho
y enseñado. [31] Y les dice: Venid vosotros solos a un lugar
apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían,
y ni siquiera tenían tiempo para comer. [32] Se marcharon,
pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos.
[33]
Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron; fueron allá a pie
desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. [34] Al
desembarcar, vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión,
porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas
cosas. [35] Y cuando ya se hizo muy tarde, se acercaron sus
discípulos y le dijeron: El lugar es desierto y la hora es ya avanzada; [36]
despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos de alrededor, y compren
algo de comer. [37] Y les respondió: Dadles vosotros de comer.
Y le dicen: ¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para
darles de comer? [38] El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id
a verlo. Y habiéndolo visto, dicen: Cinco, y dos peces. [39]
Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba
verde. [40] Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. [41]
Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo,
pronunció la bendición, partió los panes y los daba a sus discípulos
para que los distribuyesen; también repartió los dos peces para todos. [42]
Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. [43] Y
recogieron doce cestos llenos de los trozos de pan y de los peces. [44]
Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.
[45]
Y en seguida hizo subir a sus discípulos a la barca, y que se adelantaran
a la otra orilla junto a Betsaida, mientras él despedía a la multitud. [46]
Y después de despedirlos, se retiró al monte a orar. [47]
Cuando se hizo de noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en
tierra. [48] Y viéndoles remar con gran fatiga, pues el viento
les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche viene a ellos
andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo. [49]
Ellos, cuando lo vieron caminando sobre el mar, pensaron que era un
fantasma y gritaron. [50] Todos, en efecto, le vieron y se
asustaron. El habló en seguida con ellos, y les dijo: Tened confianza,
soy yo, no temáis. [51] Y
subió con ellos a la barca y cesó el viento. Entonces se quedaron mucho
más asombrados; [52] pues no habían entendido lo de los
panes, porque su corazón estaba embotado.
[53]
Y terminada la travesía hasta la costa, llegaron a Genesaret y atracaron.
[54] Cuando bajaron de la barca, al momento lo reconocieron. [55]
Y recorriendo toda aquella región, a donde oían que estaba él le traían
sobre las camillas a todos los que se encontraban mal. [56] Y
adondequiera que entraba, en pueblos, o en ciudades, o en aldeas,
colocaban a los enfermos en las plazas, y le suplicaban que les dejase
tocar al menos el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban
sanos.
Capítulo
7
[1]
Se acercaron a él los fariseos y algunos escribas que habían llegado de
Jerusalén, [2] y vieron a algunos de sus discípulos que comían
los panes con manos impuras, es decir, sin lavar. [3] Pues los
fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas
veces, observando la tradición de los antiguos; [4] y cuando
llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas
que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras,
de las vasijas de cobre y de los lechos. [5] Le preguntaban,
pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se
comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan
con manos impuras? [6] El les respondió: Bien profetizó Isaías
de vosotros los hipócritas, como está escrito:
Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. [7]
En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos
humanos.
[8]
Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los
hombres. [9] Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento
de Dios, para guardar vuestra tradición! [10] Porque Moisés
dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la
madre, sea reo de muerte. [11] Vosotros, en cambio, decís: Si
un hombre dice al padre o a la madre: Lo que de mi parte pudieras recibir
sea Corbán, que significa ofrenda, [12] ya no le permitís
hacer nada por el padre o por la madre; [13] con ello anuláis
la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis
establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas.
[14]
Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Escuchadme todos y
entended: [15] Nada hay fuera del hombre que, al entrar en él,
pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que
hacen impuro al hombre.
[17]
Y cuando entró en casa, alejado ya de la muchedumbre, sus discípulos le
preguntaban el sentido de la parábola. [18] Y les dice: ¿Así
que también vosotros sois incapaces de entender? ¿No sabéis que todo lo
que entra en el hombre desde fuera no puede hacerlo impuro, [19]
porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a la cloaca? De
este modo declaraba puros todos los alimentos. [20] Pues decía:
Lo que sale del hombre, eso hace impuro al hombre. [21] Porque
del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos,
fornicaciones, hurtos, homicidios, [22] adulterios, codicias,
maldades, fraude, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez.
[23] Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen
impuro al hombre.
[24]
Y partiendo de allí se fue hacia la región de Tiro y de Sidón. Y
habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo
permanecer oculto. [25] Al punto, en cuanto oyó hablar de él
una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, entró y se postró a sus
pies. [26] La mujer era griega, sirofenicia de origen. Y le
rogaba que expulsara de su hija al demonio. [27] Y le dijo:
Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de
los hijos y echárselo a los perrillos. [28] Ella respondió
diciendo: Señor, también los perrillos comen debajo de la mesa las
migajas de los hijos. [29] Y le dijo: Por esto que has dicho,
vete, el demonio ha salido de tu hija. [30] Y al regresar a su
casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había
salido.
[31]
De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia
el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. [32]
Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. [33]
Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con
saliva tocó su lengua; [34] y mirando al cielo, dio un
suspiro, y le dice: Effetha, que significa: ábrete. [35] Al
instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua
y hablaba correctamente. [36] Y les ordenó que no lo dijeran a
nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; [37]
y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a
los sordos y hablar a los mudos.
Capítulo
8
[1]
En aquellos días, reunida de nuevo una gran muchedumbre que no tenía qué
comer, llamando a los discípulos les dice: [2] Siento profunda
compasión por la muchedumbre, porque ya hace tres días que permanecen
junto a mí y no tienen qué comer; [3] y si los despido en
ayunas a sus casas desfallecerán en el camino, pues algunos han venido
desde lejos. [4] Y le respondieron sus discípulos: ¿Quién
podrá abastecerlos de pan aquí, en el desierto? [5] Les
preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. [6]
Y ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomando los siete
panes, después de dar gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos
para que los distribuyeran; y los distribuyeron a la muchedumbre. [7]
Tenían también unos pocos pececillos; después de bendecirlos, mandó
que los distribuyeran. [8] Y comieron y quedaron satisfechos, y
recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. [9] Los que
habían comido eran alrededor de cuatro mil, y los despidió.
[10]
Y subiendo en seguida a la barca con sus discípulos, se fue hacia la
parte de Dalmanuta.
[11]
Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal
del cielo para tentarle. [12] Suspirando desde lo más íntimo,
dijo: ¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad os digo que a
esta generación no se le dará señal alguna. [13] Y dejándolos,
subió de nuevo a la barca y se fue a la otra orilla.
[14]
Se olvidaron de tomar panes y no tenían consigo en la barca más que un
pan. [15] Y les advertía diciendo: Estad alerta y guardaos de
la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. [16]
Ellos comentaban entre sí que no tenían pan. [17] Al darse
cuenta Jesús, les dice: ¿Qué andáis comentando de que no tenéis pan?
¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis embotado vuestro corazón?
[18] ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os
acordáis de [19] cuántos cestos llenos de trozos recogisteis,
cuando partí los cinco panes para cinco mil? Le respondieron: Doce. [20]
Y cuando los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas
de trozos recogisteis? Le contestaron: Siete. [21] Y les decía:
¿No entendéis aún?
[22]
Llegan a Betsaida y le traen un ciego suplicándole que lo toque. [23]
Tomando de la mano al ciego lo sacó fuera de la aldea, y poniendo saliva
en sus ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? [24]
Y alzando la mirada dijo: Veo a los hombres como árboles que andan. [25]
Después puso otra vez las manos sobre sus ojos, y comenzó a ver y quedó
curado, de manera que veía con claridad todas las cosas. [26]
Y lo envió a su casa diciendo: No entres ni siquiera en la aldea.
[27]
Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y
en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que
soy yo? [28] Ellos le respondieron: Unos que Juan el Bautista,
otros que Elías y otros que uno de los profetas. [29] Entonces
él les pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo
Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. [30] Y les ordenó que no
hablasen a nadie sobre esto.
[31]
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser
rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los
escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. [32]
Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a
reprenderle. [33] Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos,
increpó a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás!, porque no
sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.
[34]
Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo: Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
[35] Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el
que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. [36]
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? [37]
O, ¿qué dará el hombre a cambio de su vida? [38] Porque si
alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera
y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando
venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles.
Capítulo
9
[1]
Y les decía: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que
no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios que ha llegado con
poder.
[2]
Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y
los llevó a ellos solos aparte a un monte alto, y se transfiguró ante
ellos. [3] Sus vestidos se volvieron resplandecientes y muy
blancos; tanto que ningún batanero en la tierra puede dejarlos así de
blancos. [4] Y se les aparecieron Elías y Moisés, y
conversaban con Jesús. [5] Tomando Pedro la palabra, dice a
Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías. [6] Pues no sabía lo
que decía, porque estaban llenos de temor. [7] Entonces se
formó una nube que los cubrió, y se oyó una voz desde la nube que decía:
Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle. [8] Y luego, mirando a
su alrededor, ya no vieron a nadie, sino solo a Jesús con ellos.
[9]
Mientras bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían
visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. [10]
Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de
resucitar de entre los muertos. [11] Y le hacían esta
pregunta: ¿Por qué dicen los fariseos y los escribas que Elías debe
venir primero? [12] El les respondió: Elías vendrá antes y
restablecerá todas las cosas; pero, ¿cómo está escrito del Hijo del
Hombre que padecerá mucho y será despreciado? [13] Sin
embargo, yo os digo que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que
quisieron, según está escrito de él.
[14]
Al llegar junto a los discípulos vieron una gran muchedumbre que les
rodeaba, y unos escribas que discutían con ellos. [15] En
seguida, al verle, todo el pueblo se quedó sorprendido, y acudían
corriendo a saludarle. [16] Y él les preguntó: ¿Qué discutíais
entre vosotros? [17] A lo que respondió uno de la muchedumbre:
Maestro, te he traído a mí hijo, que tiene un espíritu mudo; [18]
y en cualquier sitio que se apodera de él, lo tira al suelo, le hace
echar espuma y rechinar los dientes y lo deja rígido. Pedí a tus discípulos
que lo expulsaran, pero no han podido. [19] El les contestó:
¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre
vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! [20]
Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, agitó
violentamente al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espuma. [21]
Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Le
contestó: Desde muy niño; [22] y muchas veces lo ha arrojado
al fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos,
compadecido de nosotros. [23] Y Jesús le dijo: ¡Si puedes...!
¡Todo es posible para el que cree! [24] En seguida el padre
del niño exclamó: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. [25]
Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu inmundo
diciéndole: ¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y ya no
vuelvas a entrar en él! [26] Y gritando y agitándole
violentamente salió; y quedó como muerto, de manera que muchos decían:
Ha muerto. [27] Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó
y se mantuvo en pie.
[28]
Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas: ¿Por qué
nosotros no hemos podido expulsarlo? [29] Y les respondió:
Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración.
[30]
Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no quería que nadie lo
supiese; [31] pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía:
El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán,
y después de muerto resucitará a los tres días. [32] Pero
ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle.
[33]
Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué
discutíais por el camino? [34] Pero ellos callaban, porque en
el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. [35]
Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: Si alguno quiere ser
el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. [36]
Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: [37]
El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien
me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.
[38]
Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre
y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. [39] Jesús
contestó: No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en
mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: [40] el
que no está contra nosotros, está con nosotros. [41] Y
cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois
de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
[42]
Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le
vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un
asno, y sea arrojado al mar.
[43]
Y si tu mano te escandaliza, córtala: más te vale entrar manco en la
Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible.
[45]
Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la
Vida que con los dos pies ser arrojado a la gehena del fuego
inextinguible.
[47]
Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el
Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, [48]
donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. [49] Porque
todos serán salados con fuego. [50] Buena es la sal; pero si
la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros
sal y tened paz unos con otros.
HACIA
JUDEA Y JERUSALÉN
Capítulo
10
[1]
Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán;
y otra vez se congregó ante él la multitud y, como era su costumbre, de
nuevo les enseñaba. [2] Se acercaron entonces unos fariseos
que le preguntaban, para tentarle, si es lícito al marido repudiar a su
mujer. [3] El les respondió: ¿Qué os mandó Moisés? [4]
Ellos dijeron: Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y
despedirla. [5] Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro
corazón os escribió este precepto. [6] Pero en el principio
de la creación los hizo Dios varón y hembra: [7] por esto
dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, [8]
y serán los dos una sola carne; de modo que ya no son dos, sino una sola
carne. [9] Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
[10] Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a
preguntarle sobre esto. [11] Y les dice: Cualquiera que repudie
a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; [12]
y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
[13]
Le presentaban unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos
les reñían. [14] Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: Dejad
que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis, porque de éstos
es el Reino de Dios. [15] En verdad os digo: quien no reciba el
Reino de Dios como un niño, no entrará en él. [16] Y abrazándolos,
los bendecía imponiéndoles las manos.
[17]
Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado
ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir
la vida eterna? [18] Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. [19] Ya conoces los
mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás
falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.
[20]
El respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. [21]
Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa
te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un
tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. [22] Pero él,
afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.
[23]
Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícilmente
entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! [24] Los
discípulos quedaron impresionados por sus palabras. Y hablándoles de
nuevo, dijo: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! [25]
Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico
entrar en el Reino de Dios. [26] Y ellos se asombraban aún más
diciéndose unos a otros: Entonces, ¿quién podrá salvarse? [27]
Jesús, fijándose en ellos, dijo: Para los hombres esto es imposible,
pero no para Dios; pues para Dios todo es posible.
[28]
Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido. [29] Jesús respondió: En verdad os digo que no
hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre,
o hijos o campos por mí y por el Evangelio, [30] no reciba en
esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y
campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. [31]
Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.
[32]
Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban
admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los
doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: [33] Mirad
que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes
de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los gentiles; [34] se burlarán de él, le escupirán, lo
azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.
[35]
Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole:
Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. [36]
El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: Concédenos
sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. [38]
Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que
yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? [39] Y
ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que
yo bebo, y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; [40]
pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo,
sino que es para quienes está dispuesto.
[41]
Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. [42]
Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como
jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. [43]
No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a
ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; [44] y quien
entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos: [45]
porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a
dar su vida en redención por muchos.
[46]
Llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó con sus discípulos y una gran
multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al
camino pidiendo limosna. [47] Y al oír que era Jesús
Nazareno, comenzó a gritar y a decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión
de mí. [48] Y muchos le reprendían para que se callase. Pero
él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí. [49]
Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llaman al ciego diciéndole: ¡Animo!,
levántate, te llama. [50] El, arrojando su manto, dio un salto
y se acercó a Jesús. [51] Jesús, preguntándole, dijo: ¿Qué
quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabboni, que vea. [52]
Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró
la vista, y le seguía por el camino.
Capítulo
11
[1]
Al acercarse a Jerusalén, a Betfagé y Betania, junto al Monte de los
Olivos, envía a dos de sus discípulos [2] y les dice: Id a la
aldea que tenéis enfrente, y nada más entrar en ella encontraréis un
borriquillo atado, sobre el que todavía no ha montado ningún hombre;
desatadlo y traedlo. [3] Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis
eso?, responded que el Señor tiene necesidad de él, y que en seguida lo
devolverá aquí. [4] Se marcharon y encontraron un borriquillo
atado junto a una puerta, fuera, en un cruce de caminos, y lo desataron. [5]
Algunos de los que estaban allí les decían: ¿Qué hacéis desatando el
borriquillo? [6] Ellos les respondieron como Jesús les había
dicho, y les dejaron. [7] Entonces llevaron el borriquillo a
Jesús, echaron encima sus mantos, y se montó sobre él. [8]
Muchos extendieron sus mantos en el camino, otros las ramas que cortaban
en el campo. [9] Y tanto los que iban delante, como los que
seguían detrás, gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre
del Señor! [10] ¡Bendito el Reino que viene, el de David
nuestro padre! ¡Hosanna en las alturas!
[11]
Y entró en Jerusalén en el Templo; y después de observar todo
atentamente, como ya era hora tardía, salió para Betania con los doce.
[12]
Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. [13]
Al ver de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba
algo en ella, y cuando llegó no encontró más que hojas, pues no era
tiempo de higos. [14] E increpándola, dijo: Nunca jamás coma
nadie fruto de ti. Y sus discípulos lo estaban escuchando.
[15]
Llegan a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los
que vendían y a los que compraban en el Templo, y derribó las mesas de
los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. [16] Y
no permitía que nadie transportase cosas por el Templo, [17] y
les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será llamada casa
de oración para todas las gentes? Vosotros, en cambio, la habéis
convertido en una cueva de ladrones.
[18]
Lo oyeron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y buscaban el
modo de perderle; pues le temían, ya que toda la muchedumbre estaba
admirada de su doctrina. [19] Y al atardecer salieron de la
ciudad.
[20]
Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz.
[21] Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera
que maldijiste se ha secado. [22] Jesús les contestó: Tened
fe en Dios. [23] En verdad os digo que cualquiera que diga a
este monte: Arráncate y échate al mar, sin dudar en su corazón, sino
creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. [24] Por
tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo
recibisteis y se os concederá. [25] Y cuando os pongáis de
pie para orar, perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también
vuestro Padre que está en los Cielos os perdone vuestros pecados.
[27]
Llegan de nuevo a Jerusalén. Y mientras paseaba por el Templo, se le
acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, [28]
y le dicen: ¿Con qué potestad haces estas cosas?, o ¿quién te ha dado
tal potestad para hacerlas? [29] Jesús les contestó: Yo también
os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago
estas cosas: [30] el bautismo de Juan ¿era del Cielo o de los
hombres? Respondedme. [31] Y deliberaban entre sí diciendo: Si
decimos que del Cielo, dirá: ¿por qué, pues, no le creísteis? [32]
Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues todos
tenían a Juan como a un verdadero profeta. [33] Y contestaron
a Jesús: No lo sabemos. Entonces Jesús les dice: Pues tampoco yo os digo
con qué potestad hago estas cosas.
Capítulo
12
[1]
Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó
de una cerca, excavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos
labradores y se marchó de allí. [2] A su tiempo envió un
siervo a los labradores, para percibir de éstos los frutos de la viña. [3]
Pero ellos, agarrándole, lo golpearon y despacharon con las manos vacías.
[4] De nuevo les envió otro siervo, y a éste le hirieron en
la cabeza y lo ultrajaron. [5] Y envió otro y lo mataron; y a
otros muchos, de los cuales a unos los herían y a otros los mataban. [6]
Todavía le quedaba uno, su hijo amado; y lo envió por último a ellos,
diciéndose: A mi hijo lo respetarán. [7] Pero aquellos
labradores se dijeron: Este es el heredero; vamos, matémoslo y será
nuestra la heredad. [8] Y agarrándolo, lo mataron y lo
arrojaron fuera de la viña. [9] ¿Qué hará, pues, el dueño
de la viña? Vendrá, acabará con los labradores y entregará la viña a
otros. [10] ¿No habéis leído esta Escritura?: La piedra que
rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser piedra angular. [11]
Es el Señor quien ha hecho esto, y es admirable a nuestros ojos. [12]
Entonces intentaban prenderlo, pero temieron al pueblo: habían
comprendido que la parábola iba dirigida a ellos. Y dejándole, se
fueron.
[13]
Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle
en alguna palabra. [14] Acercándose, le dicen: Maestro,
sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces
acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es
lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? [15]
Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
Traedme un denario para que lo vea. [16] Ellos se lo mostraron,
y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le
respondieron: Del César. [17] Jesús les dijo: Dad, pues, al César
lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él.
[18]
Después se le acercan unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaban: [19] Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muere
el hermano de alguien y deja mujer sin hijos, que su hermano tome a la
mujer para dar descendencia a su hermano. [20] Eran siete
hermanos. El primero tomó mujer, muriendo sin dejar descendencia. [21]
Entonces el segundo se casó con ella, y murió sin dejar tampoco
descendencia. De igual modo el tercero. [22] Y los siete no
dejaron descendencia. Después de todos murió también la mujer. [23]
En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?,
porque los siete la tuvieron por mujer. [24] Y Jesús les
contestó: ¿No habéis caído en error al no entender las Escrituras ni
el poder de Dios? [25] Cuando resuciten de entre los muertos,
ni los hombres tomarán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como
los ángeles en el Cielo. [26] Y acerca de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la
zarza, cómo le habló Dios diciendo: Yo soy el Dios de Abrahán, y el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? [27] Ahora bien, Dios no es
Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.
[28]
Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver
lo bien que les había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de
todos los mandamientos? [29] Jesús respondió: El primero es:
Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; [30]
y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. [31] El segundo es éste:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que
éstos. [32] Y le dijo el escriba: ¡Bien, Maestro!, con verdad
has dicho que Dios es uno sólo y no hay otro fuera de El; [33]
y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la
fuerza, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los
holocaustos y sacrificios. [34] Viendo Jesús que le había
respondido con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y
ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas.
[35]
Y tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen
los escribas que el Cristo es hijo de David? [36] El mismo
David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies.
[37]
El mismo David le llama Señor, entonces, ¿de dónde puede ser su hijo? y
una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.
[38]
Y enseñándoles, decía: Guardaos de los escribas, que les gusta pasear
con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas, [39] y
ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en
los banquetes; [40] que devoran las casas de las viudas
mientras fingen largas oraciones. Estos recibirán un juicio más severo.
[41]
Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él
monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. [42] Y al
llegar una viuda pobre, echó dos monedas, que hacen la cuarta parte del
as. [43] Llamando a sus discípulos, les dijo: En verdad os
digo que esta viuda pobre ha echado más en el gazofilacio que todos los
otros, [44] pues todos han echado algo de lo que les sobraba;
ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su
sustento.
DISCURSO
ESCATOLÓGICO
Capítulo
13
[1]
Al salir del templo le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué
piedras y qué edificios. [2] Jesús le responde: ¿Ves estas
grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea
derruida. [3] Y estando sentado Jesús en el Monte de los
Olivos, enfrente del Templo, le preguntaron aparte Pedro, Santiago, Juan y
Andrés: [4] Dinos: ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál
será la señal de que todo esto está a punto de cumplirse?
[5]
Entonces comenzó Jesús a decirles: Mirad que nadie os engañe. [6]
Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy; y seducirán a muchos. [7]
Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis;
pues es necesario que esto ocurra, pero todavía no es el fin. [8]
Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá terremotos en
diversos lugares, habrá hambre. Esto es el comienzo de los dolores.
[9]
Vosotros estad alerta: os entregarán a los tribunales, y seréis azotados
en las sinagogas, y compareceréis por causa mía ante los gobernadores y
reyes, para que deis testimonio ante ellos. [10] Pero es
necesario que antes sea predicado el Evangelio a todos los pueblos. [11]
Y cuando os conduzcan para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis
de decir, sino decid lo que se os comunique en aquella hora, pues no sois
vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. [12]
Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo,
y se levantarán los hijos contra los padres y los harán morir. [13]
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que persevere
hasta el fin, ése se salvará.
[14]
Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación establecida donde
no debe (quien lea entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a
los montes; [15] quien esté en el terrado no baje ni entre a
tomar nada de su casa; [16] y quien esté en el campo no vuelva
atrás para tomar su manto. [17] ¡Ay de las que estén encinta
o criando en aquellos días! [18] Rogad, pues, para que no
ocurra en invierno: [19] habrá en aquellos días una tribulación
tan grande, como no la hubo tal desde el principio de la creación que
hizo Dios hasta ahora, ni la habrá. [20] Y si el Señor no
acortase aquellos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los
elegidos, que él se eligió, abrevió aquellos días.
[21]
Entonces, si alguien os dijese: Aquí está el Cristo, o allí, no le creáis.
[22] Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán
señales y prodigios para engañar, si fuera posible, a los elegidos. [23]
Vosotros estad alerta; todo os lo he predicho.
[24]
Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se
oscurecerá y la luna no dará su resplandor, [25] y las
estrellas caerán del cielo, y las potestades de los cielos se conmoverán.
[26]
Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes con gran
poder y gloria. [27] Y entonces enviará a los ángeles y
reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo.
[28]
Aprended de la higuera esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas
y brotan las hojas, sabéis que el verano está próximo; [29]
así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que
es inminente, que está a las puertas. [30] En verdad os digo
que no pasará esta generación sin que todo esto suceda.
[31]
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. [32]
Sin embargo, acerca de aquel día o de la hora nadie lo sabe, ni los ángeles
en el Cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
[33]
Estad atentos, velad: porque no sabéis cuándo será el momento. [34]
Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar
atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al
portero que velase. [35] Velad, pues, porque no sabéis a qué
hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o
al canto del gallo, o de madrugada; [36] no sea que, viniendo
de repente, os encuentre dormidos. [37] Lo que a vosotros os
digo, a todos lo digo: ¡velad!
