Tercera Cruzada

 

Saladino logró la absoluta unión de las facciones musulmanas, y el control político y militar desde Egipto hasta Siria y decidido a expulsar a los cruzados de Tierra Santa. El Reino de Jerusalén, regido por el Rey Leproso, Balduino IV de Jerusalén, y rodeado ya por un solo estado, se vio obligado a firmar frágiles treguas seguidas por escaramuzas, tratando de retrasar el inevitable final. A la muerte del rey leproso, el estado se dividió en distintas facciones, pacifistas o belicosas.

El fin del Reino de Jerusalén fue provocado por los actos de Reinaldo de Châtillon, bandido con título de caballero que no se consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso armó expediciones de piratas para atacar los barcos de peregrinos que iban a La Meca. El ataque definitivo fue contra una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró matarlo con sus propias manos.

Declarada la guerra, los ejércitos cristianos fueron aniquilados y conquistó Jerusalén.

La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y en 1187 el papa Gregorio VIII convocó una nueva Cruzada. A la Cruzada pronto se unieron Ricardo, el primogénito del rey de Inglaterra, y Guillermo II, de Sicília. Más tarde también se unió el emperador Federico I Barbarroja, que fue el primero en partir. La respuesta al llamamiento a la Cruzada fue buena, porque había un gran fervor religioso en toda Europa, y además el ideal de las cruzadas aún no había sido corrompido por las ansias de poder y de tierras.

Los reyes de Francia y de Inglaterra estaban en guerra, pero al morir el rey de Inglaterra y subir al trono su primogénito, firmaron una tregua. Acordaron unirse a la Cruzada como iguales, aunque Felipe II se considerase superior al rey de Inglaterra por ser el rey de algunas de sus tierras. Los monarcas partieron por separado, ya que la inmensa cantidad de tropas que llevaban serían imposibles de mantener por la población de cualquier lugar por el que pasasen. De este modo partió Enrique por mar con su flota desde Inglaterra, y Felipe II alquiló una en Génova. Para financiar esta expedición ambos reyes establecieron el diezmo de Saladino.

De camino hacia Tierra Santa, parte de las naves de Ricardo I naufragaron cerca de la isla de Chipre, en manos del emperador Bizantino. El emperador Bizantino, no recibió bien a los náufragos, por lo que éste atacó y conquistó esta isla. Tras conquistarla, primero se la vendió a los templarios contra los que se reveló la población, y posteriormente al depuesto rey de Jerusalén Guido de Lusignan.

Recorrido de la Cruzada

El paso de semejantes ejércitos era una causa de problemas para los territorios por los que pasaban, no solo por la necesidad de alimentos y agua. También había problemas políticos, como los causados en Sicília. En Sicília, el rey Ricardo fue a recoger a su hermana Juana esposa de Guillermo II de Sicília. Ricardo I tuvo problemas con los sicilianos y acabó sitiando y conquistando Messina.

Por su parte, Federico I Barbaroja, había tomado el camino por tierra tras obligar al emperador de Bizancio a dejarle pasar. De camino a Tierra Santa también atacó y conquistó el reino musulmán de Iconium. Para desgracia del ejercito cruzado a sus ordenes, decidió bañarse en el río Selef. En este río se vio atrapado por un torbellino según algunas fuentes o por una crecida repentina según otras. El caso es que tras su muerte, la mayoría del ejercito cruzado a sus ordenes se disolvió, o fue eliminado por una epidemia. Esta fue una gravísima pérdida para el ejército cruzado que fue motivo de gran alegría entre las filas de Saladino. Finalmente, con un ejercito muy reducido llegó el heredero de Federico I Barbaroja, Federico de Suabia, hasta Trípoli. Desde Trípoli continuó hasta Acre que continuaba sitiada por los cruzados. El legado más importante de esta cruzada por parte de Barbarroja fue la creación de una nueva orden, la orden teutónica.

Acre estaba sitiada porque al ser tomado prisionero Guido, el rey de Jerusalén, por Saladino y posteriormente puesto en libertad bajo la condición de volver a Europa, Guido, con los escasos efectivos de los que disponía, sitió la ciudad de Acre. La ciudad de Acre se convirtió en punto de encuentro para los cruzados que acudían a Tierra Santa y que ayudaban a Guido a capturar la ciudad. Los asaltos iniciales a la ciudad fueron un fracaso con lo que Guido decidió bloquear la ciudad. Saladino intentó hacer llegar alimentos por Mar a la ciudad pero su flota fue derrotada por la de Conrado de Monferrat, que luego no cumpliría su promesa de avituallar a los cruzados a cambio de la mano de la heredera al trono de Jerusalén. Una vez tomada la ciudad y hechos presos muchos musulmanes, Ricardo propuso a Saladino que le entregaba los hombres a cambio de unas reliquias capturadas por los musulmanes durante sus incursiones y prisioneros cristianos.

 

← anterior

siguiente