San Pablo

 

Cartas a los Efesios

Efeso, situada en la desembocadura del río Lico, era en tiempos de San Pablo la población más importante de Asia menor. Allí se detuvo el Apóstol a finales de su segundo viaje apostólico (años 50-53) y, más tarde, al comienzo de su tercer viaje (años 54-57). En esta segunda ocasión permaneció en Efeso más de dos años, y fue tal la amplitud de su predicación que tanto judíos corno griegos toda la provincia pudieron conocer el Evangelio.

La Carta a los Efesios es en su forma algo distinta de las demás cartas paulinas. La falta de referencias personales y saludos, así como la ausencia de la palabra «Éfeso» en algunos de los más antiguos e importantes manuscritos, hacen pensar que quiza fuera una misiva circular dirigida a las iglesias de la zona de Frigia, en la que se encuentran Efeso y otras ciudades como Laodicea, Colosas, etc. La Carta a los Efesios trata aproximadamente los mismos temas que la dirigida a los colosenses pero con mayor amplitud, profundidad y serenidad, por lo que cabe pensar que ambas fueron escritas hacia la misma época.

 

Según se puede entender del conjunto de datos bíblicos y extrabíblicos que poseemos, Pablo se enfrenta con ciertas doctrinas que afirman que el gobierno del universo esta regido por poderes intermedios entre Dios y los hombres. Estos poderes, cada uno según su rango, intervendrían también en la historia humana, por lo que el hombre debía conocerlos y tenerlos a su favor mediante ciertos ritos y prácticas ascéticas. Frente a tales elucubraciones gnóstico-helenísticas, el Apóstol expone, de varias maneras y en diversos pasajes, que Cristo-Jesús es la cabeza de todos los seres, tanto celestiales como terrestres; su señorío es absoluto y Él es el Salvador de todos; ninguna realidad existente puede sustraerse al señorío de Jesucristo, cuyo Cuerpo es la Iglesia.

Comienza la carta con un grandioso himno o cántico en el que se alaba el plan salvador de Dios, llevado a cabo por Cristo, en favor de los elegidos, de la Iglesia y de la humanidad. A causa del pecado, todos los seres creados habían quedado desorientados y desunidos entre sí y en relación a Dios, pero ahora, mediante la Redención operada por Cristo, son reconducidos a la unidad entre sí y con Dios, ya que Cristo, encarnado y glorificado, ha sido constituido Cabeza de todos ellos. De ahí Pablo pasa a la contemplación del ser profundo de 1a Iglesia. Ella es el instrumento universal de salvación que Cristo ha creado, haciéndola su cuerpo, su plenitud, su esposa inmaculada, para aplicar a la humanidad la salvación que Él ha realizado con su muerte y resurrección.

Como es costumbre en el apóstol, de la doctrina teológica extrae las conclusiones prácticas morales y ascéticas: todos los fieles deben vivir la unidad en la caridad, pues forman un solo cuerpo con Cristo, animado por el mismo Espíritu. De ahí desciende a las aplicaciones concretas: los deberes de los cónyuges, padres e hijos, señores y siervos, etc. Todos deben vivir con la misma exigencia, pues todos reciben el influjo vivificante de la Cabeza que es Cristo Jesús

Cartas de san Pablo