PASIÓN,
MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS
Capítulo
14
[1]
Dos días después era la Pascua y los Azimos; y los sumos sacerdotes y
los escribas buscaban cómo apoderarse de él con engaño y darle muerte. [2]
Pues decían: No sea en la fiesta, para que no se produzca un alboroto del
pueblo.
[3]
Y estando en Betania en la casa de Simón el leproso, cuando estaba
sentado a la mesa, vino una mujer que llevaba un frasco de alabastro con
perfume de nardo puro de mucho precio; y rompiendo el frasco, lo derramó
sobre su cabeza. [4] Algunos de los presentes, indignándose en
su interior, decían: ¿Para qué se ha hecho este derroche de perfume? [5]
Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios, y
darlo a los pobres. Y se irritaban contra ella.
[6]
Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena
obra conmigo, [7] pues a los pobres los tenéis siempre con
vosotros, y podéis hacerles bien cuando queráis; a mí, en cambio, no
siempre me tenéis. [8] Ha hecho cuanto estaba en su mano: se
ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. [9] En
verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio en todo el mundo,
se contará también lo que ella ha hecho, para memoria suya.
[10]
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los príncipes de los
sacerdotes para entregárselo. [11] Estos, al oírle, se
alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo podría
entregarlo en un momento oportuno.
[12]
El primer día de los Azimos, cuando sacrificaban el cordero pascual, le
dicen sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos y preparemos para que
comas la Pascua? [13] Entonces envía dos de sus discípulos, y
les dice: Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un
cántaro de agua; seguidle; [14] y allí donde entre, decid al
dueño de la casa que el Maestro pregunta: ¿Dónde está mi sala, donde
coma la Pascua con mis discípulos? [15] Y él os mostrará una
habitación en el piso de arriba, grande, ya amueblada; disponed allí
para nosotros. [16] Y marcharon los discípulos, llegaron a la
ciudad, encontraron como les había dicho, y prepararon la Pascua.
[17]
Al anochecer, llega con los doce. [18] Y mientras estaban a la
mesa, comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a
traicionar, el que come conmigo. [19] Comenzaron a
entristecerse, y a decirle cada uno: ¿Acaso soy yo? [20] El
les dijo: Uno de los doce, el que moja conmigo en la fuente. [21]
Ciertamente que el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de
él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!
Más le valiera a aquel hombre no haber nacido.
[22]
Mientras cenaban, tomó pan, y después de bendecir lo partió, se lo dio
a ellos y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. [23] Y tomando el cáliz,
habiendo dado gracias, se lo dio y bebieron de él todos. [24]
Y les dijo: Esta es mi sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por
muchos. [25] En verdad os digo que ya no beberé del fruto de
la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.
[26]
Y recitado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. [27]
Y les dice Jesús: Todos os escandalizaréis, porque está escrito: Heriré
al pastor, y se dispersarán las ovejas.
[28]
Pero después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. [29]
Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. [30]
Jesús le responde: En verdad te digo que tú hoy, en esta misma noche,
antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres. [31]
Pero él afirmaba con insistencia: Aunque tenga que morir contigo, jamás
te negaré. Lo mismo decían todos.
[32]
Llegan a una finca llamada Getsemaní. Y dice a sus discípulos: Sentaos
aquí, mientras hago oración. [33] Y llevándose con él a
Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir pavor y a angustiarse. [34]
Y les dice: Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad. [35]
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser
posible, se alejase de él aquella hora. [36] Decía: ¡Abbá,
Padre!, todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo
que yo quiero, sino lo que quieres tú. [37] Vuelve y los
encuentra dormidos, y dice a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has sido capaz
de velar una hora? [38] Velad y orad para no caer en tentación;
el espíritu está pronto, pero la carne es débil. [39] Apartándose
de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. [40] Y al volver
los encontró dormidos, pues sus ojos estaban pesados; y no sabían qué
responderle. [41] Vuelve por tercera vez y les dice: ¿Aún estáis
durmiendo y descansando? Basta, llegó la hora: mirad que el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. [42]
Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.
[43]
Y al instante, cuando todavía estaba hablando, llega Judas, uno de los
doce, acompañado de una muchedumbre con espadas y palos, de parte de los
príncipes de los sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. [44]
El que lo entregaba les había dado una señal: Aquel a quien yo bese, ése
es; prendedlo y conducidlo con cautela. [45] Y al llegar, acercándose
a él en seguida, le dice: Rabbí; y le besó. [46] Entonces le
echaron mano y lo prendieron. [47] Pero uno de los que lo
rodeaban, sacando la espada, hirió al criado del Sumo Sacerdote y le cortó
la oreja. [48] En respuesta Jesús les dijo: ¿Como contra un
ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? [49]
Todos los días estaba entre vosotros en el Templo enseñando, y no me
prendisteis; pero que se cumplan las Escrituras. [50] Entonces,
abandonándole, huyeron todos. [51] Y un joven, envuelto su
cuerpo desnudo con una sábana, le seguía, y lo agarraron. [52]
Pero él, soltando la sábana, se escapó desnudo.
[53]
Condujeron a Jesús al Sumo Sacerdote; y se reunieron todos los príncipes
de los sacerdotes, los ancianos y los escribas. [54] Pedro le
siguió desde lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote, y
estaba sentado con los sirvientes calentándose junto a la lumbre. [55]
Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban contra Jesús
un testimonio para darle muerte, y no lo encontraban.
[56]
Muchos atestiguaban en falso contra él, pero los testimonios no coincidían.
[57] Y levantándose algunos atestiguaban en falso contra él,
diciendo: [58] Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este
Templo, hecho por mano de hombre, y en tres días edificaré otro no hecho
por mano de hombre. [59] Y ni aun así coincidía su
testimonio. [60] Entonces el Sumo Sacerdote, levantándose en
el centro, preguntó a Jesús diciendo: ¿No respondes nada a lo que éstos
atestiguan contra ti? [61] Pero él permanecía en silencio y
nada respondió. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntaba y le decía: ¿Eres
tú el Mesías, el Hijo del Bendito? [62] Jesús respondió: Yo
soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y venir
sobre las nubes del cielo.
[63]
El Sumo Sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos
ya de testigos? [64] Habéis escuchado la blasfemia; ¿qué os
parece? Todos ellos sentenciaron que era reo de muerte. [65] Y
algunos empezaron a escupirle, a taparle la cara, a golpearle y a decirle:
Adivina; y los criados le recibieron a bofetadas.
[66]
Cuando Pedro estaba abajo en el atrio, llega una de las criadas del Sumo
Sacerdote [67] y, al ver a Pedro que se estaba calentando, fijándose
en él, le dice: También tú estabas con Jesús, ese Nazareno. [68]
Pero él lo negó diciendo: Ni lo conozco, ni sé de qué hablas. Y salió
fuera, al vestíbulo de la casa, y cantó un gallo. [69] Y al
verlo la criada empezó a decir otra vez a los que estaban alrededor: Este
es de los suyos. [70] Pero él lo volvía a negar. Y un poco
después, los que estaban allí decían a Pedro: Desde luego eres de
ellos, porque también tú eres galileo. [71] Pero él comenzó
a decir imprecaciones y a jurar: No conozco a ese hombre del que habláis.
[72] Y, al instante, cantó un gallo por segunda vez. Entonces
Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: Antes de que
el gallo cante dos veces, me habrás negado tres. Y rompió a llorar.
Capítulo
15
[1]
Por la mañana, muy temprano, se reunieron en consejo los príncipes de
los sacerdotes con los ancianos y los escribas, todo el Sanedrín, y
atando a Jesús lo llevaron y entregaron a Pilato. [2] Y le
preguntó Pilato: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? El le respondió: Tú
lo dices. [3] Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban de
muchas cosas. [4] Entonces Pilato volvió a preguntarle: ¿No
respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. [5] Pero Jesús
ya no respondió nada, de modo que Pilato estaba admirado.
[6]
En el día de la fiesta acostumbraba a soltarles uno de los presos, el que
pedían. [7] Había uno llamado Barrabás, apresado con otros
sediciosos, que en una revuelta habían cometido un homicidio. [8]
Subió la turba y comenzó a pedirle lo que les solía conceder. [9]
Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?
[10] Pues sabía que los príncipes de los sacerdotes lo habían
entregado por envidia. [11] Pero los príncipes de los
sacerdotes soliviantaron a la turba, para que les soltase más bien a
Barrabás. [12] Pilato, respondiendo de nuevo, les decía: ¿Y
qué queréis que haga con el Rey de los Judíos? [13] Ellos
volvieron a gritar: ¡Crucifícalo! [14] Pilato les decía:
Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte: ¡Crucifícalo!
[15] Pilato, queriendo contentar a la muchedumbre, les soltó a
Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, lo entregó para
que fuera crucificado.
[16]
Los soldados lo condujeron dentro del patio, que es el Pretorio, y
convocaron a toda la cohorte. [17] Lo vistieron de púrpura y,
trenzando una corona de espinas, se la pusieron. [18] Y
comenzaron a saludarle: Salve, Rey de los Judíos. [19] Y
golpeaban su cabeza con una caña, le escupían e hincando las rodillas le
adoraban. [20] Después de reírse de él, le quitaron la púrpura
y le pusieron sus vestidos. Entonces lo sacaron para crucificarlo.
[21]
Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el
padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús.
[22] Y lo llevaron al lugar del Gólgota, que significa lugar
de la Calavera. [23] Y le daban a beber vino con mirra, pero él
no aceptó.
[24]
Y le crucificaron, y repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos
para ver qué se llevaba cada uno. [25] Era la hora tercia
cuando lo crucificaron. [26] Y el título de su causa tenía
esta inscripción: El Rey de los Judíos. [27] También
crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su
izquierda.
[29]
Los que pasaban le injuriaban, moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ea! Tú
que destruyes el Templo y lo edificas de nuevo en tres días, [30]
sálvate a ti mismo, bajando de la cruz. [31] Del mismo modo,
los príncipes de los sacerdotes, burlándose entre ellos con los
escribas, decían: Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. [32]
Que el Cristo, el Rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que veamos y
creamos. Incluso los que estaban crucificados con él le insultaban.
[33]
Y al llegar la hora sexta, toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la
hora nona. [34] Y a la hora nona exclamó Jesús con fuerte
voz: Eloí, Eloí, ¿lemá sabacthaní?, que significa: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado? [35] Y algunos de los que
estaban cerca, al oírlo, decían: Mirad, llama a Elías. [36]
Uno corrió a empapar una esponja con vinagre y, sujetándola a una caña,
le daba de beber mientras decía: Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo.
[37] Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.
[38]
Y el velo del Templo se rasgó en dos de arriba a abajo.
[39]
El centurión, que estaba enfrente de él, al ver cómo había
expirado, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
[40]
Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre las que estaban
María Magdalena y María la madre de Santiago el Menor y de José, y
Salomé, [41] que le seguían y le servían cuando estaba en
Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
[42]
Y llegada ya la tarde, puesto que era la Parasceve, que es el día
anterior al sábado, [43] vino José de Arimatea, miembro
ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios y, con
audacia, llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. [44]
Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión,
le preguntó si efectivamente había muerto. [45] Cerciorado
por el centurión, entregó el cuerpo a José. [46] Entonces éste,
habiendo comprado una sábana, lo bajó y lo envolvió en ella, lo depositó
en un sepulcro que estaba excavado en una roca, e hizo arrimar una piedra
a la entrada del sepulcro. [47] María Magdalena y María la de
José observaban dónde era colocado.
Capítulo
16
[1]
Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. [2] Y, muy de
mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el
sol. [3] Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la
piedra de la entrada del sepulcro? [4] Y al mirar vieron que la
piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande. [5]
Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido
con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. [6] El les
dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha
resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. [7]
Pero marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de
vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. [8] Y
saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y
fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas.
[9]
Habiendo resucitado, al amanecer el primer día de la semana, se apareció
en primer lugar a María Magdalena, de la que había expulsado siete
demonios. [10] Ella fue a anunciarlo a los que habían estado
con él, que se encontraban tristes y llorosos. [11] Pero
ellos, al oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron.
[12]
Después de esto se apareció, bajo distinta figura, a dos de ellos que
iban de camino a una aldea; [13] también ellos regresaron y lo
comunicaron a los demás, pero tampoco les creyeron.
[14]
Por último, se apareció a los Once cuando estaban a la mesa, y les
reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los
que lo habían visto resucitado. [15] Y les dijo: Id al mundo
entero y predicad el Evangelio a toda criatura. [16] El que
crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, se condenará. [17]
A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán lenguas nuevas, [18] cogerán serpientes y,
si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los
enfermos y quedarán curados.
[19]
El Señor, Jesús, después de hablarles, se elevó al Cielo y está
sentado a la derecha de Dios.
[20]
Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor
cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.
|
Evangelio
de San Lucas
Cap.
I
[1] Ya que muchos han
intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido
entre nosotros, [2] conforme nos las transmitieron quienes
desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, [3]
me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de
todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo,
[4] para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas
que has recibido.
INFANCIA DE JUAN BAUTISTA Y DE JESÚS
[5]
Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías,
de la familia de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba
Isabel. [6] Ambos eran justos ante Dios, y caminaban
intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; [7]
no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.
[8]
Sucedió que, al ejercer él su ministerio sacerdotal delante de Dios,
cuando le tocaba el turno, [9] le cayó en suerte, según la
costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el
incienso; [10] y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera
orando durante el ofrecimiento del incienso. [11] Se le apareció
un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. [12]
Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. [13]
Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido
escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás
por nombre Juan. [14] Será para ti gozo y alegría; y muchos
se alegrarán en su nacimiento, [15] porque será grande ante
el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno del Espíritu Santo ya
desde el vientre de su madre, [16] y convertirá a muchos de
los hijos de Israel al Señor su Dios; [17] e irá delante de
El con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de
los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los
justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. [18]
Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto?
pues ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada. [19] Y el ángel
le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido
enviado para hablarte y darte esta buena nueva. [20] Desde
ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que
sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán
a su tiempo.
[21]
El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que se demorase
en el Templo. [22] Cuando salió no podía hablarles, y
comprendieron que había tenido una visión en el Templo. El intentaba
explicarse por señas, y permaneció mudo.
[23]
Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su ministerio, se marchó
a su casa. [24] Después de estos días Isabel, su mujer,
concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: [25]
Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado
borrar mi oprobio entre los hombres.
[26]
En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, [27] a una virgen desposada
con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la
virgen era María. [28] Y habiendo entrado donde ella estaba,
le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. [29]
Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría
esta salutación. [30] Y el ángel le dijo: No temas, María,
porque has hallado gracia delante de Dios: [31] concebirás en
tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. [32]
Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre, [33] reinará eternamente sobre la
casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.
[34]
María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?
[35] Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. [36]
Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido
también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto
mes, [37] porque para Dios no hay nada imposible. [38]
Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.
[39]
Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a
una ciudad de Judá; [40] y entró en casa de Zacarías y saludó
a Isabel. [41] Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el
niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu
Santo; [42] y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre
las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. [43] ¿De dónde
a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? [44]
Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en
mi seno; [45] y bienaventurada tú que has creído, porque se
cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. [46]
María exclamó: Glorifica mi alma al Señor, [47] y se alegra
mi espíritu en Dios mi Salvador: [48] porque ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán
bienaventurada todas las generaciones. [49] Porque ha hecho en
mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo; [50]
su misericordia se derrama de generación en generación sobre aquellos
que le temen. [51] Manifestó el poder de su brazo, dispersó a
los soberbios de corazón. [52] Derribó a los poderosos de su
trono y ensalzó a los humildes. [53] Colmó de bienes a los
hambrientos y a los ricos los despidió vacíos. [54] Acogió a
Israel su siervo, recordando su misericordia, [55] según como
había prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia para
siempre.
[56]
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. [57]
Entre tanto llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. [58]
Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había
mostrado, y se congratulaban con ella. [59] El día octavo
fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre,
Zacarías. [60] Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que
se ha de llamar Juan. [61] Y le dijeron: No hay nadie en tu
familia que se llame con este nombre. [62] Al mismo tiempo
preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. [63]
Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo cual llenó
a todos de admiración. [64] En aquel momento recobró el
habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. [65]
Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos
acontecimientos por toda la montaña de Judea; [66] y cuantos
los oían los grababan en su corazón, diciendo: ¿Qué pensáis ha de ser
este niño? Porque la mano del Señor estaba con él.
[67]
Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó
diciendo: [68] Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha
visitado y redimido a su pueblo, [69] y ha suscitado para
nosotros el poder salvador en la casa de David su siervo, [70]
como lo había anunciado desde antiguo por boca de sus santos profetas; [71]
para salvarnos de nuestros enemigos y de la mano de cuantos nos odian: [72]
ejerciendo su misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santa
alianza, [73] y del juramento que hizo a Abrahán, nuestro
padre, [74] para concedernos que, libres de la mano de los
enemigos, le sirvamos sin temor, [75] con santidad y justicia
en su presencia todos los días de nuestra vida. [76] Y tú, niño,
serás llamado Profeta del Altísimo: porque irás delante del Señor a
preparar sus caminos, [77] enseñando a su pueblo la salvación
para el perdón de sus pecados; [78] por las entrañas de
misericordia de nuestro Dios, el Sol naciente nos visitará desde lo alto,
[79] para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de
muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
[80]
Mientras tanto el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y
habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a
Israel.
Cap.
II
[1]
En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se
empadronase todo el mundo. [2] Este primer empadronamiento fue
hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. [3] Todos iban a
inscribirse, cada uno a su ciudad. [4] José, como era de la
casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la
ciudad de David llamada Belén, en Judea, [5] para empadronarse
con María, su esposa, que estaba encinta. [6] Y sucedió que,
estando allí, le llegó la hora del parto, [7] y dio a luz a
su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.
[8]
Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y
vigilaban por turno su rebaño durante la noche. [9] De
improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor
los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor. [10] El ángel
les dijo: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo
será para todo el pueblo: [11] hoy os ha nacido, en la ciudad
de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; [12] y esto
os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y
reclinado en un pesebre. [13] De pronto apareció junto al ángel
una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: [14]
Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad. [15] Luego que los ángeles se apartaron de ellos
hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén,
y veamos este hecho que acaba de suceder y que el Señor nos ha
manifestado. [16] Y vinieron presurosos, y encontraron a María
y a José y al niño reclinado en el pesebre. [17] Al verlo,
reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas acerca de este niño.
[18] Y todos los que escucharon se maravillaron de cuanto los
pastores les habían dicho. [19] María guardaba todas estas
cosas ponderándolas en su corazón.
[20]
Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que
habían oído y visto, según les fue dicho.
[21]
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por
nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera
concebido en el seno materno.
[22]
Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo
llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, [23] como está
mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al
Señor; [24] y para presentar como ofrenda un par de tórtolas
o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.
[25]
Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre,
justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu
Santo estaba en él. [26] Había recibido la revelación del
Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. [27]
Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús
sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, [28]
lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: [29] Ahora,
Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: [30]
porque mis ojos han visto a tu Salvador, [31] al que has
preparado ante la faz de todos los pueblos: [32] luz que
ilumine a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel. [33] Su
padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían acerca de
él. [34] Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira,
éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y
para signo de contradicción [35] `y a tu misma alma la
traspasará una espada`, a fin de que se descubran los pensamientos de
muchos corazones.
[36]
Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de
casada, [37] y había permanecido viuda hasta los ochenta y
cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones
noche y día. [38] Y llegando en aquel mismo momento alababa a
Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
[39]
Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron
a Galilea, a su ciudad de Nazaret. [40] El niño iba creciendo
y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.
[41]
Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. [42]
Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre. [43]
Pasados aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén,
sin que lo advirtiesen sus padres. [44] Suponiendo que iba en
la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y
conocidos, [45] y como no lo encontrasen, retornaron a Jerusalén
en busca suya. [46] Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo
encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles
y preguntándoles. [47] Cuantos le oían quedaban admirados de
su sabiduría y de sus respuestas. [48] Al verlo se
maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?
Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. [49] Y
él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que
yo esté en las cosas de mi Padre? [50] Pero ellos no
comprendieron lo que les dijo.
[51]
Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. Y su madre
guardaba todas estas cosas en su corazón. [52] Y Jesús crecía
en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Cap.
III
PREPARACIÓN
DE LA VIDA PUBLICA
[1]
El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato
procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo
tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de
Abilene, [2] bajo el Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la
palabra de Dios sobre Juan el hijo de Zacarías, en el desierto. [3]
Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de
penitencia para remisión de los pecados, [4] tal como está
escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
Voz
del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas
sus sendas. [5] Todo valle será rellenado, y todo monte y
colina allanados; los caminos torcidos se harán rectos, y los caminos ásperos
serán suavizados. [6] Y todo hombre verá la salvación de
Dios.
[7]
Y decía a las muchedumbres que acudían para que los bautizara: Raza de víboras,
¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? [8] Haced,
pues, frutos dignos de penitencia, y no empecéis a decir entre vosotros:
Tenemos por padre a Abrahán. Pues os digo que Dios puede hacer surgir de
estas piedras hijos de Abrahán. [9] Además, ya está el hacha
puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da
buen fruto es cortado y echado al fuego.
[10]
Las muchedumbres le preguntaban: Entonces, ¿qué debemos hacer? [11]
El les contestaba: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el
que tiene alimentos, haga otro tanto. [12] Llegaron también
unos publicanos para bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué debemos
hacer? [13] Y él les contestó: No exijáis más de lo que se
os ha señalado. [14] Asimismo le preguntaban los soldados: Y
nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Y les dijo: No hagáis extorsión a
nadie, ni denunciéis con falsedad, y contentaos con vuestras pagas.
[15]
Como el pueblo estimase, y todos se preguntaran en su interior, si acaso
Juan no sería el Cristo, [16] Juan salió al paso diciendo a
todos: Yo os bautizo con agua; pero viene quién es más fuerte que yo, al
que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: él os bautizará
en Espíritu Santo y en fuego. [17] Tiene el bieldo en su mano,
para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la paja
con fuego inextinguible.
[18]
Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
[19]
Pero el tetrarca Herodes, al ser reprendido por él a causa de Herodías,
la mujer de su hermano, y por todas las maldades que había cometido
Herodes, [20] añadió esta otra a las demás: metió a Juan en
la cárcel.
[21]
Cuando se bautizaba todo el pueblo, y Jesús, habiendo sido bautizado,
estaba en oración, sucedió que se abrió el cielo, [22] y bajó
el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó
una voz que venía del cielo: Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he
complacido.
[23]
Tenía Jesús al comenzar, como unos treinta años, y era, según se
pensaba, hijo de José, hijo de Helí, [24] hijo de Matat, hijo
de Leví, hijo de Melquí, hijo de Jannaí, hijo de José, [25]
hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de
Nangaí, [26] hijo de Maaz, hijo de Matatías, hijo de Semeín,
hijo de Josec, hijo de Jodá, [27] hijo de Joanán, hijo de Resá,
hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, [28] hijo de
Melquí, hijo de Addí, hijo de Kosán, hijo de Elmadán, hijo de Er, [29]
hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorín, hijo de Matat, hijo de
Leví, [30] hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo
de Jonán, hijo de Eliakín, [31] hijo de Meleá, hijo de Menná,
hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo de David, [32] hijo de
Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón, [33]
hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de
Farés, hijo de Judá, [34] hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo
de Abrahán, hijo de Taré, hijo de Nacor, [35] hijo de Seruc,
hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, [36]
hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
[37] hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jaret, hijo de
Maleel, hijo de Cainám, [38] hijo de Enós, hijo de Set, hijo
de Adán, hijo de Dios.
Cap.
IV
[1]
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán, y fue conducido
por el Espíritu al desierto, [2] donde estuvo cuarenta días y
fue tentado por el diablo. No comió nada en estos días y, al cabo de
ellos, tuvo hambre. [3] Entonces le dijo el diablo: Si eres
Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. [4] Y
Jesús le respondió: Escrito está que no sólo de pan vivirá el hombre.
[5] Después el diablo lo llevó a un lugar elevado, y le mostró
todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante. [6]
Y le dijo: Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido
entregados y los doy a quien quiero. [7] Por tanto, si me
adoras, todo será tuyo. [8] Y Jesús le respondió: Escrito
está: Adorarás al Señor tu Dios, y a El sólo servirás. [9]
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, [10]
y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito
está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te protejan [11]
y te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.
[12]
Y Jesús le respondió: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. [13]
Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento
oportuno.
MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
[14]
Entonces, por impulso del Espíritu, volvió Jesús a Galilea, y se
extendió su fama por toda la región. [15] Y enseñaba en sus
sinagogas, y era honrado por todos.
[16]
Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en
la sinagoga el sábado, y se levantó para leer. [17] Entonces
le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró
el lugar donde estaba escrito: [18] El Espíritu del Señor está
sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha
enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a
los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, [19] y para
promulgar el año de gracia del Señor.
[20]
Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en
la sinagoga tenían fijos en él los ojos. [21] Y comenzó a
decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. [22]
Todos daban testimonio en favor de él, y se admiraban de las palabras de
gracia que procedían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
[23] Entonces les dijo: Sin duda me aplicaréis aquel
proverbio: Médico, cúrate a ti mismo. Cuanto hemos oído que has hecho
en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria. [24] Y añadió:
En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. [25]
Os digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías,
cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran
hambre por toda la tierra; [26] y a ninguna de ellas fue
enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. [27]
Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el Sirio.
[28]
Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, [29]
y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la
cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. [30]
Pero él, pasando por medio de ellos, seguía su camino.
[31]
Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
[32]
Y se quedaban admirados de su doctrina, porque su palabra iba acompañada
de potestad.
[33]
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y gritó con
gran voz: [34] Déjanos, ¿qué hay entre nosotros y tú, Jesús
Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quién eres tú, el Santo de Dios.
[35] Y Jesús le increpó diciendo: Calla y sal de él. Y el
demonio, arrojándolo al suelo, allí en medio, salió de él, sin hacerle
daño alguno. [36] Quedaron todos atemorizados, y se decían
unos a otros: ¿Qué palabra es ésta, que con potestad y fuerza manda a
los espíritus impuros y salen? [37] Y se divulgaba su fama por
todos los lugares de la región.
[38]
Saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón
tenía una fiebre alta, y le rogaron por ella. [39] E inclinándose
hacia ella, conminó a la fiebre, y la fiebre desapareció. Y al instante,
se levantó y se puso a servirles.
[40]
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias,
los traían a él. Y él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba. [41]
De muchos salían demonios gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
Y él, increpándoles, no les dejaba hablar, porque sabían que él era el
Cristo.
[42]
Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar solitario, y la multitud le
buscaba, llegaron hasta él, y lo detenían para que no se apartara de
ellos. [43] Pero él les dijo: Es necesario que yo anuncie
también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto
he sido enviado. [44] E iba predicando por las sinagogas de
Judea.
Cap.
V
[1]
Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se
agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. [2] Y vio
dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado
de ellas y estaban lavando las redes. [3] Entonces, subiendo en
una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de
tierra. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud.
[4]
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Guía mar adentro, y echad
vuestras redes para la pesca. [5] Simón le contestó: Maestro,
hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado;
pero, no obstante, sobre tu palabra echaré las redes. [6] Y
habiéndolo hecho recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes
se rompían. [7] Entonces hicieron señas a los compañeros que
estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y
llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. [8]
Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate
de mí, Señor, que soy un hombre pecador. [9] Pues el asombro
se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran
cantidad de peces que habían capturado. [10] Lo mismo sucedía
a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serán hombres los
que has de pescar. [11] Y ellos, sacando las barcas a tierra,
dejadas todas las cosas, le siguieron.
[12]
Y sucedió que, estando en una de las ciudades, un hombre cubierto de
lepra, al ver a Jesús, se postró delante y le suplicó diciendo: Señor,
si quieres, puedes limpiarme. [13] Y extendiendo Jesús la mano
le tocó diciendo: Quiero, queda limpio. Y al instante desapareció de él
la lepra. [14] Y él le mandó que no lo dijese a nadie, sino:
Anda, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curación según
prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. [15] Se
extendía su fama cada vez más, y concurrían numerosas muchedumbres para
oírle y para ser curados de sus enfermedades. [16] Pero él se
retiraba a lugares solitarios y hacía oración.
[17]
Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y
doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de
Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. [18]
Cuando he aquí que unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico,
intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. [19] Y al
no encontrar por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron al
terrado, y por entre las tejas lo descolgaron con la camilla al medio,
delante de Jesús. [20] Viendo Jesús la fe de ellos, dijo:
Hombre, tus pecados te son perdonados. [21] Entonces los
escribas y los fariseos empezaron a pensar: ¿Quién es éste, que dice
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? [22]
Pero conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: ¿Qué estáis pensando
en vuestros corazones? [23] ¿Qué es más fácil, decir: tus
pecados te son perdonados, o decir: levántate, y anda? [24]
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra
para perdonar pecados `dijo al paralítico`, yo te digo : levántate, toma
tu camilla y vete a tu casa. [25] Y al instante se levantó en
presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía, y se fue a su casa
glorificando a Dios. [26] El asombro se apoderó de todos y
glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto cosas
maravillosas.
[27]
Después de esto, salió y vio a un publicano de nombre Leví, sentado en
el telonio y le dijo: Sígueme. [28] Y dejadas todas las cosas
se levantó y le siguió. [29] Y Leví preparó en su casa un
gran banquete para él; había un gran número de publicanos y de otros
que le acompañaban a la mesa. [30] Y murmuraban los fariseos y
sus escribas, y decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué coméis y
bebéis con los publicanos y pecadores? [31] Y respondiendo Jesús,
les dijo: No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los
enfermos. [32] No he venido a llamar a los justos, sino a los
pescadores a la penitencia.
[33]
Pero ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con
frecuencia y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos; en cambio,
los tuyos comen y beben? [34] Jesús les dijo: ¿Podéis acaso
hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? [35]
Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; ya ayunarán en
aquellos días. [36] Y les decía también una parábola: Nadie
pone a un vestido viejo una pieza cortándola de un vestido nuevo, porque
entonces, además de romper el nuevo, la pieza del vestido nuevo no le iría
bien al viejo. [37] Tampoco echa nadie vino nuevo en odres
viejos; pues entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará,
y los odres se perderán. [38] El vino nuevo debe echarse en
odres nuevos. [39] Y ninguno acostumbrado a beber vino añejo
quiere del nuevo, porque dice: el añejo es mejor.
Cap.
VI
[1]
Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discípulos
arrancaban espigas y, desgranándolas con las manos, las comían. [2]
Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido
en sábado? [3] Y Jesús respondiéndoles dijo: ¿No habéis leído
lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que estaban con él; [4]
cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición y
comió, y dio a los que estaban con él, siendo así que sólo está
permitido comerlos a los sacerdotes? [5] Y les decía: El Hijo
del Hombre es Señor del sábado.
[6]
Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un
hombre que tenía seca la mano derecha. [7] Los escribas y los
fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué
acusarle. [8] Pero él conocía sus pensamientos, y dijo al
hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y levantándose
se puso en medio. [9] Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto:
¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida a un
hombre o quitársela? [10] Y mirando a su alrededor a todos
ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Lo hizo, y su mano quedó curada.
[11] Ellos se quedaron completamente ofuscados y discutían
entre sí qué harían contra Jesús.
[12]
Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar, y pasó toda la
noche en oración a Dios. [13] Cuando se hizo de día, llamó a
sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles:
[14] a Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, y a su
hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, [15] a
Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y a Simón, llamado Zelotes, [16]
a Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
[17]
Bajando con ellos, se detuvo en un lugar llano; y había una multitud de
sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda
Judea y de Jerusalén, y del litoral de Tiro y Sidón, [18] que
vinieron a oírle y a ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban
atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. [19]
Toda la multitud intentaba tocarle, porque salía de él una fuerza que
sanaba a todos.
[20]
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los
pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. [21]
Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. [22]
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen,
os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo
del Hombre. [23] Alegraos en aquel día y rogocijaos, porque
vuestra recompensa es grande en el Cielo; pues de este modo se comportaban
sus padres con los profetas. [24] Pero ¡ay de vosotros los
ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! [25] ¡Ay
de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de
vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! [26]
¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo se
comportaban sus padres con los falsos profetas!
[27]
Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced
bien a los que os odian; [28] bendecid a los que os maldicen y
rogad por los que os calumnian. [29] Al que te hiere en la
mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto no le
niegues tampoco la túnica. [30] Da a todo el que te pida, y al
que toma lo tuyo no se lo reclames. [31] Haced a los hombres lo
mismo que quisierais que ellos os hiciesen a vosotros. [32] Si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los
pecadores aman a quienes los aman. [33] Y si hacéis bien a
quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los
pecadores hacen lo mismo. [34] Y si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis?, pues también los
pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.
[35]
Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin
esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos
del Altísimo, porque El es bueno con los ingratos y con los malos. [36]
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. [37]
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados.
Perdonad y seréis perdonados; [38] dad y se os dará; echarán
en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque
con la misma medida que midáis seréis medidos.
[39]
Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro
ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
[40]
No está el discípulo por encima del maestro; todo aquel que esté bien
instruido podrá ser como su maestro.
[41]
¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga
que hay en el tuyo? [42] ¿Cómo puedes decir a tu hermano:
hermano, deja que quite la paja que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la
viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces verás con claridad cómo sacar la paja del ojo de tu hermano.
[43]
Porque no hay árbol bueno que dé mal fruto, ni tampoco árbol malo que dé
buen fruto. [44] Pues cada árbol se conoce por su fruto; no se
recogen higos de los espinos, ni se cosechan uvas del zarzal. [45]
El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el
malo de su mal saca cosas malas: porque de la abundancia del corazón
habla su boca.
[46]
¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? [47]
Todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica, os
diré a quién es semejante. [48] Es semejante a un hombre que,
al edificar una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre la roca.
Al venir una inundación, el río irrumpió contra aquella casa, y no pudo
derribarla porque estaba bien edificada. [49] El que escucha y
no pone en práctica es semejante a un hombre que edificó su casa sobre
la tierra sin cimientos; irrumpió contra ella el río y se cayó
enseguida, y fue grande la ruina de aquella casa.
Cap.
VII
[1]
Cuando terminó de decir todas estas palabras al pueblo que le escuchaba,
entró en Cafarnaún. [2] Había allí un centurión que tenía
un criado enfermo y moribundo a quien estimaba mucho. [3]
Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos
para rogarle que viniera a curar a su criado. [4] Ellos, cuando
llegaron junto a Jesús, le rogaban encarecidamente diciendo: Merece que
hagas esto, [5] pues aprecia a nuestro pueblo y él mismo nos
ha construido una sinagoga. [6] Jesús, pues, se puso en camino
con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió
unos amigos para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy
digno de que entres en mi casa, [7] por eso ni siquiera yo
mismo me he considerado digno de venir a ti; pero di una palabra y mi
criado quedará sano. [8] Pues también yo soy un hombre
sometido a disciplina y tengo soldados bajo mis órdenes: digo a éste:
ve, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace. [9]
Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la multitud que
le seguía, dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. [10]
Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
[11]
Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él
sus discípulos y una gran muchedumbre. [12] Al acercarse a la
puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único
de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la
ciudad. [13] Al verla, el Señor se compadeció de ella y le
dijo: No llores. [14] Se acercó y tocó el féretro. Los que
lo llevaban se detuvieron; y dijo: Muchacho, a ti te digo, levántate. [15]
Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó
a su madre. [16] Y se llenaron todos de temor y glorificaban a
Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha
visitado a su pueblo. [17] Esta fama acerca de él se divulgó
por toda la Judea y por todas las regiones vecinas.
[18]
Informaron a Juan sus discípulos de todas estas cosas. [19] Y
Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle: ¿Eres tú
el que ha de venir o esperamos a otro? [20] Presentándose
aquellos hombres le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti a
preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? [21]
En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y
de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. [22] Y les
respondió diciendo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos
oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; [23]
y bienaventurado quien no se escandalice de mí.
[24]
Después de marcharse los enviados de Juan, comenzó a decir a las
muchedumbres acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una
caña sacudida por el viento? [25] ¿Qué salisteis a ver? ¿Un
hombre vestido con ropas delicadas? Mirad, los que visten con lujo y viven
entre placeres están en palacios de reyes. [26] ¿Qué habéis
salido a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. [27]
Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío delante de ti mi
mensajero, que vaya preparándote el camino.
[28]
Os digo, pues, que entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan;
aunque el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él. [29]
Y todo el pueblo y los publicanos, habiéndole escuchado, reconocieron la
justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. [30] Pero los
fariseos y los doctores de la Ley rechazaron el plan de Dios sobre ellos,
no habiendo sido bautizados por él.
[31]
Así pues, ¿a quién diré que son semejantes los hombres de esta
generación? ¿A quién se parecen? [32] Son semejantes a los
niños sentados en la plaza y que se gritan unos a otros aquello que dice:
Hemos sonado la flauta y no habéis danzado, hemos cantado lamentaciones y
no habéis llorado. [33] Porque llegó Juan el Bautista, que no
comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene demonio. [34] Llegó
el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón
y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores. [35] Y la
sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.
[36]
Uno de los fariseos le rogaba que comiera con él; y entrando en casa del
fariseo se sentó a la mesa. [37] Y he aquí que había en la
ciudad una mujer pecadora que, al enterarse que estaba sentado a la mesa
en casa del fariseo, llevó un vaso de alabastro con perfume, [38]
se puso detrás a sus pies llorando y comenzó a bañarlos con sus lágrimas,
los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume.
[39]
Viendo esto el fariseo que lo había invitado, decía para sí: Si éste
fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que
le toca: que es una pecadora. [40] Jesús tomó la palabra y
dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y él contestó: Maestro, di. [41]
Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,
y el otro cincuenta. [42] No teniendo éstos con qué pagar, se
lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más? [43]
Simón contestó: Estimo que aquel a quien perdonó más. Entonces Jesús
le dijo: Has juzgado con rectitud. [44] Y vuelto hacia la
mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste
agua para los pies; ella en cambio ha bañado mis pies con sus lágrimas y
los ha enjugado con sus cabellos. [45] No me diste el beso;
pero ella, desde que entré no ha dejado de besar mis pies. [46]
No has ungido mi cabeza con óleo; ella en cambio ha ungido mis pies con
perfume. [47] Por eso te digo: le son perdonados sus muchos
pecados, porque ha amado mucho. Aquel a quien menos se perdona menos ama. [48]
Entonces le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. [49] Y
los convidados comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta
perdona los pecados? [50] El dijo a la mujer: Tu fe te ha
salvado; vete en paz.
Cap.
VIII
[1]
Sucedió, después, que él recorría ciudades y aldeas predicando y
anunciando la buena nueva del Reino de Dios; le acompañaban los doce [2]
y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete
demonios; [3] y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes;
y Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.
[4]
Reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a él,
dijo esta parábola: [5] Salió el sembrador a sembrar su
semilla; y al sembrar, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se
la comieron las aves del cielo; [6] parte cayó sobre terreno
rocoso y una vez nacida se secó por falta de humedad; [7]
parte cayó en medio de las espinas y habiendo crecido con ella las
espinas la sofocaron; [8] y parte cayó en la tierra buena, y
una vez nacida dio fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: El que
tenga oídos para oír, oiga.
[9]
Entonces sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. [10]
El les dijo: A vosotros os ha sido dado entender los misterios del Reino
de Dios; mientras a los demás, sólo a través de parábolas, de modo que
viendo no vean y oyendo no entiendan.
[11]
El sentido de la parábola es éste: la semilla es la palabra de Dios. [12]
Los que están junto al camino son aquellos que han oído; pero viene
luego el diablo y se lleva la palabra de su corazón, no sea que creyendo
se salven. [13] Los que cayeron sobre terreno rocoso son
aquellos que, cuando oyen, reciben la palabra con alegría, pero no tienen
raíces; ellos creen durante algún tiempo, pero a la hora de la tentación
se vuelven atrás. [14] La que cayó entre espinas son los que
oyeron, pero en su caminar se ahogan a causa de las preocupaciones,
riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto. [15]
Pero la que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón
bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la paciencia.
[16]
Nadie que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone
debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que
entran vean la luz. [17] Porque nada hay oculto que no haya de
manifestarse; ni secreto que no acabe por conocerse y hacerse público. [18]
Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se le dará; y a todo aquel
que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará.
[19]
Vinieron a verle su madre y sus hermanos, y no podían acercarse a él a
causa de la muchedumbre. [20] Y le avisaron: Tu madre y tus
hermanos están fuera y quieren verte. [21] El, respondiendo,
les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios
y la cumplen.
[22]
Y sucedió un día que él subió a una barca con sus discípulos y les
dijo: Pasemos a la otra orilla del lago. Y partieron. [23]
Mientras ellos navegaban, se durmió. Y se desencadenó una tempestad de
viento en el lago, de modo que se anegaban y corrían peligro. [24]
Acercándose, lo despertaron diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos.
Puesto en pie, increpó al viento y a las olas, que cesaron; y se produjo
la calma. [25] Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?
Ellos, llenos de temor, se asombraron y se decían unos a otros: ¿Quién
es éste que manda a los vientos y al agua y le obedecen?
[26]
Navegaron hasta la región de los gerasenos, que está al otro lado,
enfrente de Galilea. [27] Y cuando saltó a tierra, le salió
al encuentro un hombre de la ciudad endemoniado; desde hacía mucho tiempo
no llevaba vestido, ni habitaba en casa sino en los sepulcros. [28]
Así que vio a Jesús, se postró ante él gritando y, a grandes voces,
dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús Hijo del Dios Altísimo? Te
suplico que no me atormentes. [29] Pues Jesús mandaba al espíritu
inmundo que saliera de aquel hombre. Porque muchas veces se apoderaba de
él, y aunque le sujetaban con cadenas y le ponían grillos para
custodiarle, rotas las ataduras, era impulsado por el demonio al desierto.
[30] Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión;
porque habían entrado en él muchos demonios. [31] Y le
suplicaban que no les ordenase ir al abismo.
[32]
Había por allí una gran piara de cerdos que estaban paciendo en el
monte; y le rogaron que les permitiese entrar en ellos. Y se lo permitió.
[33] Salieron los demonios del hombre y entraron en los cerdos;
y la piara se lanzó con ímpetu por un precipicio al lago y se ahogó. [34]
Al ver los pastores lo sucedido, huyeron y lo contaron en la ciudad y en
los campos. [35] Salieron, pues, a ver lo sucedido, llegaron
hasta Jesús, y encontraron al hombre del que habían salido los demonios,
sentado a los pies de Jesús, vestido y en su sano juicio, y les entró
miedo. [36] Y los que lo habían visto, les contaron cómo fue
librado el endemoniado. [37] Y toda la gente de la región de
los gerasenos le pidió que se alejara de ellos, porque estaban
sobrecogidos de temor. El, subiendo en la barca, se volvió. [38]
El hombre de quien habían salido los demonios le pedía quedarse con él;
pero lo despidió diciendo: [39] Vuelve a tu casa, y cuenta las
grandes cosas que Dios ha hecho contigo. Y se marchó publicando por toda
la ciudad lo que Jesús había hecho con él.
[40]
Al volver Jesús lo recibió la muchedumbre; porque todos estaban esperándole.
[41] Entonces llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de
la sinagoga; y se postró a los pies de Jesús suplicándole que entrase
en su casa, [42] porque tenía una hija única de unos doce años,
que se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud lo apretujaba. [43]
Y una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años, la cual
había gastado toda su hacienda en médicos sin que ninguno hubiese podido
curarla, [44] se acercó por detrás, tocó la orla de su
manto, y al instante cesó el flujo de sangre. [45] Entonces
dijo Jesús: ¿Quién es el que me ha tocado? Al negarlo todos, dijo
Pedro: Maestro, la muchedumbre te oprime y te sofoca. [46] Pero
Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo me he dado cuenta de que una
fuerza ha salido de mí. [47] Viendo la mujer que aquello no
había quedado oculto, se acercó temblando, se postró ante él, y declaró
delante de todo el pueblo la causa por la que le había tocado, y cómo al
instante había quedado curada. [48] El le dijo: Hija, tu fe te
ha salvado; vete en paz.
[49]
Todavía estaba él hablando, cuando vino uno de la casa del jefe de la
sinagoga diciendo: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro. [50]
Al oírlo Jesús, respondió: No temas, basta que creas y vivirá. [51]
Cuando llegó a la casa, no permitió entrar a nadie con él, excepto a
Pedro, Juan y Santiago, y al padre y a la madre de la niña. [52]
Todos lloraban y plañían por ella. Pero él dijo: No lloréis, porque no
está muerta, sino que duerme. [53] Y se burlaban de él,
sabiendo que estaba muerta. [54] El, tomándola de la mano,
dijo en voz alta: Niña, levántate. [55] Volvió a ella su espíritu,
y se levantó al instante. Y Jesús mandó que le dieran de comer. [56]
Y sus padres quedaron asombrados; pero él les ordenó que no dijeran a
nadie lo que había sucedido.
Cap.
IX
[1]
Habiendo convocado a los doce les dio poder y autoridad sobre todos los
demonios, y para curar enfermedades. [2] Los envió a predicar
el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. [3] Y les dijo: No
llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero,
ni tengáis dos túnicas. [4] En cualquier casa que entréis,
quedaos allí hasta que de allí os vayáis. [5] Y si nadie os
recibe, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en
testimonio contra ellos. [6] Saliendo luego, iban por las
aldeas evangelizando y curando por todas partes.
[7]
Herodes el tetrarca oyó todo lo que ocurría y dudaba, porque unos decían
que Juan había resucitado de entre los muertos, [8] otros que
Elías había aparecido, otros que algún profeta de los antiguos había
resucitado. [9] Y dijo Herodes: A Juan lo he decapitado yo, ¿quién,
pues, es éste del que oigo tales cosas? Y deseaba verlo.
[10]
Cuando volvieron los Apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho; y,
tomándolos consigo, se retiró aparte hacia una ciudad llamada Betsaida. [11]
Cuando las muchedumbres se dieron cuenta, le siguieron; y acogiéndolos
les hablaba del Reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad. [12]
Empezaba a declinar el día, y acercándose los doce le dijeron: Despide a
la muchedumbre, para que se vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a
buscar albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un
lugar desierto. [13] El les dijo: Dadles vosotros de comer.
Pero ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser
que vayamos nosotros y compremos comida para toda esta muchedumbre. [14]
Había unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos
sentar en grupos de cincuenta. [15] Así lo hicieron, y
acomodaron a todos. [16] Tomando los cinco panes y los dos
peces, miró al cielo y los bendijo, los partió y los dio a sus discípulos,
para que los distribuyeran entre la muchedumbre. [17] Comieron
y se saciaron todos. Y de lo que sobró recogieron doce cestos de trozos.
[18]
Y sucedió que, cuando estaba haciendo oración, se hallaban con él los
discípulos y les preguntó: ¿Quién dicen las gentes que soy yo? [19]
Ellos respondieron: Juan Bautista; otros que Elías, y otros que ha
resucitado un profeta de los antiguos. [20] Pero él les dijo:
Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro dijo: El Cristo
de Dios. [21] Pero él les amonestó y les ordenó que no
dijeran esto a nadie.
[22]
Y añadió: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y
sea condenado por los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los
escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.
[23]
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame. [24] Pues el que
quiera salvar su vida, la perderá; el que, en cambio, pierda su vida por
mí, ése la salvará. [25] Porque ¿qué adelanta el hombre si
gana todo el mundo, pero se pierde a sí mismo, o sufre algún daño? [26]
Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará
el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y en la de
los santos ángeles. [27] Os aseguro de verdad que hay algunos
aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de
Dios.
[28]
Sucedió unos ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a
Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. [29]
Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió
blanco, resplandeciente. [30] Y he aquí que dos hombres
estaban conversando con él: eran Moisés y Elías [31] que,
aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había
de cumplirse en Jerusalén. [32] Pedro y los que estaban con él
se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y
a los dos hombres que con él estaban. [33] Cuando éstos se
apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí,
hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías;
no sabiendo lo que decía. [34] Mientras decía esto, se formó
una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se
atemorizaron. [35] Y salió una voz desde la nube, que decía:
Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. [36] Cuando sonó la
voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron
por entonces nada de lo que habían visto.
[37]
Sucedió al día siguiente que, al bajar ellos del monte, le salió al
encuentro una gran muchedumbre. [38] Y en medio de ella un
hombre clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, porque es el
único que tengo: [39] un espíritu se apodera de él, y
enseguida grita, le hace retorcerse entre espumarajos y difícilmente se
aparta de él, dejándolo maltrecho. [40] Y he rogado a tus
discípulos que lo expulsen, pero no han podido. [41]
Respondiendo Jesús, dijo: Oh generación incrédula y perversa, ¿hasta
cuándo he de estar entre vosotros y soportaros? Trae aquí a tu hijo. [42]
Y al acercarse, el demonio lo revolcó por el suelo y le hizo retorcerse.
