Los Evangelios

 

El momento culminante de la Revelación divina a la humanidad ha sido el de la Encarnación del Hijo de Dios. El relato de esa obra salvífica del Señor, enseñada de viva voz por los Apóstoles y entregada de continuo en la Sagrada Tradición de la Iglesia, ha quedado consignada por escrito, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, en los libros del Nuevo Testamento, en los que la palabra de Dios alcanza su culmen.

El Nuevo Testamento se abre con cuatro libros que llevan el mismo título: «Evangelio»; igualmente inspirados que los restantes libros de la Sagrada Escritura, son los más excelentes de todos ellos, porque constituyen el principal testimonio de la vida y de la doctrina del Verbo hecho carne, nuestro Salvador. Estos cuatro libros fueron designados con el título de «Evangelio» desde principios del siglo II.

La palabra «evangelio», de origen griega, significa originariamente «buena noticia». También se empleaba en la antigüedad griega para indicar la recompensa que se daba al portador de esa buena noticia. Cuando Nuestro Señor, desde el principio de su ministerio público, invita a creer en el Evangelio, se refiere a la buena noticia del advenimiento del Reino de Dios que El anuncia, y que llega con El. Así el Evangelio que los Apóstoles proclaman es el anuncio de la buena noticia, que es el mismo Jesucristo.

En uno de sus discursos San Pedro expone así la vida de Nuestro Señor: «Vosotros conocéis lo que ha ocurrido en Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien mataron colgándolo de un madero; pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos preestablecidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. El nos mandó que predicásemos al pueblo y que diésemos testimonio de que precisamente él ha sido el constituido por Dios en juez de vivos y muertos. Acerca de él todos los Profetas dan testimonio de que cuantos creen en él reciben por su nombre el perdón de los pecados».

Los Evangelios narran la vida de Cristo siguiendo en líneas generales este esquema del discurso de San Pedro. San Juan empieza remontándose hasta la eternidad del Verbo en el seno del Padre y exponiendo la Encarnación del Hijo de Dios y su vida entre los hombres. San Lucas y San Mateo inician la narración evangélica con los relatos sobre el nacimiento, infancia y vida oculta de Jesús. San Marcos da comienzo directamente a su escrito con el anuncio de San Juan Bautista acerca de la necesidad de la penitencia para recibir al Mesías.

 

Volver