Entonces Jesús increpó al espíritu impuro y curó al niño, devolviéndolo
a su padre. [43] Todos quedaron asombrados de la grandeza de
Dios. Y estando todos admirados por cuantas cosas hacía, dijo a sus discípulos:
[44] Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. [45] Pero
ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro que no lo
comprendían; y temían preguntarle acerca de este asunto.
[46]
Les vino al pensamiento cuál de ellos sería el mayor. [47]
Pero Jesús, conociendo los pensamientos de su corazón, tomó un niño, y
lo puso a su lado, [48] y les dijo: Todo aquel que acoge a este
niño en mi nombre, me recibe a mí; y todo aquel que me recibe a mí,
recibe al que me ha enviado: pues el menor entre todos vosotros, ése es
el mayor.
[49]
Entonces Juan dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en
tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. [50]
Y Jesús le dijo: No se lo prohibáis: pues el que no está contra
vosotros, está con vosotros.
SUBIDA
A JERUSALÉN
[51]
Y cuando estaba para cumplirse el tiempo de su partida, Jesús decidió
firmemente marchar hacia Jerusalén. [52] Y envió por delante
unos mensajeros, que entraron en una aldea de samaritanos para prepararle
hospedaje; [53] y no le acogieron, porque daba la impresión de
ir a Jerusalén. [54] Al ver esto, sus discípulos Santiago y
Juan dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los
consuma? [55] Y volviéndose, les reprendió. [56] Y
se fueron a otra aldea.
[57]
Mientras iban de camino, uno le dijo: Te seguiré adonde quiera que vayas.
[58] Jesús le dijo: Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros
del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su
cabeza. [59] A otro le dijo: Sígueme. Pero éste contestó: Señor,
permíteme ir primero a enterrar a mi padre. [60] Y Jesús le
dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el
Reino de Dios. [61] Y otro dijo: Te seguiré, Señor, pero
primero permíteme despedirme de los de mi casa. [62] Jesús le
dijo: Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para
el Reino de Dios.
Cap.
X
[1] Después de esto designó
el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él
a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. [2] Y les decía:
La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al señor de la
mies que envíe obreros a su mies. [3] Id: he aquí que yo os
envío como corderos en medio de lobos. [4] No llevéis bolsa
ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. [5]
En la casa en que entréis decid primero: paz a esta casa. [6]
Y si allí hubiera algún hijo de paz, descansará sobre él vuestra paz;
de lo contrario, retornará a vosotros. [7] Permaneced en la
misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, pues el que trabaja es
merecedor de su salario. No vayáis de casa en casa. [8] Y en
aquella ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; [9]
curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: el Reino de Dios está
cerca de vosotros. [10] Pero en la ciudad donde entréis y no
os reciban, saliendo a sus plazas, decid: [11] hasta el polvo
de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos contra
vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca. [12]
Os digo que Sodoma en aquel día será tratada con menos rigor que aquella
ciudad.
[13]
¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón
se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace
tiempo que habrían hecho penitencia sentados en saco y ceniza. [14]
Sin embargo, Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en
el juicio.
[15]
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada hasta el cielo? Hasta el
infierno serás abatida.
[16]
Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me
desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado.
[17]
Volvieron los setenta y dos con alegría diciendo: Señor, hasta los
demonios se nos someten en tu nombre. [18] El les dijo: Veía
yo a Satanás caer del cielo como un rayo. [19] Mirad, os he
dado potestad para aplastar serpientes y escorpiones y sobre todo poder
del enemigo, de manera que nada podrá haceros daño. [20] Pero
no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de
que vuestros nombres están escritos en el Cielo.
[21]
En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo
te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas
cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí,
Padre, pues así fue tu beneplácito. [22] Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni
quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
[23]
Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte: Bienaventurados los
ojos que ven lo que veis. [24] Pues os aseguro que muchos
profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron; y oír
lo que vosotros oís y no lo oyeron.
[25]
Entonces un doctor de la Ley se levantó y dijo para tentarle: Maestro, ¿qué
debo hacer para conseguir la vida eterna? [26] El le contestó:
¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? [27] Y éste le
respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu
alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a
ti mismo. [28] Y le dijo: Has respondido bien: haz esto y vivirás.
[29] Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién
es mi prójimo?
[30]
Entonces Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén
a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle
despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio
muerto. [31] Bajaba casualmente por el mismo camino un
sacerdote; y, viéndole, pasó de largo. [32] Asimismo, un
levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo. [33]
Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió
a compasión, [34] y acercándose vendó sus heridas echando en
ellas aceite y vino; lo hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo
a la posada y él mismo lo cuidó. [35] Al día siguiente,
sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo
que gastes de más te lo daré a mi vuelta. [36] ¿Cuál de
estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de
los salteadores? [37] El le dijo: El que tuvo misericordia con
él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo.
[38]
Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta le
recibió en su casa. [39] Tenía ésta una hermana llamada María
que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. [40]
Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose
delante dijo: Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el
trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude. [41] Pero el Señor
le respondió: Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas
cosas. [42] En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues,
María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.
Cap.
XI
[1]
Y sucedió que cuando hacía oración en cierto lugar, al terminarla, le
dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó
a sus discípulos. [2] El les respondió: Cuando oréis, decid:
Padre,
santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; [3] nuestro pan
cotidiano dánosle cada día; [4] y perdónanos nuestros
pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y
no nos dejes caer en la tentación.
[5]
Y les dijo: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media
noche y le diga: Amigo, préstame tres panes, [6] porque un
amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle, [7]
le responderá desde dentro: No me molestes, ya está cerrada la puerta;
yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos? [8]
Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por
su importunidad se levantará para darle cuanto necesite.
[9]
Así, pues, yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y
se os abrirá; [10] porque todo el que pide, recibe; y el que
busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. [11] Pues, ¿qué
padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de
un pez le dé una serpiente? [12] ¿O si le pide un huevo, le dé
un escorpión? [13] Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará
el Espíritu Santo a los que le piden?
[14]
Estaba expulsando un demonio que era mudo; y sucedió que, cuando salió
el demonio, el mudo rompió a hablar y la muchedumbre se quedó admirada; [15]
pero algunos de ellos dijeron: Por Beelzebul, príncipe de los demonios,
arroja a los demonios. [16] Y otros, para tentarle, le pedían
una señal del cielo. [17] Pero él, que conocía sus
pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo quedará
desolado y caerá casa contra casa. [18] Si, pues, también
Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo quedará en pie su
reino, puesto que decís que arrojo los demonios por Beelzebul? [19]
Si yo expulso los demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién los
arrojan? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces. [20]
Pero, si yo expulso los demonios por el dedo de Dios, está claro que el
Reino de Dios ha llegado a vosotros.
[21]
Cuando uno que es fuerte y está bien armado custodia su palacio, sus
bienes están seguros; [22] pero si llega otro más fuerte y le
vence, le quita sus armas en las que confiaba y reparte su botín.
[23]
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo,
desparrama.
[24]
Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares áridos
buscando reposo, y al no encontrarlo, dice: Me volveré a mi casa, de
donde salí; [25] y al llegar la encuentra barrida y arreglada.
[26] Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores
que él, entran y fijan allí su morada; y la situación última de aquel
hombre viene a ser peor que la primera.
[27]
Sucedió que mientras él estaba diciendo todo esto, una mujer de en medio
de la multitud, alzando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te
llevó y los pechos que te criaron. [28] Pero él replicó:
Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la
guardan.
[29]
Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación
es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino
la señal de Jonás. [30] Porque, así como Jonás fue señal
para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo
del Hombre para esta generación. [31] La reina del Mediodía
se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los
condenará: porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la
sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. [32]
Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación
y la condenarán: porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de
Jonás, pero mirad que aquí hay algo más que Jonás.
[33]
Nadie enciende una lámpara para ponerla en un sitio oculto ni bajo el
celemín, sino sobre el candelero para que los que entran vean la luz. [34]
La lámpara del cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, también todo tu
cuerpo está iluminado; pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo
queda en tinieblas. [35] Mira, pues, no sea que la luz que hay
en ti sea tinieblas. [36] Si, pues, todo tu cuerpo está
iluminado, sin haber en él parte alguna oscura, todo él estará
iluminado como cuando la lámpara te ilumina con su resplandor.
[37]
Cuando terminó de hablar, cierto fariseo le rogó que comiera en su casa.
Habiendo entrado, se puso a la mesa. [38] El fariseo se quedó
extrañado al ver que Jesús no se había lavado antes de la comida. [39]
Pero el Señor le dijo: Así que vosotros, los fariseos, purificáis por
fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y
maldad. [40] ¡Insensatos!, ¿acaso quien hizo lo de fuera no
ha hecho también lo de dentro? [41] Dad, más bien, limosna de
lo que guardáis dentro y así todo quedará purificado para vosotros. [42]
Pero, ¡ay de vosotros, fariseos, porque pagáis el diezmo de la menta, de
la ruda y de todas las legumbres, pero despreciáis la justicia y el amor
de Dios! Esto es lo que hay que hacer sin omitir aquello. [43]
¡Ay de vosotros, fariseos, porque apetecéis los primeros asientos en las
sinagogas y los saludos en las plazas! [44] ¡Ay de vosotros,
que sois como sepulcros disimulados, sobre los que pasan los hombres sin
saberlo!
[45]
Entonces, cierto doctor de la Ley, tomando la palabra, le replica:
Maestro, diciendo tales cosas, nos ofendes también a nosotros. [46]
Pero él dijo: ¡Ay también de vosotros, los doctores de la Ley, porque
imponéis a los hombres cargas insoportables, pero vosotros ni con un dedo
las tocáis! [47] ¡Ay de vosotros, que edificáis los
sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! [48]
Así, pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en
ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. [49]
Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y
matarán y perseguirán a una parte de ellos, [50] para que se
pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas,
derramada desde la creación del mundo, [51] desde la sangre de
Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí,
os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación. [52]
¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la
llave de la sabiduría!: vosotros no habéis entrado y a los que estaban
para entrar se lo habéis impedido.
[53]
Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con
vehemencia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, [54]
acechándole para cazarle en alguna palabra.
Cap.
XII
[1]
En esto, habiéndose reunido una muchedumbre de miles de personas, hasta
atropellarse unos a otros, comenzó a decir en primer lugar a sus discípulos:
Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. [2]
Nada hay oculto que no sea descubierto, ni secreto que no llegue a
saberse. [3] Porque cuanto hayáis dicho en la oscuridad será
escuchado a la luz; cuanto hayáis hablado al oído bajo techo será
pregonado sobre los terrados.
[4]
A vosotros, amigos míos, os digo: no tengáis miedo a los que matan el
cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. [5] Os
enseñaré a quién habéis de temer: temed al que después de dar muerte
tiene poder para arrojar en el infierno. Sí, os digo: temed a éste. [6]
¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno sólo de
ellos queda olvidado ante Dios. [7] Aún más, hasta los
cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis: vosotros valéis
más que muchos pajarillos.
[8]
Os digo, pues: todo el que me confiese ante los hombres, también el Hijo
del Hombre le confesará ante los ángeles de Dios. [9] Pero el
que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles
de Dios.
[10]
Todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado;
pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado.
[11]
Cuando os lleven a las sinagogas, y ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis de cómo defenderos, o qué tenéis que
decir, [12] porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella
hora qué es lo que hay que decir.
[13]
Uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la
herencia conmigo. [14] Pero él le respondió: Hombre, ¿quién
me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? [15] Y añadió:
Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene
abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee. [16]
Y les propuso una parábola diciendo: Las tierras de cierto hombre rico
dieron mucho fruto, [17] y pensaba para sus adentros: ¿qué
haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? [18] Y dijo:
Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y
allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. [19] Entonces diré
a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años.
Descansa, come, bebe, pásalo bien. [20] Pero Dios le dijo:
Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado, ¿para
quién será? [21] Así ocurre al que atesora para sí y no es
rico ante Dios.
[22]
Dijo a sus discípulos: Por eso os digo: no andéis preocupados por
vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a
vestir. [23] En efecto, la vida vale más que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido. [24] Fijaos en los cuervos: no
siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero, pero Dios los alimenta.
¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! [25] ¿Quién de
vosotros, por más que cavile, puede añadir un codo a su edad? [26]
Si no podéis ni lo más pequeño, ¿por qué os preocupáis por las demás
cosas? [27] Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan
ni hilan, pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse
como uno de ellos. [28] Y si Dios viste así a la hierba del
campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¡cuánto más a vosotros,
hombres de poca fe! [29] Así, vosotros no andéis buscando qué
comer o qué beber, y no estéis inquietos. [30] Por todas esas
cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre que necesitáis de
ellas. [31] Buscad más bien el Reino de Dios y su justicia, y
esas cosas se os darán por añadidura.
[32]
No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros
el Reino. [33] Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos
bolsas que no envejecen, un tesoro que no se agota en el Cielo, donde el
ladrón no llega ni corroe la polilla. [34] Porque donde está
vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
[35]
Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, [36]
y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para
abrirle al instante en cuanto venga y llame. [37] Dichosos
aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando. En
verdad os digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y
acercándose les servirá. [38] Y si viniese en la segunda
vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos. [39]
Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el
ladrón, no permitiría que se horadase su casa. [40] Vosotros,
pues, estad preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo
del Hombre.
[41]
Y le preguntó Pedro: Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por
todos? [42] El Señor respondió: ¿Quién piensas que es el
administrador fiel y prudente, a quien el amo pondrá al frente de su
casa, para dar a tiempo la ración adecuada? [43] Dichoso aquel
siervo, al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva. [44]
En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. [45]
Pero si aquel siervo dijera en sus adentros: mi amo tarda en venir, y se
pusiera a golpear a los criados y criadas, a comer, a beber y a
emborracharse, [46] llegará el amo de aquel siervo el día
menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le dará
el pago de los que no son fieles. [47] El siervo que,
conociendo la voluntad de su amo, no fue previsor ni actuó conforme a la
voluntad de aquél, será muy azotado; [48] en cambio, el que
sin saberlo hizo algo digno de castigo, será poco azotado. A todo el que
se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho,
mucho le pedirán.
[49]
Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? [50]
Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡cómo me siento urgido hasta
que se lleve a cabo! [51] ¿Pensáis que he venido a traer paz
a la tierra? No, os digo, sino división. [52] Pues desde
ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra
tres, [53] se dividirán el padre contra el hijo y el hijo
contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la
suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
[54]
Decía a las multitudes: Cuando veis que sale una nube por el poniente, en
seguida decís: va a llover, y así sucede. [55] Y cuando sopla
el sur, decís: viene bochorno, y sucede. [56] ¡Hipócritas!
Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra: entonces, ¿cómo
es que no sabéis interpretar este tiempo? [57] ¿Por qué no
sabéis discernir por vosotros mismos lo que es justo?
[58]
Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura ponerte de acuerdo
con él en el camino, no sea que te obligue a ir al juez, y el juez te
entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. [59]
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.
Cap.
XIII
[1]
Estaban presentes en aquel momento unos que le contaban lo de los
galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. [2]
Y en respuesta les dijo: ¿Pensáis que estos galileos fueron más
pecadores que todos los galileos, porque han padecido tales cosas? [3]
¡No!, os lo aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis
igualmente. [4] O aquellos dieciocho sobre los que cayó la
torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que fueron más culpables que
todos los hombres que vivían en Jerusalén? [5] ¡No!, os lo
aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente.
[6]
Les decía esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña,
y vino a buscar en ella fruto y no encontró. [7] Entonces dijo
al viñador: Mira que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta
higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en
balde? [8] Pero él le respondió: Señor, déjala también
este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, [9]
por si produce fruto; si no, ya la cortarás.
[10]
Un sábado estaba enseñando en una de las sinagogas. [11] Y
había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía
dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo.
[12] Al verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre
de tu enfermedad. [13] Y le impuso las manos, y al instante se
enderezó y glorificaba a Dios.
[14]
Tomando la palabra el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba
en sábado, decía a la muchedumbre: Seis días hay en los que es
necesario trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados, y no en día de sábado.
[15] El Señor le respondió: ¡Hipócritas!, cualquiera de
vosotros ¿no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a
beber? [16] Y a ésta que es hija de Abrahán, a la que Satanás
ató hace ya dieciocho años, ¿no era conveniente soltarla de esta
atadura aun en día de sábado? [17] Y cuando decía esto,
quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba
por todas las maravillas que hacía.
[18]
Y decía: ¿A qué es semejante el Reino de Dios y con qué lo compararé?
[19] Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y
lo echó en su huerto, y creció y llegó a ser un árbol, y las aves del
cielo anidaron en sus ramas.
[20]
Y dijo también: ¿Con qué compararé el Reino de Dios? [21]
Es semejante a la levadura que tomó una mujer y mezcló con tres medidas
de harina hasta que fermentó todo.
[22]
Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén.
[23] Y uno le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El
les contestó: [24] Esforzaos para entrar por la puerta
angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. [25]
Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os
quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: Señor, ábrenos.
Y os responderá: No sé de dónde sois. [26] Entonces empezaréis
a decir: Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras
plazas. [27] Y os dirá: No sé de dónde sois; apartaos de mí
todos los que obráis la iniquidad. [28] Allí será el llanto
y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán y a Isaac y a Jacob y a
todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois
arrojados fuera. [29] Y vendrán de Oriente y de Occidente y
del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. [30]
Pues hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.
[31]
En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: Sal y aléjate
de aquí, porque Herodes te quiere matar. [32] Y les dijo: Id a
decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy
y mañana, y al tercer día acabo. [33] Pero es necesario que
yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un
profeta muera fuera de Jerusalén.
[34]
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te
son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina
a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! [35] He aquí que
vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis
hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre
del Señor.
Cap.
XIV
[1]
Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los
principales fariseos, ellos le estaban observando. [2] Y he aquí
que se encontraba delante de él un hombre hidrópico. [3] Y
tomando la palabra, dijo Jesús a los doctores de la Ley y a los fariseos:
¿Es lícito curar en sábado o no? [4] Pero ellos callaron. Y
tomándolo, lo curó y lo despidió. [5] Y les dijo: ¿Quién
de vosotros, si se le cae al pozo un hijo o un buey, no lo saca enseguida
en día de sábado? [6] Y no pudieron responderle a esto.
[7]
Proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los
primeros puestos, diciéndoles: [8] Cuando seas invitado por
alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más
distinguido que tú haya sido invitado por él, [9] y al llegar
el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y
entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. [10]
Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar,
para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba.
Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. [11]
Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será
ensalzado.
[12]
Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena,
no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te
sirva de recompensa. [13] Al contrario, cuando des un banquete,
llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; [14] y serás
bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará
en la resurrección de los justos.
[15]
Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Bienaventurado el que
coma el pan en el Reino de Dios. [16] Pero él le dijo: Un
hombre daba una gran cena, e invitó a muchos. [17] Y envió a
su criado a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, pues ya
está todo preparado. [18] Y todos a una comenzaron a
excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo necesidad de
ir a verlo; te ruego que me des por excusado. [19] Y otro dijo:
Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por
excusado. [20] Otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo
ir. [21] Regresó el criado y contó esto a su señor.
Entonces, irritado el dueño de la casa, dijo a su criado: Sal ahora mismo
a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los
tullidos, a los ciegos y a los cojos. [22] Y el criado dijo: Señor,
se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio. [23]
Entonces dijo el señor a su criado: Sal a los caminos y a los cercados y
obliga a entrar, para que se llene mi casa. [24] Os aseguro,
pues, que ninguno de aquellos hombres invitados gustará mi cena.
[25]
Iba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: [26] Si
alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los
hijos y a los hermanos y a las hermanas, hasta su propia vida, no puede
ser mi discípulo. [27] Y el que no toma su cruz y me sigue, no
puede ser mi discípulo.
[28]
Porque, ¿quién de vosotros, al querer edificar una torre, no se sienta
primero a calcular los gastos a ver si tiene para acabarla?, [29]
no sea que, después de poner los cimientos y no poder acabar, todos los
que lo vean empiecen a burlarse de él, [30] diciendo: este
hombre comenzó a edificar, y no pudo terminar. [31] O ¿qué
rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si
puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte
mil? [32] Y si no, cuando todavía está lejos, envía una
embajada para pedir condiciones de paz. [33] Así pues,
cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi
discípulo.
[34]
La sal es buena; pero si hasta la sal se desvirtúa, ¿con qué se la
salará? [35] No es útil ni para la tierra ni para el
estercolero; la tiran fuera. Quien tenga oídos para oír, que oiga.
Cap.
XV
PARÁBOLAS
DE LA MISERICORDIA
[1]
Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. [2]
Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los
pecadores y come con ellos. [3] Entonces les propuso esta parábola:
[4] ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no
deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió
hasta encontrarla? [5] Y, cuando la encuentra, la pone sobre
sus hombros gozoso, [6] y, al llegar a casa, convoca a los
amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la
oveja que se me perdió. [7] Os digo que, del mismo modo, habrá
en el Cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por
noventa y nueve justos que no la necesitan.
[8]
O ¿qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y
barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla? [9] Y
cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas diciéndoles: Alegraos
conmigo, porque he encontrado la dracma que se me perdió. [10]
Así, os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que
se arrepiente.
[11]
Dijo también: Un hombre tenía dos hijos. [12] El más joven
de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de hacienda que me
corresponde. Y les repartió los bienes. [13] No muchos días
después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano
y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. [14]
Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él
empezó a pasar necesidad. [15] Fue y se puso a servir a un
hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar
cerdos; [16] le entraban ganas de saciarse con las algarrobas
que comían los cerdos; y nadie se las daba. [17]
Recapacitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan
abundante mientras yo aquí me muero de hambre! [18] Me
levantaré e iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo
y contra ti; [19] ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame
como a uno de tus jornaleros. [20] Y levantándose se puso en
camino hacia la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su
padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello
y lo cubrió de besos. [21] Comenzó a decirle el hijo: Padre,
he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo
tuyo. [22] Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, sacad el
mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los
pies; [23] traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a
celebrarlo con un banquete; [24] porque este hijo mío estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se
pusieron a celebrarlo.
[25]
El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música
y los cantos [26] y, llamando a uno de los criados, le preguntó
qué pasaba. [27] Este le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu
padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. [28]
Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. [29]
El replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin
desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para
divertirme con mis amigos. [30] Pero en cuanto ha venido ese
hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él
el ternero cebado. [31] Pero él le respondió: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; [32] pero había
que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha
vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.
Cap.
XVI
[1]
Decía también a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un
administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. [2]
Le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu
administración, porque ya no podrás seguir administrando. [3]
Y dijo para sí el administrador: ¿Qué haré, puesto que mi señor me
quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me avergüenza. [4]
Sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando sea retirado de
la administración. [5] Y, convocando uno a uno a los deudores
de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? [6] El
respondió: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu recibo; aprisa, siéntate
y escribe cincuenta. [7] Después dijo a otro: ¿Tú, cuánto
debes? El respondió: Cien cargas de trigo. Y le dijo: Toma tu recibo y
escribe ochenta. [8] El dueño alabó al administrador infiel
por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este mundo son más
sagaces en lo suyo que los hijos de la luz.
[9]
Y yo os digo: haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando
falten, os reciban en las moradas eternas.
[10]
Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto
en lo poco también es injusto en lo mucho.
[11]
Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os
confiará la verdadera? [12] Y si en lo ajeno no fuisteis
fieles, ¿quién os dará lo vuestro?
[13]
Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al
otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios
y al dinero.
[14]
Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero, y se
burlaban de él. [15] Y les dijo: Vosotros os hacéis pasar por
justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque
lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios.
[16]
La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se evangeliza el
Reino de Dios y cada uno se esfuerza por él.
[17]
Es más fácil que pasen el cielo y la tierra que caiga un solo ápice de
la Ley.
[18]
Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el
que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio.
[19]
Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día
celebraba espléndidos banquetes. [20] Un pobre, en cambio,
llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, [21]
deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros
acercándose le lamían sus llagas. [22] Sucedió, pues, que
murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió
también el rico y fue sepultado. [23] Estando en el infierno,
en medio de los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y
a Lázaro en su seno; [24] y gritando, dijo: Padre Abrahán,
ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en
agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas. [25]
Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante
tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y
tú atormentado. [26] Además de todo esto, entre vosotros y
nosotros hay interpuesto un gran abismo, de modo que los que quieren
atravesar de aquí a vosotros, no pueden; ni pueden pasar de ahí a
nosotros. [27] Y dijo: Te ruego entonces, padre, que le envíes
a casa de mi padre, [28] pues tengo cinco hermanos, para que
les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos. [29]
Pero replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los
oigan! [30] El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de
entre los muertos va a ellos, se convertirán. [31] Y le dijo:
Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque
uno de los muertos resucite.
Cap.
XVII
[1]
Dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan los escándalos; pero,
ay de aquel por quien vienen. [2] Más le valdría ajustarle al
cuello una piedra de molino y arrojarle al mar, que escandalizar a uno de
esos pequeños: [3] andaos con cuidado. Si tu hermano peca,
repréndele; y, si se arrepiente, perdónale. [4] Y si peca
siete veces al día contra ti, y siete veces vuelve a ti, diciendo: Me
arrepiento, le perdonarás.
[5]
Los Apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. [6]
Respondió el Señor: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a
este moral: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería.
[7]
Si uno de vosotros tiene un siervo en la labranza o con el ganado y
regresa del campo, ¿acaso le dice: entra en seguida y siéntate a la
mesa? [8] ¿No le dirá, al contrario: prepárame la cena y
disponte a servirme mientras como y bebo, que después comerás y beberás
tú? [9] ¿Es que tiene que agradecerle al siervo el que haya
hecho lo que se le había mandado? [10] Pues igual vosotros,
cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: somos unos
siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer.
[11]
Y sucedió que, yendo de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de
Samaría y Galilea; [12] y, cuando iba a entrar en un pueblo,
le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia [13]
y le dijeron gritando: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. [14]
Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que
mientras iban, quedaron limpios. [15] Uno de ellos, al verse
curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, [16] y fue a
postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. [17]
Ante lo cual dijo Jesús: ¿No son diez los que han quedado limpios? Los
otros nueve ¿dónde están? [18] ¿No ha habido quien volviera
a dar gloria a Dios sino sólo este extranjero? [19] Y le dijo:
Levántate y vete; tu fe te ha salvado.
[20]
Interrogado por los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de Dios, él
les respondió: El Reino de Dios no viene con espectáculo; [21]
ni se podrá decir: vedlo aquí o allí; porque, mirad, el Reino de Dios
está ya en medio de vosotros.
[22]
Y dijo a los discípulos: Vendrá un tiempo en que desearéis ver uno solo
de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. [23]
Entonces os dirán: vedlo aquí, o vedlo allí. No vayáis ni corráis
detrás. [24] Pues, como el relámpago fulgurante brilla de un
extremo a otro del cielo, así será en su día el Hijo del Hombre. [25]
Pero es necesario que antes padezca mucho y sea reprobado por esta
generación. [26] Y como ocurrió en los días de Noé, así
será también en los días del Hijo del Hombre. [27] Comían y
bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que Noé entró en el
arca, y vino el diluvio e hizo perecer a todos. [28] Lo mismo
sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían,
plantaban y edificaban; [29] pero el día en que salió Lot de
Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre e hizo perecer a todos. [30]
Del mismo modo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. [31]
En aquel día, quien esté en el terrado y tenga sus cosas en la casa, no
baje por ellas; y lo mismo, quien esté en el campo, que no vuelva atrás.
[32] Acordaos de la mujer de Lot. [33] Quien
pretenda guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará
viva. [34] Yo os digo: aquella noche estarán dos en el mismo
lecho: uno será tomado y el otro dejado. [35] Habrá dos
moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.
[37]
Y a esto le dijeron: ¿Dónde, Señor? El les respondió: Dondequiera que
esté el cuerpo, allí se reunirán las águilas.
Cap.
XVIII
[1]
Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no
desfallecer, [2] diciendo: En cierta ciudad había un juez que
no temía a Dios ni respetaba a los hombres. [3] También había
en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: Hazme justicia
ante mi adversario. [4] Y durante mucho tiempo no quería. Sin
embargo al final se dijo a sí mismo: aunque no temo a Dios ni respeto a
los hombres, [5] ya que esta viuda está molestándome, le haré
justicia, para que no siga viniendo a importunarme. [6] Concluyó
el Señor: Prestad atención a lo que dice el juez injusto. [7]
¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a El día y
noche, y les hará esperar? [8] Os aseguro que les hará
justicia sin tardanza. ¿Pero cuando venga el Hijo del Hombre, acaso
encontrará fe sobre la tierra?
[9]
Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose
por justos y despreciaban a los demás: [10] Dos hombres
subieron al Templo para orar: uno era fariseo, y el otro publicano. [11]
El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy
gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni como ese publicano. [12] Ayuno dos veces por semana, pago el
diezmo de todo lo que poseo. [13] Pero el publicano, quedándose
lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí que soy un
pecador. [14] Os digo que éste bajó justificado a su casa, y
aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se
humilla será ensalzado.
[15]
Le llevaban también niños, para que los tocara. Al verlo los discípulos
les reñían. [16] Pero Jesús llamó a los niños y dijo:
Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que
son como ellos es el Reino de Dios. [17] En verdad os digo que
quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.
[18]
Cierto personaje distinguido le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo
hacer para heredar la vida eterna? [19] Le respondió Jesús:
¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo, Dios. [20]
Sabes los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. [21]
El respondió: Todo esto lo he guardado desde la adolescencia. [22]
Después de oírlo le dijo Jesús: Aún te falta una cosa: vende todo lo
que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos. Luego,
ven y sígueme. [23] Pero al oír estas cosas se puso triste,
porque era muy rico. [24] Viéndole entristecerse, dijo Jesús:
¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!
[25] Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el Reino de Dios. [26] Los que
escuchaban dijeron: ¿Entonces quién puede salvarse? [27] El
respondió: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
[28]
Entonces dijo Pedro: Pues nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos
seguido. [29] Y Jesús les respondió: Os aseguro que no hay
nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por
causa del Reino de Dios, [30] que no reciba mucho más en este
mundo y, en el venidero, la vida eterna.
[31]
Tomando consigo a los doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén, y se
cumplirán todas las cosas que han sido escritas por medio de los Profetas
acerca del Hijo del Hombre: [32] será entregado a los gentiles
y se burlarán de él, será insultado y escupido, [33] y,
después de azotarlo, lo matarán, y al tercer día resucitará. [34]
Pero ellos no comprendieron nada de esto: era éste un lenguaje que les
resultaba incomprensible, y no entendían las cosas que decía.
[35]
Ocurrió que al llegar a Jericó había un ciego sentado junto al camino
mendigando. [36] Y al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué
era aquello. [37] Le contestaron: Es Jesús Nazareno que pasa. [38]
Y gritó diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. [39]
Y los que iban delante le reprendían para que se callara. Pero él
gritaba mucho más: Hijo de David, ten piedad de mí. [40] Jesús,
parándose, mandó que lo trajeran ante él. Y cuando se acercó, le
preguntó: [41] ¿Qué quieres que te haga? El dijo: Señor,
que vea. [42] Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. [43]
Y al instante vio, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al
presenciarlo, alabó a Dios.
Cap.
XIX
[1]
Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. [2] Había un hombre
llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. [3]
Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la
muchedumbre, porque era pequeño de estatura. [4] Y, adelantándose
corriendo, subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí.
[5] Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le
dijo: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa. [6]
Bajo rápido y lo recibió con gozo. [7] Al ver esto, todos
murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador.
[8] Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad
de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le
devuelvo cuatro veces más. [9] Jesús le dijo: Hoy ha llegado
la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; [10]
porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido.
[11]
Cuando la gente estaba oyendo estas cosas añadió una parábola, porque
él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios se
manifestaría en seguida. [12] Dijo pues: Un hombre noble marchó
a una tierra lejana a recibir la investidura real y volverse. [13]
Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta
mi vuelta. [14] Sus ciudadanos le odiaban y enviaron una
embajada tras él para decir: No queremos que éste reine sobre nosotros. [15]
Al volver, recibida ya la investidura real, mandó llamar ante sí a
aquellos siervos a quienes había dado el dinero, para saber cuánto habían
negociado. [16] Vino el primero y dijo: Señor, tu mina ha
producido diez. [17] Y le dijo: Bien, siervo bueno, porque has
sido fiel en lo poco ten potestad sobre diez ciudades. [18]
Vino el segundo y dijo: Señor, tu mina ha producido cinco. [19]
Le dijo a éste: Tú ten también el mando de cinco ciudades. [20]
Vino el otro y dijo: Señor, aquí está tu mina, que he tenido guardada
en un pañuelo; [21] pues tuve miedo de ti porque eres hombre
severo, tomas lo que no depositaste y siegas lo que no sembraste. [22]
Le dice: Por tus palabras te juzgo, mal siervo; ¿sabías que yo soy
hombre severo, que tomo lo que no he depositado y siego lo que no he
sembrado? [23] ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así,
al volver yo lo hubiera retirado con intereses. [24] Y dijo a
los presentes: Quitadle la mina y dádsela al que tiene diez. [25]
Entonces le dijeron: Señor, ya tiene diez minas. [26] Os digo
que a todo el que tiene se le dará, pero al que no tiene hasta lo que
tiene se le quitará. [27] En cuanto a esos enemigos míos que
no han querido que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi
presencia.
MINISTERIO EN JERUSALÉN
[28]
Dicho esto, caminaba delante de ellos subiendo a Jerusalén.
[29]
Y cuando llegó cerca de Betfagé y Betania, que están junto al monte
llamado de los Olivos, envió a dos discípulos [30] diciendo:
Id a la aldea que está enfrente; al entrar encontraréis un borrico
atado, en el que todavía no ha montado nadie; desatadlo y traedlo. [31]
Y si alguno os pregunta por qué lo desatáis le diréis así: porque el
Señor lo necesita. [32] Los enviados fueron y lo encontraron
tal como les había dicho. [33] Al desatar el borrico sus dueños
les dijeron: ¿Por qué desatáis el borrico? [34] Ellos
contestaron: Porque el Señor lo necesita. [35] Se lo llevaron
a Jesús. Y echando sus mantos sobre el borrico hicieron montar a Jesús. [36]
Según él avanzaba extendían sus mantos en el camino. [37] Al
acercarse, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de
los discípulos, llena de alegría, comenzó a alabar a Dios en alta voz
por todos los prodigios que habían visto, [38] diciendo: ¡Bendito
el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las
alturas!
[39]
Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus
discípulos. [40] El les respondió: Os digo que si éstos
callan gritarán las piedras.
[41]
Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, [42]
diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la
paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. [43] Porque
vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con
vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, [44]
sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están
dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has
conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.
[45]
Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían, [46]
diciéndoles: Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros
habéis hecho de ella una cueva de ladrones. [47] Y enseñaba
todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los
escribas intentaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, [48]
pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente
escuchándole.
Cap.
XX
[1]
Un día, mientras enseñaba y evangelizaba al pueblo en el Templo, se
acercaron los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos [2]
y le dijeron: Dinos: ¿con qué potestad haces estas cosas?; ¿quién es
el que te ha dado tal potestad? [3] Les respondió: También yo
os preguntaré una cosa. Decidme: [4] ¿el bautismo de Juan era
del Cielo o de los hombres? [5] Ellos razonaban entre sí: Si
decimos del Cielo dirá: ¿por qué no le creísteis?; [6] pero
si decimos de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque está
convencido de que Juan es un profeta. [7] Y respondieron que no
sabían de dónde era. [8] Entonces les dijo Jesús: Tampoco yo
os digo con qué potestad hago esto.
[9]
Comenzó a exponer al pueblo la siguiente parábola: Un hombre plantó una
viña, la arrendó a unos viñadores, y se ausentó por mucho tiempo. [10]
A su tiempo envió un siervo a los viñadores, para que le dieran del
fruto de la viña. Pero los viñadores después de golpearlo lo
despacharon con las manos vacías. [11] Y volvió a enviarles
otro siervo. Pero ellos lo azotaron y lo ultrajaron, y lo despacharon con
las manos vacías. [12] Y volvió a enviarles un tercero, pero
ellos lo hirieron y lo echaron. [13] Dijo entonces el dueño de
la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; tal vez a él le
respetarán. [14] Pero los viñadores al verlo comentaron entre
ellos: Este es el heredero; matémosle, para que su herencia pase a
nosotros. [15] Y, sacándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué
hará, pues, con ellos el dueño de la viña? [16] Vendrá y
exterminará a esos viñadores, y dará la viña a otros. Al oírlo
dijeron: De ningún modo. [17] Pero él, fijando en ellos su
mirada, dijo: Entonces, ¿qué significa lo que está escrito: La piedra
que rechazaron los arquitectos, ésta ha llegado a ser la piedra angular?
[18]
Todo el que caiga sobre aquella piedra se estrellará, y aquel sobre quien
ella cayese, quedará aplastado. [19] Los escribas y los príncipes
de los sacerdotes intentaban ponerle las manos encima en aquel mismo
momento, pero tuvieron miedo al pueblo; pues se dieron cuenta de que por
ellos había dicho aquella parábola.
[20]
Y ellos, estando al acecho, enviaron espías que simulaban ser justos,
para cogerle en alguna palabra, y así entregarlo al poder y autoridad del
Procurador. [21] Le preguntaron: Maestro, sabemos que hablas y
enseñas rectamente, y no haces acepción de personas, sino que enseñas
el camino de Dios según la verdad. [22] ¿Nos es lícito dar
tributo al César, o no? [23] Mas él, percatándose de su
malicia, les dijo: [24] Mostradme un denario. ¿De quién es la
imagen e inscripción que tiene? Ellos contestaron: Del César. [25]
El les dijo: Pues bien, dad al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios. [26] Y no pudieron cogerle en ninguna palabra ante
el pueblo, y admirados de su respuesta se callaron.
[27]
Se le acercaron algunos de los saduceos, los cuales niegan la resurrección,
y le preguntaron: [28] Maestro, Moisés nos dejó escrito que
si el hermano de uno muere dejando mujer, y éste no tiene hijos, su
hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. [29]
Pues bien, eran siete hermanos; el primero tomó mujer y murió sin hijos,
[30] y lo mismo el siguiente; [31] también el
tercero la tomó por mujer; los siete, de igual manera, murieron y no
dejaron hijos. [32] Finalmente murió la mujer. [33]
Ahora bien: en la resurrección, la mujer ¿de quién será esposa? Porque
los siete la tuvieron como esposa. [34] Jesús les dijo: Los
hijos de este mundo toman mujer o marido; [35] sin embargo los
que sean dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los
muertos, no tomarán ni mujer ni marido. [36] Porque ya no podrán
morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo
hijos de la resurrección. [37] Que los muertos resucitarán lo
mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de
Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. [38] Pues no es Dios
de muertos, sino de vivos; todos viven para El. [39] Tomando la
palabra, algunos escribas dijeron: Maestro, has hablado bien. [40]
Y ya no se atrevían a preguntarle más.
[41]
Les preguntó: ¿Como dicen que el Cristo es Hijo de David? [42]
Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha, [43] hasta que ponga a tus enemigos
como escabel de tus pies. [44] Pues si David le llama Señor,
¿cómo puede ser hijo suyo?
[45]
Oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos: [46] Guardaos
de los escribas, que gustan pasear vestidos con largas túnicas, y anhelan
los saludos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas, los
primeros puestos en los banquetes, [47] que devoran las casas
de las viudas y fingen largas oraciones: éstos recibirán una condena más
severa.
Cap.
XXI
[1]
Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el
gazofilacio. [2] Vio también a una viuda pobre que echaba allí
dos pequeñas monedas, [3] y dijo: En verdad os digo que esta
viuda pobre ha echado más que todos; [4] pues todos éstos han
entregado como ofrenda parte de lo que les sobra, ésta en cambio ha dado
de lo que necesita, todo lo que tenía para vivir.
[5]
Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas
piedras y ofrendas votivas, dijo: [6] Vendrán días en los que
de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. [7]
Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo acontecerá esto, y cuál será la señal
de que comienza a suceder? [8] El dijo: Mirad, no os dejéis
engañar; pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy, y el momento
está próximo. No les sigáis. [9] Cuando oigáis rumores de
guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan
primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.
[10]
Entonces les decía: Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra
reino; [11] habrá grandes terremotos y hambre y peste en
diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo.
[12] Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os
perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos
ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: [13] esto os
sucederá para dar testimonio. [14] Determinad, pues, en
vuestros corazones no tener preparado cómo habéis de responder; [15]
porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni
contradecir todos vuestros adversarios. [16] Seréis entregados
incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de
vosotros, [17] y seréis odiados por todos a causa de mi
nombre. [18] Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. [19]
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
[20]
Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se
acerca su desolación. [21] En aquella hora, quienes estén en
Judea que huyan a los montes, y quienes estén dentro de la ciudad que se
marchen, y quienes estén en los campos que no entren en ella: [22]
éstos son días de castigo para que se cumpla todo lo escrito. [23]
¡Ay de las que estén encintas y de las que estén criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. [24]
Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las
naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se
cumpla el tiempo de los gentiles.
[25]
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y sobre la
tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de
las olas, [26] perdiendo el aliento los hombres a causa del
terror y de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las
potestades de los Cielos se conmoverán. [27] Y entonces verán
al Hijo del Hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria.
[28]
Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos, y alzad vuestras
cabezas porque se aproxima vuestra redención.
[29]
Y les dijo una parábola: Observad la higuera y todos los árboles. [30]
Cuando ya echan brotes, al verlos, conocéis por ellos que ya está cerca
el verano. [31] Así también vosotros cuando veáis que sucede
todo esto, sabed que está cerca el Reino de Dios. [32] En
verdad os digo que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo
esto. [33] El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán.
[34]
Vigilad sobre vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén
ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y no
sobrevenga aquel día de improviso sobre vosotros, [35] pues
caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la
tierra. [36] Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis
evitar todos estos males que van a suceder, y estar en pie delante del
Hijo del Hombre.
[37]
Durante el día enseñaba en el Templo, y salía a pasar la noche en el
monte llamado de los Olivos. [38] Y todo el pueblo acudía a él
muy de madrugada al Templo para oírle.
Cap.
XXII
PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS
[1]
Se acercaba la fiesta de los Azimos, que se llama Pascua, [2] y
los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo acabar con
él, pero temían al pueblo. [3] Entro Satanás en Judas,
llamado Iscariote, uno de los doce. [4] Fue y habló con los príncipes
de los sacerdotes y los magistrados sobre el modo de entregárselo. [5]
Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. [6] El quedó
comprometido, y buscaba la ocasión propicia para entregárselo sin
tumulto.
[7]
Llegó el día de los Azimos, en el cual había que sacrificar la Pascua. [8]
Envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: Id y preparadnos la Pascua para
comerla. [9] Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la
preparemos? [10] Y les respondió: Mirad, cuando entréis en la
ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua;
seguidle hasta la casa en que entre, [11] y decid al dueño de
la casa: el Maestro te dice: ¿dónde está la estancia en que he de comer
la Pascua con mis discípulos? [12] El os mostrará una
habitación superior, grande, aderezada. Preparadla allí. [13]
Marcharon y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la
Pascua.
[14]
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los Apóstoles con él. [15]
Y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes
de padecer, [16] porque os digo que no la volveré a comer
hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios. [17] Y
tomando el cáliz, dio gracias y dijo: Tomadlo y distribuidlo entre
vosotros; [18] pues os digo que a partir de ahora no beberé
del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios. [19] Y
tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi
cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía. [20]
Y del mismo modo el cáliz después de haber cenado, diciendo: Este cáliz
es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
[21]
Pero he aquí que la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. [22]
Porque el Hijo del Hombre se va, según está decretado; pero ¡ay de
aquel hombre por quien es entregado! [23] Y empezaron a
preguntarse entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer tal cosa.
[24]
Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería tenido
como el mayor. [25] Pero él les dijo: Los reyes de las
naciones las dominan y los que tienen potestad sobre ellas son llamados
bienhechores; [26] no seáis así vosotros, sino que el mayor
entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve. [27]
Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es
el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como
quien sirve.
[28]
Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis
tribulaciones. [29] Por eso yo os preparo un Reino como mi
Padre me lo preparó a mí, [30] para que comáis y bebáis a
mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel.
[31]
Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como
el trigo. [32] Pero yo he rogado por ti para que no desfallezca
tu fe; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos. [33]
El le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y hasta
la muerte. [34] Pero Jesús le respondió: Te aseguro, Pedro,
que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces haberme
conocido.
[35]
Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa ni alforjas ni calzado, ¿acaso os
faltó algo? Nada, le respondieron. [36] Entonces les dijo:
Ahora en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y del mismo modo
alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada. [37]
Pues os aseguro que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue
contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí llega a su
fin. [38] Ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él
les dijo: Ya basta.
[39]
Salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos; le siguieron también
los discípulos. [40] Llegado al lugar, les dijo: Orad para no
caer en tentación. [41] Y se apartó de ellos como a un tiro
de piedra y, puesto de rodillas, oraba [42] diciendo: Padre, si
quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya. [43] Se le apareció un ángel del Cielo que le
confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. [44]
Y le vino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. [45]
Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los
encontró adormilados por la tristeza. [46] Y les dijo: ¿Por
qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
[47]
Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado
Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. [48]
Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? [49]
Al ver los que estaban a su alrededor lo que iba a suceder, dijeron: Señor,
¿herimos con la espada? [50] Y uno de ellos hirió al criado
del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja derecha. [51] Pero Jesús
respondiendo dijo: Dejad, basta ya; y tocándole la oreja, lo curó. [52]
Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos
sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis
salido con espadas y garrotes? [53] Mientras estaba con
vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí.
Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
[54]
Entonces le prendieron, se lo llevaron y lo metieron en casa del Sumo
Sacerdote. Pedro le seguía de lejos. [55] Habían encendido
fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba
sentado en medio de ellos. [56] Una criada, al verlo sentado a
la lumbre, fijándose en él dijo: [57] También éste estaba
con él. Pero él lo negó, y dijo: [58] No lo conozco, mujer.
Al poco tiempo viéndolo otro dijo: Tú también eres de ellos. Pero Pedro
replicó: Hombre, no lo soy. [59] Y pasada como una hora, otro
aseguró: Cierto, éste estaba con él, pues también es galileo. [60]
Y dijo Pedro: No sé, hombre, lo que dices. Y al instante, estando todavía
hablando, cantó un gallo. [61] El Señor se volvió y miró a
Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: Antes
que el gallo cante hoy, me habrás negado tres veces. [62] Salió
fuera y lloró amargamente.
[63]
Los hombres que custodiaban a Jesús se mofaban de él y le golpeaban. [64]
Entonces, tapándole la cara, le preguntaban: Profetiza, ¿quién es el
que te ha pegado? [65] Y decían contra él otras muchas
injurias.
[66]
Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de
los sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín, [67]
diciéndole: Si tú eres el Cristo, dínoslo. Y les contestó: Si os lo
digo, no creeréis; [68] y si hago una pregunta, no me
responderéis. [69] No obstante, desde ahora estará el Hijo
del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios. [70]
Entonces dijeron todos: Luego ¿tú eres el Hijo de Dios? Les respondió:
Vosotros lo decís: yo soy. [71] Pero ellos dijeron: ¡Qué
necesidad tenemos ya de testimonio! Nosotros mismo lo hemos oído de su
boca.
Cap.
XXIII
[1]
Se levantó toda la multitud y llevaron a Jesús ante Pilato. [2]
Entonces empezaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste
soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice
que él es Cristo Rey. [3] Pilato le preguntó: ¿Tú eres el
Rey de los Judíos? El le respondió: Tú lo dices. [4] Dijo
Pilato a los sumos sacerdotes y a la muchedumbre: No encuentro ningún
delito en este hombre. [5] Pero ellos insistían diciendo:
Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea,
hasta aquí.
[6]
Pilato al oírlo preguntó si aquel hombre era galileo. [7] Y
al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes,
que estaba también aquellos días en Jerusalén. [8] Herodes,
al ver a Jesús, se alegró mucho, pues deseaba verlo hacía mucho tiempo,
porque había oído muchas cosas acerca de él y esperaba verle hacer algún
milagro. [9] Le preguntó con mucha locuacidad, pero él no le
respondió nada. [10] También estaban allí los príncipes de
los sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia. [11]
Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole
un vestido blanco, y le envió a Pilato. [12] Herodes y Pilato
se hicieron amigos aquel día, pues antes eran enemigos entre sí.
[13]
Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al
pueblo, [14] y les dijo: Me habéis presentado a este hombre
como alborotador del pueblo. Y he aquí que yo le he interrogado delante
de vosotros, y no he hallado en este hombre delito alguno de los que le
acusáis; [15] ni tampoco Herodes, pues nos lo ha devuelto; por
tanto, nada ha hecho que merezca la muerte. [16] Así que,
después de castigarle, lo soltaré.
[18]
Pero toda la multitud clamó diciendo: Quita de en medio a ése y suéltanos
a Barrabás. [19] Este había sido encarcelado por cierta
sedición ocurrida en la ciudad y por un homicidio.
[20]
De nuevo Pilato les habló, queriendo poner en libertad a Jesús. [21]
Pero ellos continuaban gritando: Crucifícalo, crucifícalo. [22]
No obstante, por tercera vez, él les dijo: ¿Pues, qué mal ha hecho éste?
No encuentro en él ningún delito de muerte; por tanto, después de
castigarle, lo soltaré. [23] Pero ellos insistían a grandes
voces pidiendo que fuera crucificado, y sus gritos eran cada vez más
fuertes. [24] Pilato entonces decidió que se cumpliera su
petición; [25] soltó, pues, al que pedían, el cual había
sido encarcelado por sedición y homicidio; y a Jesús lo entregó al
arbitrio de ellos.
[26]
Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del
campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
[27]
Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se
lamentaban por él. [28] Jesús, volviéndose a ellas, les
dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por
vosotras mismas y por vuestros hijos, [29] porque he aquí que
vienen días en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que
no engendraron y los pechos que no amamantaron.
[30]
Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotras; y a los
collados: sepultadnos; [31] porque si en el leño verde hacen
esto, ¿que se hará en el seco?
[32]
Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos.
[33]
Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a
los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. [34] Y
Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Y se
repartieron sus vestidos echando suertes.
[35]
El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían: Ha
salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el
elegido. [36] Los soldados se burlaban también de él; se
acercaban y ofreciéndole vinagre [37] decían: Si tú eres el
Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. [38] Había una
inscripción sobre él: «Este es el Rey de los judíos».
[39]
Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el
Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. [40] Pero el otro le
reprendía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a
Dios? [41] Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues
recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno.
[42] Y decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu
Reino. [43] Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás
conmigo en el Paraíso.
[44]
Era ya alrededor de la hora sexta, y las tinieblas cubrieron toda la
tierra hasta la hora nona. [45] Se oscureció el sol, y el velo
del Templo se rasgó por medio. [46] Y Jesús, clamando con una
gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo
esto expiró.
[47]
El centurión, al ver lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo:
Verdaderamente este hombre era justo. [48] Y toda la multitud
que se había reunido ante este espectáculo, al contemplar lo ocurrido,
regresaba golpeándose el pecho. [49] Pero todos los conocidos
de Jesús y las mujeres que le habían seguido desde Galilea estaban
contemplando a lo lejos estas cosas.
[50]
Había un hombre llamado José, varón bueno y justo, miembro del Sanedrín,
[51] el cual no había consentido a su decisión y a sus
acciones; era procedente de Arimetea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino
de Dios. [52] Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo
de Jesús. [53] Y habiéndolo descolgado lo envolvió en una sábana,
y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido
colocado todavía. [54] Era el día de la Preparación y
clareaba el sábado. [55] Las mujeres, que habían venido con
él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo fue
colocado su cuerpo. [56] Regresaron y prepararon aromas y ungüentos.
El sábado descansaron según el precepto.
Cap.
XXIV
RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DEL SEÑOR JESÚS
[1]
Al día siguiente del sábado, muy de mañana, llegaron al sepulcro
trayendo los aromas que habían preparado; [2] y encontraron
que la piedra estaba removida del sepulcro. [3] Pero al entrar,
no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. [4] Y sucedió que,
estando desconcertadas por este motivo, he aquí que se les presentaron
dos varones con vestidura refulgente. [5] Como estuviesen
llenas de temor y con los rostros inclinados hacia tierra, ellos les
dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? [6]
No está aquí, sino que ha resucitado; recordad cómo os habló cuando aún
estaba en Galilea [7] diciendo que convenía que el Hijo del
Hombre fuera entregado en manos de hombres pecadores, y fuera crucificado
y resucitase al tercer día. [8] Entonces ellas se acordaron de
sus palabras. [9] Y al regresar del sepulcro anunciaron todo
esto a los Once y a todos los demás. [10] Eran María
Magdalena, Juana y María la de Santiago; también las otras que estaban
con ellas contaban estas cosas a los Apóstoles. [11] Y les
pareció como un desvarío lo que habían contado, y no les creían. [12]
Pedro, no obstante, levantándose corrió hacia el sepulcro; y al
inclinarse vio sólo el sudario. Entonces se volvió a casa admirado de lo
ocurrido.
[13]
El mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que distaba
de Jerusalén sesenta estadios. [14] Y conversaban entre sí de
todo lo que había acontecido. [15] Y sucedió que, mientras
comentaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos; [16]
pero sus ojos estaban incapacitados para reconocerle. [17] Y
les dijo: ¿Qué conversación lleváis entre los dos mientras vais
caminando? Y se detuvieron entristecidos. [18] Uno de ellos, de
nombre Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén
que no sabe lo que ha pasado allí estos días? [19] El les
dijo: ¿Qué ha pasado? Y le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que
fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el
pueblo: [20] cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros
magistrados lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo
crucificaron. [21] Sin embargo nosotros esperábamos que él
sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde
que han pasado estas cosas. [22] Bien es verdad que algunas
mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron
al sepulcro de madrugada [23] y, al no encontrar su cuerpo,
vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, los cuales
les dijeron que está vivo. [24] Después fueron algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él
no le vieron.
[25]
Entonces Jesús les dijo: ¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo
lo que anunciaron los profetas! [26] ¿No era preciso que el
Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? [27]
Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretaba en
todas las Escrituras lo que se refería a él. [28] Llegaron
cerca de la aldea a donde iban, y él hizo ademán de continuar adelante. [29]
Pero le retuvieron diciéndole: Quédate con nosotros, porque ya está
anocheciendo y va a caer el día. Y entró para quedarse con ellos. [30]
Y estando juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo
dio. [31] Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron,
pero él desapareció de su presencia. [32] Y se dijeron uno a
otro: ¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros,
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? [33]
Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, [34] que decían:
El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón. [35]
Y ellos contaban lo que había pasado en el camino, y cómo le habían
reconocido en la fracción del pan.
[36]
Mientras ellos contaban estas cosas, Jesús se puso en medio y les dijo:
Paz a vosotros. [37] Se quedaron turbados y asustados, pensando
que veían un espíritu. [38] Y les dijo: ¿Por qué estáis
turbados, y por qué dais cabida a esos pensamientos en vuestros
corazones? [39] Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo.
Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne y huesos como veis
que yo tengo. [40] Y dicho esto, les mostró las manos y los
pies. [41] Como no acabasen de creer por la alegría y
estuvieran llenos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que
comer? [42] Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado.
[43] Y tomándolo comió delante de ellos.
[44]
Y les dijo: Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y
en los Profetas y en los Salmos acerca de mí. [45] Entonces
les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. [46]
Y les dijo: Así está escrito: que el Cristo tiene que padecer y
resucitar de entre los muertos al tercer día, [47] y que se
predique en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas
las gentes, comenzando desde Jerusalén. [48] Vosotros sois
testigos de estas cosas. [49] Y sabed que yo os envío al que
mi Padre ha prometido. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que
seáis revestidos de la fuerza de lo alto.
[50]
Los sacó hasta cerca de Betania y levantando sus manos los bendijo. [51]
Y sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y se elevaba al
Cielo. [52] Y ellos le adoraron y regresaron a Jerusalén con
gran gozo. [53] Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a
Dios.
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Evangelio de San Juan
Cap.
I
[1]
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el
Verbo era Dios. [2] El estaba en el principio junto a Dios. [3]
Todo fue hecho por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
[4] En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
[5] Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
recibieron.
[6]
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. [7] Este
vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran
por él. [8] No era él la luz, sino el que debía dar
testimonio de la luz.
[9]
Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo. [10]
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció.
[11] Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. [12]
Pero a cuantos le recibieron les dio poder para ser hijos de Dios, a los
que creen en su nombre, [13] que no han nacido de la sangre, ni
de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios.
[14]
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su
gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. [15]
Juan da testimonio de él y clama: Este era de quien yo dije: el que viene
después de mí ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. [16]
Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia por gracia. [17]
Porque la Ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad vinieron por
Jesucristo. [18] A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito,
el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer.
PRIMERA PARTE: LA MANIFESTACIÓN DE JESÚS COMO EL MESÍAS, MEDIANTE LOS
MILAGROS JESÚS AUTOR DE LA NUEVA ECONOMÍA SALVÍFICA: PRIMERAS
MANIFESTACIONES DE FE
[19]
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde
Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: ¿Tú quién
eres? [20] Entonces él confesó la verdad y no la negó, y
declaró: Yo no soy el Cristo. [21] Y le preguntaron: ¿Entonces,
qué? ¿Eres tú Elías? Y dijo: No lo soy. ¿Eres tú el Profeta?
Respondió: No. [22] Por último le dijeron: ¿Quién eres,
para que demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti
mismo? [23] Contestó: Yo soy la voz del que clama en el
desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
[24]
Los enviados eran de los fariseos. [25] Le preguntaron: ¿Pues
por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta? [26]
Juan les respondió: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está
uno a quien no conocéis. [27] El es el que viene después de mí,
a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. [28]
Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba
bautizando.
[29]
Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo: He aquí el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. [30] Este es de quien yo
dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque
existía antes que yo. [31] Yo no le conocía, pero he venido a
bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.
[32]
Y Juan dio testimonio diciendo: He visto el Espíritu que bajaba del cielo
como una paloma y permanecía sobre él. [33] Yo no le conocía,
pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que
desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el
Espíritu Santo. [34] Y yo he visto y he dado testimonio de que
éste es el Hijo de Dios.
[35]
Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos [36]
y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. [37]
Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. [38]
Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives? [39]
Les respondió: Venid y veréis. Fueron y vieron dónde vivía, y
permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.
[40]
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído
a Juan y siguieron a Jesús. [41] Encontró primero a su
hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa el
Cristo). [42] Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo:
Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa
Piedra).
[43]
Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a
Felipe. Y le dijo Jesús: Sígueme. [44] Felipe era de Betsaida,
ciudad de Andrés y de Pedro. [45] Encontró Felipe a Natanael
y le dijo: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la
Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José. [46]
Entonces le dijo Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Le
respondió Felipe: Ven y verás.
[47]
Vio Jesús a Natanael que se acercaba y dijo de él: He aquí un verdadero
israelita en quien no hay doblez. [48] Le contestó Natanael:
¿De qué me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe te
llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi. [49]
Respondió Natanael: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de
Israel. [50] Contestó Jesús: ¿Porque te he dicho que te vi
bajo la higuera crees? Cosas mayores verás. [51] Y añadió:
En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles
de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.
Cap.
II
[1]
Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí
la madre de Jesús. [2] También fueron invitados a la boda Jesús
y sus discípulos. [3] Y, como faltase el vino, la madre de Jesús
le dijo: No tienen vino. [4] Jesús le respondió: Mujer, ¿qué
nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. [5] Dijo
su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.
[6]
Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de
los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas. [7]
Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. [8]
Entonces les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. [9]
Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde
provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al
esposo [10] y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y
cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has guardado el
vino bueno hasta ahora. [11] Así, en Caná de Galilea hizo Jesús
el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos
creyeron en él.
[12]
Después de esto bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos;
y permanecieron allí pocos días.
[13]
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. [14]
Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a
los cambistas sentados; [15] y haciendo un látigo de cuerdas
arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas
de los cambistas y volcó las mesas. [16] Y dijo a los que vendían
palomas: Quitad esto de aquí, no hagáis de la casa de mi Padre un
mercado. [17] Recordaron sus discípulos que está escrito: El
celo de tu casa me consume. [18] Entonces los judíos
replicaron: ¿Qué señal nos das para hacer esto? [19] Jesús
respondió: Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. [20]
Los judíos contestaron: ¿En cuarenta y seis años ha sido construido
este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días? [21] Pero
él hablaba del Templo de su cuerpo. [22] Cuando resucitó de
entre los muertos, recordaron sus discípulos que él había dicho esto, y
creyeron en la Escritura y en las palabras que había pronunciado Jesús.
[23]
Mientras estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos
creyeron en su nombre al ver los milagros que hacía. [24] Pero
Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, [25]
y no necesitaba que nadie le diera testimonio acerca de hombre alguno,
pues sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Cap.
III
[1]
Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente. [2]
Este vino a él de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de
parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los prodigios que tú
haces si Dios no está con él. [3] Contestó Jesús y le dijo:
En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el
Reino de Dios. [4] Nicodemo le respondió: ¿Cómo puede un
hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su
madre y nacer? [5] Jesús contestó: En verdad, en verdad te
digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios. [6] Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido
del Espíritu, espíritu es. [7] No te sorprendas de que te
haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. [8] El viento
sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde
va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
[9]
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? [10]
Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? [11]
En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos
testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. [12]
Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si
os hablara de cosas celestiales? [13] Pues nadie ha subido al
Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre. [14]
Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea
levantado el Hijo del Hombre, [15] para que todo el que crea
tenga vida eterna en él.
[16]
Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que
todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. [17]
Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él. [18] El que cree en él no es
juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre
del Hijo Unigénito de Dios. [19] Este es el juicio: que vino
la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que
sus obras eran malas. [20] Pues todo el que obra mal odia la
luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. [21]
Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se
pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.
[22]
Después de esto fue Jesús con sus discípulos a la región de Judea, y
allí convivía con ellos y bautizaba. [23] También Juan
estaba bautizando en Ainón junto a Salín, porque había allí mucha
agua, y acudían a ser bautizados, [24] pues aún no había
sido encarcelado Juan.
[25]
Se originó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío
acerca de la purificación. [26] Y fueron a Juan y le dijeron:
Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste
testimonio, está bautizando y todos van a él. [27] Respondió
Juan: No puede el hombre apropiarse nada si no le es dado del cielo. [28]
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino
que he sido enviado delante de él. [29] Esposo es el que tiene
la esposa; el amigo del esposo, el que está presente y le oye, se alegra
mucho con la voz del esposo. Por esto mi gozo se ha colmado. [30]
Es necesario que él crezca y que yo disminuya.
[31]
El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra, de la
tierra es y de la tierra habla. El que viene del Cielo está sobre todos, [32]
y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su
testimonio. [33] El que recibe su testimonio confirma que Dios
es veraz; [34] pues aquel a quien Dios ha enviado habla las
palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. [35] El
Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. [36] El que
cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creer en el Hijo no
verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Cap.
IV
[1]
Entonces, cuando supo Jesús que los fariseos habían oído que él hacía
más discípulos y bautizaba más que Juan [2] (aunque Jesús
mismo no bautizaba sino sus discípulos), [3] abandonó Judea y
se marchó de nuevo a Galilea. [4] Tenía que pasar por
Samaría.
[5] Llegó, pues, a una ciudad de Samaría, llamada Sicar,
junto al campo que dio Jacob a su hijo José. [6] Estaba allí
el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al
pozo. Era alrededor de la hora sexta.
[7]
Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. [8]
Sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos. [9]
Entonces le dijo la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides
de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Pues no se tratan los judíos
con los samaritanos. [10] Jesús le respondió: Si conocieras
el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le habrías
pedido y él te habría dado agua viva. [11] La mujer le dijo:
Señor, no tienes ni con qué sacar agua y el pozo es hondo, ¿de dónde
sacas, pues, el agua viva? [12] ¿Acaso eres tú mayor que
nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos
y sus ganados? [13] Respondió Jesús: Todo el que bebe de esta
agua tendrá sed de nuevo, [14] pero el que beba del agua que
yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré
se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna. [15]
La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga
que venir hasta aquí a sacarla. [16] Le contestó: Anda, llama
a tu marido y vuelve aquí. [17] Le respondió la mujer: No
tengo marido. Le contestó Jesús: Bien has dicho no tengo marido, [18]
pues cinco has tenido y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has
dicho la verdad.
[19]
Le dijo la mujer: Señor, veo que tú eres un profeta. [20]
Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el
lugar donde se debe adorar está en Jerusalén. [21] Le
respondió Jesús: Créeme mujer, llega la hora en que ni en este monte ni
en Jerusalén adoraréis al Padre. [22] Vosotros adoráis lo
que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
procede de los judíos. [23] Pero llega la hora, y es ésta, en
la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. [24]
Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en
verdad. [25] La mujer le dijo: Sé que el Mesías, el llamado
Cristo, va a venir. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas. [26]
Le respondió Jesús: Yo soy, el que habla contigo.
[27]
A continuación llegaron sus discípulos, y se admiraron de que hablara
con una mujer. Pero ninguno le preguntó: ¿Qué buscas?, o ¿qué hablas
con ella? [28] La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y
dijo a la gente: [29] Venid, ved a un hombre que me ha dicho
cuanto hice. ¿No será éste el Cristo? [30] Salieron de la
ciudad y venían a él.
[31]
Entre tanto los discípulos le rogaban diciendo: Rabbí, come. [32]
Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no conocéis.
[33] Decían los discípulos entre sí: ¿Acaso le trajo
alguien de comer? [34] Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la
voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. [35] ¿No
decís vosotros que después de cuatro meses viene la siega? Pues yo os
digo: Levantad vuestros ojos y mirad los campos que están dorados para la
siega; [36] el segador recibe ya su jornal y recoge el fruto de
cara a la vida eterna, para que se gocen juntos el que siembra y el que
siega. [37] Pues en esto es verdadero el refrán de que uno es
el que siembra y otro el que siega. [38] Yo os envié a segar
lo que vosotros no habéis trabajado; otros trabajaron y vosotros os habéis
aprovechado de su esfuerzo.
[39]
Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la
mujer que atestiguaba: Me ha dicho todo cuanto hice. [40] Así
que, cuando vinieron a él los samaritanos, le rogaban que se quedara con
ellos. Y se quedó allí dos días. [41] Entonces creyeron en
él muchos más por su predicación. [42] Y decían a la mujer:
Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste
es en verdad el Salvador del mundo.
[43]
Dos días después marchó de allí hacia Galilea. [44] Pues
Jesús mismo había dado testimonio de que un profeta no es honrado en su
patria. [45] Cuando vino a Galilea, le recibieron los galileos
porque habían visto todo cuanto hizo durante la fiesta en Jerusalén,
pues también ellos habían ido a la fiesta.
[46]
Entonces vino de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua
en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en
Cafarnaún, [47] el cual, al oír que Jesús venía de Judea
hacia Galilea, se acercó a él y le rogaba que bajase y curara a su hijo,
pues estaba muriéndose. [48] Jesús le dijo: Si no veis signos
y prodigios, no creéis. [49] Le respondió el funcionario
real: Señor, baja antes de que se muera mi hijo. [50] Jesús
le contesto: Vete, tu hijo vive. Aquel hombre creyó en la palabra que Jesús
le dijo y se marchó.
[51]
Mientras bajaba, sus siervos le salieron al encuentro diciendo que su hijo
vivía. [52] Les preguntó la hora en que empezó a mejorar. Le
respondieron: Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre. [53]
Entonces el padre cayó en la cuenta de que aquélla era la hora en que
Jesús le había dicho: Tu hijo vive. Y creyó él y toda su casa. [54]
Este segundo milagro lo hizo Jesús cuando vino de Judea a Galilea.
Cap.
V
JESÚS MANIFIESTA SU DIVINIDAD
[1]
Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén. [2] Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las
ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos.
[3] En estos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos
y paralíticos.
[5]
Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y
ocho años. [6] Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba
ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? [7] El enfermo
le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina
cuando se mueve el agua; mientras voy, desciende otro antes que yo. [8]
Le dijo Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. [9] Al
instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel
día era sábado. [10] Entonces dijeron los judíos al que había
sido curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. [11]
El les respondió: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla
y anda. [12] Le interrogaron: ¿Quién es el hombre que te
dijo: Toma tu camilla y anda? [13] El que había sido curado no
sabía quién era, pues Jesús se había apartado de la turba allí
reunida.
[14]
Después de esto lo encontró Jesús en el Templo y le dijo: Mira, has
sido curado; no peques más para que no te ocurra algo peor. [15]
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús el que le había
curado. [16] Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque
había hecho esto en sábado. [17] Jesús les replicó: Mi
Padre trabaja hasta el presente, y yo también trabajo. [18]
Por esto los judíos con más ahínco buscaban matarle, porque no sólo
quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose
igual a Dios.
[19]
Respondió Jesús y les dijo: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no
puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que
El hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. [20] Porque el
Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que El hace, y le mostrará obras
mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. [21] Pues
así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el
Hijo da vida a quienes quiere. [22] El Padre no juzga a nadie,
sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, [23] para que todos
honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al
Padre que lo ha enviado.
[24]
En verdad, en verdad os digo que el que oye mi palabra y cree en el que me
envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que pasa de la muerte a
la vida. [25] En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y
es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que
la oyeren vivirán, [26] pues como el Padre tiene vida en sí
mismo, así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. [27] Y le
dio poder de juzgar, ya que es el Hijo del Hombre. [28] No os
maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están
en los sepulcros oirán su voz; [29] y los que hicieron el bien
saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal,
para la resurrección del juicio. [30] Yo no puedo hacer nada
por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no
busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió.
[31]
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verdadero. [32]
Otro es el que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio
que da de mí. [33] Vosotros enviasteis legados a Juan y él
dio testimonio de la verdad. [34] Pero yo no recibo el
testimonio de hombre, sino que os digo esto para que os salvéis. [35]
Aquél era la antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis
alegraros por un momento con su luz. [36] Pero yo tengo un
testimonio mayor que el de Juan, pues las obras que me ha dado mi Padre
para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio
acerca de mí, de que el Padre me ha enviado. [37] Y el Padre
que me ha enviado, El mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis
oído nunca su voz ni habéis visto su rostro; [38] ni
permanece su palabra en vosotros, porque no creéis en éste a quien El
envió. [39] Escudriñad las Escrituras, ya que vosotros pensáis
tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de mí. [40]
Y no queréis venir a mí para tener vida.
[41]
Yo no busco recibir gloria de los hombres; [42] pero os conozco
y sé que no hay amor de Dios en vosotros. [43] Yo he venido en
nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése
lo recibiríais. [44] ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís
gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios?
[45] No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os
acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. [46] En efecto, si
creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió de mí.
[47] Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer
en mis palabras?
Cap.
VI
JESÚS ES EL PAN DE VIDA
[1]
Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, el de
Tiberíades. [2] Le seguía una gran muchedumbre porque veían
los milagros que hacía con los enfermos. [3] Jesús subió al
monte, y se sentó allí con sus discípulos. [4] Estaba próxima
la Pascua, la fiesta de los judíos. [5] Jesús, al levantar la
mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde
compraremos pan para que coman éstos? [6] Lo decía para
probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. [7] Felipe le
respondió: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un
poco. [8] Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón
Pedro, le dijo: [9] Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes
de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos? [10]
Jesús dijo: Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucha hierba.
Se sentaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. [11]
Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió a los que
estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. [12]
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han
sobrado para que nada se pierda. [13] Entonces los recogieron,
y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que
sobraron a los que habían comido.
[14]
Aquellos hombres, viendo el milagro que Jesús había hecho, decían: Este
es verdaderamente el Profeta que viene al mundo. [15] Jesús,
conociendo que iban a venir para llevárselo y hacerlo rey, se retiró de
nuevo al monte él solo.
[16]
Caída la tarde, bajaron sus discípulos al mar, [17] y
habiendo subido a la barca, se dirigían a la otra orilla hacia Cafarnaún.
Ya había oscurecido y Jesús aún no había venido junto a ellos. [18]
El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba. [19]
Después de remar unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que
andaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y les entró miedo. [20]
Pero él les dijo: Soy yo, no temáis. [21] Entonces ellos
quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra,
adonde iban.
[22]
Al día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar vio que no
había allí más que una sola barca, y que Jesús no había subido a la
barca con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. [23]
Llegaron otras barcas de Tiberíades, junto al lugar donde habían comido
el pan después de haber dado gracias al Señor. [24] Cuando
vio la multitud que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús. [25]
Y al encontrarle al otro lado del mar, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo
llegaste aquí?
[26]
Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis
no por haber visto los milagros, sino porque habéis comido de los panes y
os habéis saciado. [27] Obrad no por el alimento que perece
sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del
Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su sello. [28]
Ellos le preguntaron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? [29]
Jesús les respondió: Esta es la obra de Dios, que creáis en quien El ha
enviado.
[30]
Le dijeron: ¿Pues qué milagro haces tú, para que lo veamos y te
creamos? ¿Qué obras realizas tú? [31] Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan
del Cielo. [32] Les respondió Jesús: En verdad, en verdad os
digo que no os dio Moisés el pan del Cielo, sino que mi Padre os da el
verdadero pan del Cielo. [33] Pues el pan de Dios es el que ha
bajado del Cielo y da la vida al mundo. [34] Ellos le dijeron:
Señor, danos siempre de este pan.
[35]
Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá
hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed. [36] Pero os
lo he dicho: me habéis visto y no creéis. [37] Todo lo que me
da el Padre vendrá a mí, y al que viene a mí no lo echaré fuera, [38]
porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de
Aquel que me ha enviado. [39] Esta es la voluntad del que me ha
enviado: que no pierda nada de lo que El me ha dado, sino que lo resucite
en el último día. [40] Esta es, pues, la voluntad de mi
Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
[41]
Los judíos, entonces, murmuraban de él porque había dicho: Yo soy el
pan que ha bajado del Cielo. [42] Y decían: ¿No es éste Jesús,
el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo
ahora dice: He bajado del Cielo? [43] Respondió Jesús y les
dijo: No murmuréis entre vosotros. [44] Nadie puede venir a mí
si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último
día. [45] Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados
por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido,
viene a mí. [46] No es que alguien haya visto al Padre, sino
que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. [47] En
verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.
[48]
Yo soy el pan de vida. [49] Vuestros padres comieron el maná
en el desierto y murieron. [50] Este es el pan que baja del
Cielo, para que si alguien come de él no muera. [51] Yo soy el
pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá
eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
[52]
Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne? [53] Jesús les dijo: En verdad, en
verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis
su sangre, no tendréis vida en vosotros. [54] El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último
día. [55] Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. [56] El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él. [57] Como el Padre que me envió
vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. [58]
Este es el pan que ha bajado del Cielo, no como el que comieron los padres
y murieron: quien come este pan vivirá eternamente.
[59]
Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaún.
[60]
Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza,
¿quién puede escucharla? [61] Jesús, conociendo en su
interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os
escandaliza? [62] Pues, ¿si vierais al Hijo del Hombre subir a
donde estaba antes? [63] El espíritu es el que da vida, la
carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espíritu y son
vida. [64] Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen.
En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían
y quién era el que le iba a entregar. [65] Y decía: Por eso
os he dicho que ninguno puede venir a mí si no le fuera dado por el
Padre. [66] Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás
y ya no andaban con él.
[67]
Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? [68]
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna; [69] nosotros hemos creído y conocido que tú
eres el Santo de Dios. [70] Les respondió Jesús: ¿No os he
elegido yo a los doce? Sin embargo, uno de vosotros es un diablo. [71]
Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, pues éste, aun siendo uno de
los doce, era el que le iba a entregar.
Cap.
VII
JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO
[1]
Después de esto Jesús caminaba por Galilea, pues no quería andar por
Judea, ya que los judíos le buscaban para matarle.
[2]
Estaba próxima la fiesta judía de los Tabernáculos. [3]
Entonces le dijeron sus hermanos: Márchate de aquí y vete a Judea, para
que también tus discípulos vean las obras que haces, [4]
porque nadie hace algo a escondidas si quiere ser conocido. Puesto que
haces estas cosas, muéstrate al mundo. [5] Ni siquiera sus
hermanos creían en él. [6] Entonces, Jesús les dijo: Mi
tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está a punto. [7]
El mundo no puede odiaros, pero a mí me odia porque doy testimonio acerca
de él, de que sus obras son malas. [8] Vosotros subid a la
fiesta; yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo aún no se ha cumplido. [9]
Dicho esto, él se quedó en Galilea.
[10]
Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió,
no públicamente sino como a escondidas. [11] Los judíos le
buscaban durante la fiesta y decían: ¿Dónde está ése? [12]
Y había entre la gente muchos comentarios acerca de él. Unos decían: Es
bueno. Otros, en cambio: No. Seduce a la gente. [13] Sin
embargo, nadie hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.
[14]
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. [15]
Los judíos quedaron admirados y comentaban: ¿Cómo sabe éste de letras
sin haber estudiado? [16] Entonces Jesús les respondió y
dijo: Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. [17]
Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o
si yo hablo por mí mismo. [18] El que habla por sí mismo
busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, ése
es veraz y no hay injusticia en él. [19] ¿Acaso no os dio
Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué
queréis matarme? [20] Respondió la multitud: Estás
endemoniado; ¿quién te quiere matar? [21] Jesús les contestó:
Yo hice una sola obra y todos os habéis extrañado. [22]
Puesto que os dio Moisés la circuncisión `aunque no es de Moisés sino
de los Patriarcas`, incluso en sábado circuncidáis a un hombre. [23]
Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para no quebrantar la Ley
de Moisés, ¿os indignáis contra mí porque he curado por completo a un
hombre en sábado? [24] No juzguéis según las apariencias,
sino juzgad con recto juicio.
[25]
Entonces, algunos de Jerusalén decían: ¿No es éste el que buscan para
matarle? [26] Pues mirad cómo habla con toda libertad y nada
le dicen. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que éste es el
Cristo? [27] Sin embargo sabemos de dónde es éste, mientras
que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es. [28]
Jesús enseñando en el Templo clamó: Me conocéis y sabéis de dónde
soy; en cambio, yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a
quien vosotros no conocéis, es veraz. [29] Yo le conozco,
porque de El vengo y El mismo me ha enviado. [30] Buscaban cómo
detenerle, pero nadie le puso las manos encima porque aún no había
llegado su hora.
[31]
Muchos de la multitud creyeron en él y decían: Cuando venga el Cristo,
¿acaso hará más milagros que los que éste hace? [32] Al oír
los fariseos que la multitud comentaba esto de él, los príncipes de los
sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para prenderlo. [33]
Entonces, Jesús les dijo: Aún estaré entre vosotros un poco de tiempo,
luego me iré al que me ha enviado. [34] Me buscaréis y no me
encontraréis, porque donde yo estoy vosotros no podéis venir. [35]
Se dijeron los judíos: ¿Adónde se irá éste que no podamos
encontrarle? ¿Se irá tal vez a los dispersos entre los griegos y enseñará
a los griegos? [36] ¿Qué significan estas palabras que ha
dicho: Me buscaréis y no me hallaréis, y donde yo estoy vosotros no podéis
venir?
[37]
En el último día, el más solemne de la fiesta, estaba allí Jesús y
clamó: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba [38] quien
cree en mí. Como dice la Escritura, brotarán de su seno ríos de agua
viva. [39] Dijo esto del Espíritu que iban a recibir los que
creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, ya que
Jesús aún no había sido glorificado.
[40]
De entre la multitud que escuchaba estas palabras, unos decían: Este es
verdaderamente el Profeta. [41] Otros: Este es el Cristo. En
cambio, otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de Galilea? [42]
¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y
de la ciudad de Belén de donde era David? [43] Se produjo,
pues, una disensión entre la multitud por su causa. [44]
Algunos de ellos querían prenderle, pero nadie puso las manos sobre él.
[45]
Volvieron los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y
éstos les dijeron: ¿Por qué no lo habéis traído? [46]
Respondieron los alguaciles: Jamás habló así hombre alguno. [47]
Les replicaron entonces los fariseos: ¿También vosotros habéis sido
engañados? [48] ¿Acaso alguien de las autoridades o de los
fariseos ha creído en él? [49] Pero esta gente, que desconoce
la Ley, son unos malditos.
[50]
Nicodemo, aquel que vino de noche a Jesús y que era uno de ellos, les
dijo: [51] ¿Es que nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle oído
antes y conocer lo que ha hecho? [52] Le respondieron: ¿También
tú eres de Galilea? Investiga y te darás cuenta de que ningún profeta
surge de Galilea. [53] Y se volvió cada uno a su casa.
Cap.
VIII
[1]
Jesús marchó al Monte de los Olivos. [2] De mañana volvió
de nuevo al Templo, y todo el pueblo venía a él; se sentó y se puso a
enseñarles.
[3]
Los escribas y fariseos trajeron una mujer sorprendida en adulterio y,
poniéndola en medio, [4] le dijeron: Maestro, esta mujer ha
sido sorprendida en flagrante adulterio. [5] Moisés en la Ley
nos mandó lapidar a éstas; ¿tú qué dices? [6] Esto lo decían
tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en la tierra.
[7]
Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de
vosotros esté sin pecado que tire la piedra el primero. [8] E
inclinándose de nuevo, seguía escribiendo en la tierra. [9]
Al oírle, se iban marchando uno tras otro, comenzando por los más
viejos, y quedó solo Jesús y la mujer, de pie, en medio. [10]
Jesús se incorporó y le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha
condenado? [11] Ella respondió: Ninguno, Señor. Díjole Jesús:
Tampoco yo te condeno; vete y desde ahora no peques más.
[12]
De nuevo les dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. [13]
Le dijeron entonces los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu
testimonio no es válido. [14] Jesús les respondió: Aunque yo
doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido porque sé de dónde
vengo y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde
voy. [15] Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a
nadie; [16] y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no
estoy solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. [17] En
vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. [18]
Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado,
también da testimonio de mí. [19] Entonces le decían: ¿Dónde
está tu Padre? Jesús respondió: Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si
me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre.
[20]
Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el Templo;
y nadie le prendió porque aún no había llegado su hora.
[21]
Jesús les dijo de nuevo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en
vuestro pecado; a donde yo voy vosotros no podéis venir. [22]
Los judíos decían: ¿Es que se va a matar y por eso dice: A donde yo voy
vosotros no podéis venir? [23] Y les decía: Vosotros sois de
abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este
mundo. [24] Os he dicho que moriréis en vuestros pecados,
porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.
[25]
Entonces le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les respondió: Ante todo,
lo que os estoy diciendo. [26] Tengo muchas cosas que hablar y
juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que le he
oído, eso hablo al mundo. [27] Ellos no entendieron que les
hablaba del Padre. [28] Díjoles, pues, Jesús: Cuando hayáis
levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada
hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. [29]
Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago
siempre lo que le agrada. [30] Al decir estas cosas, muchos
creyeron en él.
[31]
Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, [32]
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. [33] Le
respondieron: Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de
nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres? [34] Jesús les
respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado,
esclavo es del pecado. [35] El esclavo no queda en casa para
siempre; mientras que el hijo queda para siempre; [36] pues, si
el Hijo os librase, seréis verdaderamente libres. [37] Yo sé
que sois linaje de Abrahán y, sin embargo, buscáis darme muerte porque
mi palabra no tiene cabida en vosotros.
[38]
Yo hablo lo que vi en mi Padre, y vosotros hacéis lo que oísteis a
vuestro padre. [39] Le respondieron: Nuestro padre es Abrahán.
Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abrahán haríais las obras de Abrahán.
[40] Pero ahora queréis matarme, a mí que os he dicho la
verdad que oí de Dios; Abrahán no hizo esto. [41] Vosotros
hacéis las obras de vuestro padre. Le respondieron: Nosotros no hemos
nacido de fornicación; tenemos un solo padre que es Dios. [42]
Jesús les dijo: Si Dios fuese vuestro padre, me amaríais; pues yo he
salido de Dios y he venido. Yo no he salido de mí mismo sino que El me ha
enviado. [43] ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no
podéis oír mi palabra. [44] Vosotros tenéis por padre al
diablo y queréis cumplir las apetencias de vuestro padre; él era
homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay
verdad en él. Cuando habla la mentira, de lo suyo habla, porque es
mentiroso y padre de la mentira. [45] Sin embargo, a mí, que
digo la verdad, no me creéis. [46] ¿Quién de vosotros me argüirá
de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? [47] El
que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no las
escucháis, porque no sois de Dios.
[48]
Los judíos le respondieron: ¿No decimos bien que tú eres samaritano y
estás endemoniado? [49] Jesús respondió: Yo no estoy
endemoniado, sino que honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí. [50]
Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. [51] En
verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra jamás verá la
muerte. [52] Los judíos le dijeron: Ahora conocemos que estás
endemoniado. Abrahán murió y también los profetas, y tú dices: Si
alguno guarda mi palabra, jamás gustará la muerte. [53] ¿Acaso
eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? También los
profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú? [54] Jesús
respondió: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale. Mi Padre
es el que me glorifica, el que decís que es vuestro Dios, [55]
y no lo conocéis; yo, sin embargo, lo conozco. Y si dijera que no lo
conozco sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y guardo su
palabra. [56] Abrahán vuestro padre se regocijó por ver mi día;
lo vio y se alegró. [57] Los judíos le dijeron: ¿Aún no
tienes cincuenta años y has visto a Abrahán? [58] Jesús les
dijo: En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán naciese, yo soy.
[59] Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se
escondió y salió del Templo.
Cap.
IX
[1]
Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. [2] Y le
preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres,
para que naciera ciego? [3] Respondió Jesús: Ni pecó éste
ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se
manifiesten en él. [4] Es necesario que nosotros hagamos las
obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche
cuando nadie puede trabajar. [5] Mientras estoy en el mundo soy
luz del mundo.
[6]
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó el lodo
en sus ojos [7] y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé
`que significa Enviado`. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. [8]
Los vecinos y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían:
¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? [9] Unos
decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece.
El decía: Soy yo. [10] Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te
abrieron los ojos? [11] El respondió: Ese hombre que se llama
Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate.
Entonces fui, me lavé y comencé a ver. [12] Le dijeron: ¿Dónde
está ése? El respondió: No lo sé.
[13]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. [14] Era sábado
el día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos. [15] Y
le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. El les
respondió: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo. [16]
Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no es de Dios, ya que
no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador
hacer tales prodigios? Y había división entre ellos. [17]
Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, puesto que te
ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. [18] No
creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado
a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, [19]
y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo que decís ha nacido ciego? ¿Entonces
cómo es que ahora ve? [20] Respondieron sus padres: Sabemos
que éste es nuestro hijo y que nació ciego; [21] pero cómo
es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no
lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí
mismo. [22] Sus padres dijeron esto porque temían a los judíos,
pues ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo
fuese expulsado de la sinagoga. [23] Por eso sus padres
dijeron: Edad tiene, preguntadle a él.
[24]
Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le
dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. [25]
El les contestó: Si es un pecador yo no lo sé. Sólo sé una cosa: que
yo era ciego y ahora veo. [26] Entonces le dijeron: ¿Qué te
hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? [27] Les respondió: Ya os lo
dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que
también vosotros queréis haceros discípulos suyos? [28]
Ellos le insultaron y le dijeron: Tú serás discípulo suyo; nosotros
somos discípulos de Moisés. [29] Sabemos que Dios habló a
Moisés, pero ése no sabemos de dónde es. [30] Aquel hombre
les respondió: Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis
de dónde es y que me abriera los ojos. [31] Sabemos que Dios
no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su
voluntad, a éste le escucha. [32] Jamás se ha oído decir que
alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. [33] Si
ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada. [34] Ellos
le respondieron: Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a
nosotros? Y lo echaron fuera.
[35]
Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y encontrándose con él le dijo:
¿Crees tú en el Hijo del Hombre? [36] El respondió: ¿Y quién
es, Señor, para que crea en él? [37] Le dijo Jesús: Lo has
visto; el que habla contigo, ése es. [38] Y él exclamó:
Creo, Señor. Y se postró ante él. [39] Dijo Jesús: Yo he
venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los
que ven se vuelvan ciegos.
[40]
Oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con él y le dijeron: ¿Acaso
nosotros también somos ciegos? [41] Les dijo Jesús: Si
fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora decís: Vemos; por eso
vuestro pecado permanece.
Cap.
X
[1]
En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta del redil de
las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un
salteador. [2] Pero el que entra por la puerta es pastor de las
ovejas. [3] A éste le abre el portero y las ovejas atienden a
su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las saca fuera. [4]
Cuando ha sacado fuera a todas sus ovejas, camina delante de ellas y las
ovejas le siguen porque conocen su voz. [5] Pero a un extraño
no le seguirán, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los
extraños. [6] Jesús les propuso esta comparación, pero ellos
no entendieron qué era lo que les decía.
[7]
Entonces dijo de nuevo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la
puerta de las ovejas. [8] Todos cuantos han venido antes que yo
son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les escucharon. [9]
Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará; y entrará
y saldrá y encontrará pastos. [10] El ladrón no viene sino
para robar, matar y destruir. Yo vine para que tengan vida y la tengan en
abundancia.
[11]
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. [12]
El asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye `y el lobo las arrebata y las dispersa`, [13]
porque es asalariado y no le importan las ovejas. [14] Yo soy
el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen. [15]
Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por
las ovejas. [16] Tengo otras ovejas que no son de este redil, a
ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un
solo rebaño, con un solo pastor. [17] Por eso me ama el Padre,
porque doy mi vida para tomarla de nuevo. [18] Nadie me la
quita, sino que yo la doy libremente. Tengo poder para darla y tengo poder
para tomarla de nuevo. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.
[19]
Se produjo de nuevo una disensión entre los judíos a causa de estas
palabras. [20] Muchos de ellos decían: Está endemoniado y
loco, ¿por qué le escucháis? [21] Otros decían: Estas
palabras no son de quien está endemoniado. ¿Acaso puede un demonio abrir
los ojos de los ciegos?
JESÚS ES UNO CON EL PADRE
[22]
Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era
invierno. [23] Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de
Salomón. [24] Entonces le rodearon los judíos y le decían:
¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente. [25] Les respondió Jesús: Os lo he dicho y no
lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, éstas dan
testimonio de mí. [26] Pero vosotros no creéis porque no sois
de mis ovejas. [27] Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco
y me siguen. [28] Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás
y nadie las arrebatará de mi mano. [29] Mi Padre que me las
dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. [30]
Yo y el Padre somos uno.
[31]
Los judíos cogieron de nuevo piedras para lapidarle. [32] Jesús
les replicó: Os he mostrado muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por
cuál de estas obras queréis lapidarme? [33] Le respondieron
los judíos: No queremos lapidarte por obra buena alguna sino por
blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. [34] Jesús
les contestó: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije: sois dioses? [35]
Si llamó dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la
Escritura no puede fallar, [36] ¿a quien el Padre santificó y
envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de
Dios? [37] Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; [38]
pero si las hago, creed en las obras, aunque no me creáis a mí, para que
conozcáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.
[39]
Intentaban entonces prenderlo otra vez, pero se escapó de sus manos. [40]
Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al
principio, y allí se quedó. [41] Y muchos acudieron a él y
decían: Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo Juan acerca
de él era verdad. [42] Y muchos allí creyeron en él.
Cap.
XI
JESÚS ES LA VIDA DEL MUNDO
[1]
Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su
hermana Marta. [2] María era la que ungió al Señor con
perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había
enfermado. [3] Entonces las hermanas le enviaron este recado:
Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo. [4] Al oírlo,
dijo Jesús: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a
fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.
[5]
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. [6] Cuando oyó
que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. [7]
Después, pasados éstos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. [8]
Le dijeron los discípulos: Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para
lapidarte, y ¿vas a volver allí? [9] Respondió Jesús: ¿Acaso
no son doce las horas del día? Si alguien camina de día no tropieza
porque ve la luz de este mundo; [10] pero si alguien camina de
noche tropieza porque no tiene luz. [11] Dicho esto, añadió:
Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarle. [12]
Le dijeron entonces sus discípulos: Señor, si está dormido se salvará.
[13] Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron
que hablaba del sueño natural. [14] Entonces Jesús les dijo
claramente: Lázaro ha muerto, [15] y me alegro por vosotros de
no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos a donde está él. [16]
Tomás, llamado también Dídimo, dijo a sus compañeros: Vayamos también
nosotros y muramos con él.
[17]
Jesús, al llegar, encontró que estaba sepultado ya desde hacía cuatro días.
[18] Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. [19]
Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por
su hermano.
[20]
En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en
cambio, se quedó sentada en casa. [21] Dijo Marta a Jesús: Señor,
si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, [22]
pero incluso ahora sé que cuanto pidieres a Dios, Dios te lo concederá. [23]
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. [24] Marta le respondió:
Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. [25]
Le dijo Jesús: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí,
aunque hubiera muerto, vivirá, [26] y todo el que vive y cree
en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? [27] Le contestó:
Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que
has venido a este mundo.
[28]
Y dicho esto fue y llamó a su hermana María diciéndole en voz baja: El
Maestro está aquí y te llama. [29] Cuando ésta lo oyó, se
levantó en seguida y fue hacia él. [30] Todavía no había
llegado Jesús a la aldea, sino que estaba aún en el lugar en que Marta
le había salido al encuentro. [31] Los judíos que estaban con
ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantó de repente
y se marchó, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. [32]
Entonces María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle se postró
a sus pies y le dijo: Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto
mi hermano. [33] Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos
que la acompañaban también lloraban, se estremeció en su interior, se
conmovió [34] y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le
contestaron: Señor, ven y lo verás. [35] Jesús comenzó a
llorar. [36] Decían entonces los judíos: Mirad cómo le
amaba. [37] Pero algunos de ellos dijeron: Este, que abrió los
ojos del ciego, ¿no podía haber impedido que muriese?
[38]
Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con
una piedra. [39] Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la
hermana del difunto, le dijo: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. [40]
Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? [41]
Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
Padre, te doy gracias porque me has escuchado. [42] Yo sabía
que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está
alrededor, para que crean que Tú me enviaste. [43] Y después
de decir esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! [44]
Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el
rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle
andar. [45] Muchos judíos que habían venido a casa de María,
al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.
[46]
Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús
había hecho. [47] Entonces los pontífices y los fariseos
convocaron el Sanedrín y decían: ¿Qué hacemos, puesto que este hombre
realiza muchos milagros? [48] Si le dejamos así, todos creerán
en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.
[49]
Uno de ellos, Caifás, que era Sumo Pontífice aquel año, les dijo:
Vosotros no sabéis nada, [50] ni os dais cuenta de que os
conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la
nación. [51] Pero esto no lo decía por sí mismo, sino que,
siendo Sumo Pontífice aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por
la nación; [52] y no sólo por la nación, sino para reunir a
los hijos de Dios que estaban dispersos. [53] Así, desde aquel
día decidieron darle muerte. [54] Entonces Jesús ya no andaba
en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región
cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraín, donde se quedó con sus
discípulos.
[55]
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella
región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. [56]
Los que estaban en el Templo buscaban a Jesús, y se decían unos a otros:
¿Qué os parece, acaso vendrá a la fiesta? [57] Los príncipes
de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien
sabía dónde estaba, lo denunciase, con el fin de prenderlo.
Cap.
XII
JESÚS ACLAMADO REY MESIÁNICO
[1]
Jesús, seis días antes de la Pascua, fue a Betania, donde vivía Lázaro,
al que Jesús resucitó de entre los muertos. [2] Allí le
prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a
la mesa con él.
[3]
María, tomando una libra de perfume muy caro, de nardo puro, ungió los
pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la
fragancia del perfume. [4] Dijo entonces Judas Iscariote, uno
de los discípulos, el que iba a entregarle: [5] ¿Por qué no
se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los
pobres? [6] Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de
los pobres, sino porque era ladrón, y, como tenía la bolsa, se llevaba
lo que echaban en ella. [7] Entonces dijo Jesús: Dejadle que
lo emplee para el día de mi sepultura; [8] pues a los pobres
los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
[9]
Una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí, y fueron no sólo
por Jesús, sino también por ver a Lázaro al que había resucitado de
entre los muertos. [10] Los príncipes de los sacerdotes
decidieron dar muerte también a Lázaro, [11] porque muchos,
por su causa, se apartaban de los judíos y creían en Jesús.
[12]
Al día siguiente las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús
se acercaba a Jerusalén, [13] tomaron ramos de palmas,
salieron a su encuentro y gritaban: Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor, el Rey de Israel. [14] Jesús encontró un
borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito: [15]
No temas, hija de Sión. Mira a tu rey, que llega montado en un pollino de
asna.
[16]
Sus discípulos no comprendieron esto de momento, pero cuando Jesús fue
glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas acerca
de él, y que fueron precisamente las que le hicieron.
[17]
La multitud que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le
resucitó de entre los muertos, daba testimonio. [18] Por eso
las muchedumbres le salieron al encuentro, porque oyeron que Jesús había
hecho este milagro. [19] Entonces los fariseos se dijeron unos
a otros: Ya veis que no adelantáis nada; mirad cómo todo el mundo se ha
ido tras él.
[20]
Entre los que subieron a adorar a Dios en la fiesta había algunos
griegos; [21] éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de
Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. [22]
Fue Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo
dijeron a Jesús. [23] Jesús les contestó: Ha llegado la hora
de que sea glorificado el Hijo del Hombre. [24] En verdad, en
verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda
infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. [25] El que ama
su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará
para la vida eterna. [26] Si alguien me sirve que me siga, y
donde yo estoy allí estará también mi servidor; si alguien me sirve, el
Padre le honrará.
[27]
Ahora mi alma está turbada; y ¿qué diré?: ¿Padre, líbrame de esta
hora?, si para eso vine a esta hora. [28] ¡Padre, glorifica tu
nombre! Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo
glorificaré.
[29]
La multitud que estaba presente y la oyó, decía: Ha sido un trueno.
Otros decían: Un ángel le ha hablado. [30] Jesús respondió:
Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. [31] Ahora es
el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser
arrojado fuera. [32] Y yo, cuando sea levantado de la tierra,
atraeré a todos hacia mí. [33] Decía esto señalando de qué
muerte iba a morir. [34] La multitud le replicó: Nosotros
hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo
dices tú: Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre? ¿Quién es
este Hijo del Hombre? [35] Jesús les dijo: Todavía por un
poco de tiempo está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la
luz, para que las tinieblas no os sorprendan; pues el que camina en
tinieblas no sabe a dónde va. [36] Mientras tenéis la luz,
creed en la luz para que seáis hijos de la luz. Jesús les dijo estas
cosas, se marchó y se ocultó de ellos.
[37]
Aunque había hecho Jesús tantos milagros delante de ellos, no creían en
él, [38] de modo que se cumplieran las palabras que dijo el
profeta Isaías: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?; y el brazo
del Señor, ¿a quién ha sido revelado? [39] Por eso no podían
creer, porque también dijo Isaías: [40] Ha cegado sus ojos y
ha endurecido su corazón, de modo que no vean con los ojos, ni entiendan
con el corazón, ni se conviertan, y los sane.
[41]
Esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló acerca de él. [42]
Sin embargo, incluso muchos de los judíos principales creyeron en él,
pero a causa de los fariseos no le confesaban, para no ser expulsados de
la sinagoga, [43] pues amaron más la gloria de los hombres que
la gloria de Dios.
[44]
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel
que me ha enviado; [45] y el que me ve a mí, ve al que me ha
enviado. [46] Yo soy la luz que ha venido al mundo para que
todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. [47] Y si
alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, ya que no he
venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. [48] Quien me
desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que
he hablado, ésa le juzgará en el último día. [49] Porque yo
no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, El me ha
ordenado lo que he de decir y hablar. [50] Y sé que su mandato
es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el
Padre, así lo hablo.
Cap.
XIII
SEGUNDA PARTE: MANIFESTACIÓN DE JESÚS COMO EL MESÍAS HIJO DE DIOS, EN
SU PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN LA ULTIMA CENA
[1]
La víspera de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora de pasar de este mundo al Padre, como amase a los suyos que estaban
en el mundo, los amó hasta el fin. [2] Y mientras celebraban
la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo
de Simón Iscariote, que lo entregara, [3] sabiendo Jesús que
todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y
a Dios volvía, [4] se levantó de la cena, se quito el manto,
tomó una toalla y se la ciñó. [5] Después echó agua en una
jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos
con la toalla que se había ceñido.
[6]
Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: Señor, ¿tú me vas a lavar a mí
los pies? [7] Respondió Jesús: Lo que yo hago no lo entiendes
ahora, lo comprenderás después. [8] Le dice Pedro: No me
lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tendrás
parte conmigo. [9] Simón Pedro le replicó: Señor, no
solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. [10]
Jesús le dice: El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más
que los pies, pues todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios,
aunque no todos. [11] Porque sabía quién le iba a entregar,
por eso dijo: No todos estáis limpios.
[12]
Después de lavarles los pies tomó el manto, se puso de nuevo a la mesa,
y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? [13]
Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy.
[14] Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado
los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. [15]
Os he dado ejemplo para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis
vosotros. [16] En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más
que su señor, ni el enviado más que quien le envió. [17] Si
comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados. [18] No
lo digo por todos vosotros: yo sé a quiénes elegí; sino para que se
cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su calcañar. [19]
Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis
que yo soy. [20] En verdad, en verdad os digo: quien recibe al
que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me
ha enviado.
[21]
Cuando dijo esto Jesús se turbó en su espíritu, y declaró: En verdad,
en verdad os digo que uno de vosotros me entregará. [22] Los
discípulos se miraban unos a otros no sabiendo a quién se refería. [23]
Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús
amaba. [24] Simón Pedro le hizo señas y le dijo: Pregúntale
de quién habla. [25] El, que estaba recostado sobre el pecho
de Jesús, le dice: Señor, ¿quién es? [26] Jesús responde:
Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar. Mojando, pues, el bocado,
lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. [27]
Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: Lo que
vas a hacer, hazlo pronto. [28] Pero ninguno de los que estaban
a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, [29] pues
algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: Compra
lo que necesitamos para la fiesta, o da algo a los pobres. [30]
Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.
[31]
Cuando salió, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios
es glorificado en él. [32] Si Dios es glorificado en él,
también Dios le glorificará a él en sí mismo, y pronto le glorificará.
[33]
Hijitos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como dije a
los judíos: a donde yo voy, vosotros no podéis venir; lo mismo os digo
ahora a vosotros. [34] Un mandamiento nuevo os doy, que os améis
unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. [35]
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor
entre vosotros.
[36]
Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas? Jesús respondió: A donde yo
voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde. [37]
Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi
vida por ti. [38] Respondió Jesús: ¿Tú darás la vida por mí?
En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes de que me
niegues tres veces.
Cap.
XIV
[1]
No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. [2]
En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo hubiera dicho,
porque voy a prepararos un lugar; [3] y cuando haya marchado y
os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí,
para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; [4] a
donde yo voy, sabéis el camino. [5] Tomás le dijo: Señor, no
sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? [6] Le
respondió Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al
Padre sino por mí. [7] Si me habéis conocido a mí, conoceréis
también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto. [8]
Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. [9]
Jesús le contestó: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no
me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices
tú: Muéstranos al Padre? [10] ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí
mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. [11]
Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed por las
obras mismas. [12] En verdad, en verdad os digo: el que cree en
mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas
porque yo voy al Padre. [13] Y lo que pidáis en mi nombre eso
haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. [14] Si me
pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré.
[15]
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; [16] y yo rogaré
al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: [17]
el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le
ve ni le conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y
está en vosotros. [18] No os dejaré huérfanos, yo volveré a
vosotros. [19] Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero
vosotros me veréis porque yo vivo y también vosotros viviréis. [20]
En aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre, y vosotros en mí y yo
en vosotros. [21] El que acepta mis mandamientos y los guarda,
ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le
amaré y yo mismo me manifestaré a él.
[22]
Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿y qué ha pasado para que tú
te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? [23] Jesús
contestó y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a él y haremos morada en él. [24] El que
no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía
sino del Padre que me ha enviado. [25] Os he hablado de todo
esto estando con vosotros; [26] pero el Paráclito, el Espíritu
Santo que el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todo y os
recordará todas las cosas que os he dicho.
[27]
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se
turbe vuestro corazón ni se acobarde. [28] Habéis escuchado
que os he dicho: Me voy y vuelvo a vosotros. Si me amarais os alegraríais
de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. [29] Os
lo he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. [30]
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues viene el príncipe del mundo;
contra mí no puede nada, [31] pero el mundo debe conocer que
amo al Padre y que obro tal como me ordenó. ¡Levantaos, vámonos de aquí!
Cap.
XV
[1]
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. [2] Todo
sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda
para que dé más fruto. [3] Vosotros ya estáis limpios por la
palabra que os he hablado. [4] Permaneced en mí y yo en
vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. [5]
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él,
ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. [6]
Si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se
seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. [7] Si
permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que
queráis y se os concederá. [8] En esto es glorificado mi
Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.
[9]
Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. [10]
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. [11]
Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea
completo. [12] Este es mi mandamiento: que os améis los unos a
los otros como yo os he amado. [13] Nadie tiene amor más
grande que el de dar uno la vida por sus amigos. [14] Vosotros
sois mis amigos si hacéis lo que os mando. [15] Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en
cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he
dado a conocer. [16] No me habéis elegido vosotros a mí, sino
que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre
en mi nombre os lo conceda. [17] Esto os mando, que os améis
los unos a los otros.
[18]
Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. [19]
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del
mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. [20]
Acordaos de la palabra que os he dicho: no es el siervo más que su señor.
Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han
guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. [21] Pero
os harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que
me ha enviado. [22] Si no hubiera venido y les hubiera hablado,
no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado.
[23]
El que me odia a mí, también odia a mi Padre. [24] Si no
hubiera hecho ante ellos las obras que ningún otro hizo, no tendrían
pecado; sin embargo, ahora las han visto y me han odiado a mí, y también
a mi Padre. [25] Pero había de cumplirse la palabra que estaba
escrita en su Ley: Me odiaron sin motivo.
[26]
Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu
de la verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. [27]
También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis
conmigo.
Cap.
XVI
[1]
Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. [2] Seréis
expulsados de las sinagogas; aún más, llega la hora en que todo el que
os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios. [3] Y esto
os lo harán porque no han conocido a mi Padre ni a mí. [4]
Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis
de que ya os las había anunciado. No os las dije al principio porque
estaba con vosotros. [5] Ahora voy a quien me envió y ninguno
de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? [6] Pero porque os he
dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; [7] mas
yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito
no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré. [8]
Y cuando venga El, argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio: [9]
de pecado, porque no creen en mí; [10] de justicia, porque me
voy al Padre y ya no me veréis; [11] de juicio, porque el príncipe
de este mundo ya está juzgado.
[12]
Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas
ahora. [13] Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os
guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá
todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. [14] El me
glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. [15]
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esto dije que recibe de lo mío y
os lo anunciará.
[16]
Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a
ver. [17] Sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es
esto que nos dice: Dentro de un poco ya no me veréis y dentro de otro
poco me volveréis a ver, y que voy al Padre? [18] Decían
pues: ¿Qué es esto que dice: Dentro de un poco? No sabemos lo que dice. [19]
Conoció Jesús que querían preguntarle y les dijo: Intentáis averiguar
entre vosotros acerca de lo que he dicho: dentro de un poco no me veréis,
y dentro de otro poco me volveréis a ver. [20] En verdad, en
verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, en cambio el mundo se
alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá
en gozo. [21] La mujer, cuando va a dar a luz, está triste
porque llegó su hora, pero una vez que ha dado a luz un niño, ya no se
acuerda de la tribulación por el gozo de que ha nacido un hombre en el
mundo. [22] Así pues, también vosotros ahora os entristecéis,
pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará
vuestro gozo. [23] En aquel día no me preguntaréis nada. En
verdad, en verdad os digo: si algo pedís al Padre en mi nombre, os lo
concederá. [24] Hasta ahora no habéis pedido nada en mi
nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.
[25]
Os he dicho estas cosas por medio de comparaciones. Llega la hora en que
ya no os hablaré por comparaciones, sino que abiertamente os anunciaré
las cosas acerca del Padre. [26] Aquel día pediréis en mi
nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, [27]
pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído
que yo salí de Dios. [28] Salí del Padre y vine al mundo; de
nuevo dejo el mundo y voy al Padre. [29] Dicen sus discípulos:
Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; [30]
ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por
esto creemos que has salido de Dios. [31] Jesús les dijo: ¿Ahora
creéis? [32] Mirad que llega la hora, y ya llegó, en que os
dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque no estoy
solo porque el Padre está conmigo. [33] Os he dicho esto para
que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación, pero confiad:
yo he vencido al mundo.
Cap.
XVII
[1]
Jesús, dicho esto, elevó sus ojos al cielo y exclamó: Padre, ha llegado
la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique; [2]
ya que le diste poder sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos
los que Tú le has dado. [3] Esta es la vida eterna: que te
conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has
enviado. [4] Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la
obra que Tú me has encomendado que hiciera. [5] Ahora, Padre,
glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que
el mundo existiera.
[6]
He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, me los
confiaste y han guardado tu palabra. [7] Ahora han conocido que
todo lo que me has dado proviene de Ti, [8] porque las palabras
que me diste se las he dado, y ellos las han recibido y han conocido
verdaderamente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste. [9]
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado,
porque son tuyos. [10] Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y
he sido glorificado en ellos.
[11]
Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti.
Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean
uno como nosotros. [12] Cuando estaba con ellos yo los guardaba
en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha
perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la
Escritura. [13] Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el
mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos.
[14]
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del
mundo como yo no soy del mundo. [15] No pido que los saques del
mundo, sino que los guardes del Maligno. [16] No son del mundo
como yo no soy del mundo. [17] Santifícalos en la verdad: tu
palabra es la verdad. [18] Como Tú me enviaste al mundo, así
los he enviado yo al mundo. [19] Por ellos yo me santifico,
para que también ellos sean santificados en la verdad.
[20]
No ruego sólo por éstos, sino por los que han de creer en mí por su
palabra: [21] que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo
en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú
me has enviado. [22] Yo les he dado la gloria que Tú me diste,
para que sean uno como nosotros somos uno. [23] Yo en ellos y Tú
en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú
me has enviado y los has amado como me amaste a mí. [24]
Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me
has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste
antes de la creación del mundo. [25] Padre justo, el mundo no
te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me
enviaste. [26] Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a
conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en
ellos.
Cap.
XVIII
PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS
[1]
Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente
Cedrón, donde había un huerto, en el que entró él con sus discípulos.
[2] Judas, el que le había de entregar, conocía el lugar,
porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. [3]
Entonces Judas, tomando la cohorte y los servidores de los pontífices y
de los fariseos, vino allí con linternas, antorchas y armas.
[4]
Jesús, sabiendo todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: ¿A
quién buscáis? [5] Le respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús
les contestó: Yo soy. Judas, el que le había de entregar, estaba con
ellos. [6] Cuando les dijo «yo soy», retrocedieron y cayeron
por tierra. [7] Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis?
Ellos respondieron: A Jesús el Nazareno. [8] Jesús contestó:
Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. [9]
Así se cumplió la palabra que había dicho: No he perdido ninguno de los
que me diste.
[10]
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, golpeó a un siervo del
Pontífice y le cortó la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. [11]
Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber el
cáliz que el Padre me ha dado?
[12]
Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron
a Jesús y le ataron.
[13]
Y le condujeron primero ante Anás, pues era suegro de Caifás, Sumo Pontífice
aquel año. [14] Caifás fue el que había aconsejado a los judíos:
Conviene que un hombre muera por el pueblo.
[15]
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era
conocido del Sumo Pontífice y entró con Jesús en el atrio del Sumo Pontífice.
[16] Pedro, sin embargo, estaba fuera a la puerta. Salió
entonces el otro discípulo que era conocido del Sumo Pontífice, habló a
la portera e introdujo a Pedro. [17] La muchacha portera dijo a
Pedro: ¿No eres también tú de los discípulos de este hombre? El
respondió: No lo soy. [18] Estaban allí los servidores y
criados, que habían hecho fuego, pues hacía frío, y se calentaban.
Pedro también estaba con ellos calentándose.
[19]
El Sumo Pontífice interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su
doctrina. [20] Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente
al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos
los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. [21] ¿Por
qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado:
ellos saben lo que he dicho. [22] Al decir esto, uno de los
servidores que estaba allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así
respondes al Pontífice? [23] Jesús le contestó: Si he
hablado mal, declara ese mal; pero si bien, ¿por qué me pegas? [24]
Entonces Anás le envió atado a Caifás, el Sumo Pontífice.
[25]
Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron: ¿No eres tú también de
sus discípulos? El lo negó y dijo: No lo soy. [26] Uno de los
criados del Sumo Pontífice, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la
oreja, le dijo: ¿Acaso no te vi yo en el huerto con él? [27]
Pedro negó de nuevo, e inmediatamente cantó el gallo.
[28]
Condujeron a Jesús de Caifás al pretorio. Era muy de mañana. Ellos no
entraron en el pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. [29]
Entonces Pilato salió fuera donde estaban ellos, y dijo: ¿Qué acusación
traéis contra este hombre? [30] Le respondieron: Si éste no
fuera malhechor no te lo hubiéramos entregado. [31] Les dijo
Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le
respondieron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie. [32]
Así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué
muerte había de morir.
[33]
Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú
el Rey de los judíos? [34] Jesús contestó: ¿Dices esto por
ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? [35] Pilato respondió:
¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los pontífices te han entregado a mí:
¿qué has hecho? [36] Jesús respondió: Mi reino no es de
este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían
para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. [37]
Pilato le dijo: ¿Luego, tú eres Rey? Jesús contestó: Tú lo dices: yo
soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz. [38]
Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad? Dicho esto, se dirigió de nuevo a
los judíos y les dijo: Yo no encuentro en él ninguna culpa. [39]
Hay entre vosotros la costumbre de que os suelte uno por la Pascua, ¿queréis,
pues, que os suelte al Rey de los judíos? [40] Entonces
gritaron de nuevo: A éste no, a Barrabás. Barrabás era un ladrón.
Cap.
XIX
[1]
Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. [2] Y
los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza
y lo vistieron con un manto de púrpura. [3] Y se acercaban a
él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.
[4]
Pilato salió de nuevo fuera y les dijo: He aquí que os lo saco fuera
para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. [5] Jesús,
pues, salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y
Pilato les dijo: He aquí al hombre. [6] Cuando le vieron los
pontífices y los servidores, gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo!
Pilato les respondió: Tomadlo vosotros y crucificadlo pues yo no
encuentro culpa en él. [7] Los judíos contestaron: Nosotros
tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de
Dios.
[8]
Cuando oyó Pilato estas palabras temió más. [9] Y entró de
nuevo en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no
le dio respuesta alguna. [10] Pilato le dijo: ¿A mí no me
hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para
crucificarte? [11] Jesús respondió: No tendrías poder alguno
contra mí, si no se te hubiera dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene mayor pecado. [12] Desde entonces Pilato
buscaba cómo soltarlo. Pero los judíos gritaban diciendo: Si sueltas a
ése no eres amigo del César, pues todo el que se hace rey va contra el César.
[13]
Pilato, al oír estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el
tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. [14]
Era la Parasceve de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo a los judíos:
He ahí a vuestro Rey. [15] Pero ellos gritaron: Fuera, fuera,
crucifícalo. Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Los pontífices
respondieron: No tenemos más rey que el César. [16] Entonces
se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; [17]
y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la
Calavera, en hebreo Gólgota, [18] donde le crucificaron, y con
él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. [19]
Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús
Nazareno, el Rey de los judíos. [20] Muchos de los judíos
leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se
hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.
[21] Los pontífices de los judíos decían a Pilato: No
escribas el Rey de los judíos, sino que él dijo: Yo soy Rey de los judíos.
[22] Pilato contestó: Lo que he escrito, escrito está.
[23]
Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron su ropa e hicieron
cuatro partes, una para cada soldado, y aparte la túnica; pues la túnica
no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. [24]
Se dijeron entonces entre sí: No la rasguemos, sino echémosla a suerte a
ver a quién le toca. Para que se cumpliera la Escritura que dice: Se
repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica. Y así lo hicieron
los soldados.
[25]
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María
de Cleofás, y María Magdalena. [26] Jesús, viendo a su madre
y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer,
he ahí a tu hijo. [27] Después dice al discípulo: He ahí a
tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
[28]
Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que
se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. [29] Había allí
un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a
una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. [30] Jesús,
cuando probó el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinando la
cabeza entregó el espíritu.
[31]
Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado,
pues aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que
les quebraran las piernas y los quitasen. [32] Vinieron los
soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que había sido
crucificado con él. [33] Pero cuando llegaron a Jesús, como
le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, [34] sino que
uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó
sangre y agua. [35] El que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también
vosotros creáis. [36] Esto ocurrió para que se cumpliera la
Escritura: No le quebrantarán ni un hueso. [37] Y también
otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
[38]
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque
ocultamente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejara retirar
el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y retiró su
cuerpo. [39] Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de
noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien
libras. [40] Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en
lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos.
[41] En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en
el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido sepultado
nadie. [42] Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro
estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Cap.
XX
APARICIONES DE JESÚS RESUCITADO
[1]
El día siguiente al sábado, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro,
fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro; [2]
entonces echó a correr, fue a Simón Pedro y al otro discípulo al que
Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no
sabemos dónde lo han puesto. [3] Salió Pedro con el otro discípulo
y fueron al sepulcro.
[4]
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que
Pedro y llegó primero al sepulcro. [5] Se inclinó y vio allí
los lienzos plegados, pero no entró. [6] Llegó tras él Simón
Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, [7] y
el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los
lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. [8]
Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al
sepulcro, vio y creyó. [9] No entendían aún la Escritura según
la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. [10]
Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.
[11]
María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó
hacia el sepulcro, [12] y vio a dos ángeles de blanco,
sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el
cuerpo de Jesús. [13] Ellos dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?
Les respondió: Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
[14]
Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía
que era Jesús. [15] Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras?
¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor,
si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. [16]
Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!,
que quiere decir Maestro. [17] Jesús le dijo: Suéltame, que aún
no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre
y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. [18] Fue María
Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha
dicho estas cosas.
[19]
Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estando cerradas las
puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos por miedo a los
judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz
sea con vosotros. [20] Y dicho esto les mostró las manos y el
costado. Al ver al Señor se alegraron los discípulos. [21]
Les dijo de nuevo: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió así
os envío yo. [22] Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo:
Recibid el Espíritu Santo; [23] a quienes les perdonéis los
pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son
retenidos.
[24]
Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. [25] Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al
Señor! Pero él les respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus
manos, y no meto mi dedo en esa señal de los clavos y mi mano en su
costado, no creeré.
[26]
A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con
ellos. Estando las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y
dijo: La paz sea con vosotros. [27] Después dijo a Tomás:
Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi
costado, y no seas incrédulo sino creyente. [28] Respondió
Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! [29] Jesús
contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin
haber visto han creído.
[30]
Muchos otros milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos,
que no han sido escritos en este libro. [31] Estos, sin
embargo, han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Cap.
XXI
[1]
Después se apareció de nuevo Jesús a sus discípulos junto al mar de
Tiberíades. Se apareció así: [2] estaban juntos Simón Pedro
y Tomás, llamado Dídimo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los
hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. [3] Les dijo
Simón Pedro: Voy a pescar. Le contestaron: Vamos también nosotros
contigo. Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no
pescaron nada.
[4]
Llegada ya la mañana, se presentó Jesús en la orilla; pero sus discípulos
no sabían que era Jesús. [5] Les dijo Jesús: Muchachos, ¿tenéis
algo de comer? Le contestaron: No. [6] El les dijo: Echad la
red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y ya no podían
sacarla por la gran cantidad de peces. [7] Aquel discípulo a
quien amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Al oír Simón Pedro que
era el Señor se ciñó la túnica, porque estaba desnudo, y se echó al
mar. [8] Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no
estaban lejos de tierra, sino a unos doscientos codos, arrastrando la red
con los peces.
[9]
Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto
encima y pan. [10] Jesús les dijo: Traed algunos de los peces
que habéis pescado ahora. [11] Subió Simón Pedro y sacó a
tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y aunque
eran tantos no se rompió la red. [12] Jesús les dijo: Venid y
comed. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú quién
eres?, pues sabían que era el Señor.
[13]
Vino Jesús, tomó el pan y lo distribuyó entre ellos, y lo mismo el pez.
[14] Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos,
después de resucitar de entre los muertos.
[15]
Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te
amo. Le dijo: Apacienta mis corderos. [16] De nuevo le preguntó
por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor,
tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. [17] Le
preguntó por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se
entristeció porque le preguntó por tercera vez si le amaba, y le
respondió: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. Le dijo Jesús:
Apacienta mis ovejas. [18] En verdad, en verdad te digo: cuando
eras más joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; pero cuando
envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde no
quieras. [19] Esto lo dijo indicando con qué muerte había de
glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
[20]
Volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba,
el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado:
Señor, ¿quién es el que te entregará? [21] Viéndole Pedro
dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? [22] Jesús le respondió:
Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
[23] Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel
discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si
yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?
[24]
Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y
sabemos que su testimonio es verdadero. [25] Hay, además,
otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se escribieran una por una,
pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían
que escribir.
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