Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2006/07

AÑO 475   / CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE

Víctor Zugasti

                                                                                                                

La caída del Imperio Romano (Occidental) fue un proceso en el cual intervinieron varios factores, los cuales terminaron por explotar tras la separación del Imperio en 395 por Teodosio I, y caer definitivamente en 475. Hemos dividido el trabajo en las causas primeras y las invasiones de los pueblos bárbaros; la caída del Imperio Romano y el Cristianismo; por último nos referimos a la bibliografía.

 

Causas primeras

Desde hacía tiempo, la mitad occidental del Imperio Romano había estado sumida en continuas guerras civiles por el poder, con generales que se rebelaban cada pocos meses y se autocoronaban emperadores alternativos, especialmente en Britania y las Galias.

Por lo tanto, tras los siglos dorados del Imperio Romano (siglos I y II), comenzó un deterioro en las instituciones del imperio, particularmente la del propio Emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el imperio cayó en un estado de ingobernabilidad al cual se le denomina Anarquía del siglo III. Entre 238-285 pasaron 19 emperadores, los cuales incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma concorde con el Senado, terminaron por situar a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo periodo comenzó la llamada "invasión pacífica", en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los límites del imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación.

Imperio Romano

Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al imperio, el desorden interno no sólo acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de las fronteras imperiales, que privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en puertas francas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, Francos y Godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los Ríos Rin y Danubio.

Tras una breve "estabilización" del imperio, en manos de algunos emperadores fuertes como Diocleciano, Constantino y Teodosio I, el imperio es dividido definitivamente a la muerte de este último, dejándole a Honorio el sector de Occidente, con capital en Roma, y a Arcadio el sector Oriental, con capital en Constantinopla.

 

Las invasiones de los pueblos bárbaros

Al norte del imperio, más allá del río Rin, vivían diferentes pueblos a los que los romanos conocían con el nombre de Germánicos. Se trataba de diferentes comunidades (vándalos, suevos, burgundios, alamanes, francos etc...) que a menudo rivalizaban entre sí. Vivían de la agricultura, la ganadería y la metalurgia.

Durante muchos siglos, romanos y germánicos establecieron relaciones comerciales y las formas de vida de los romanos atrajeron a muchos germánicos. A lo largo del siglo IV, grupos enteros se acomodaron en el imperio con el permiso de las autoridades romanas.

A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio Romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos.

Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.

El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 10 años que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente.

Pueblos bárbaros

 

La Caída del Imperio Romano y el Cristianismo

Las «invasiones bárbaras» constituyen un hecho de trascendental importancia para la historia cristiana. Hasta entonces, la expansión del Evangelio se había limitado prácticamente a los pueblos de cultura mediterránea, con alguna rara excepción, como fue el caso de Armenia. Desde finales del siglo IV, las grandes migraciones populares tuvieron la virtud de poner en contacto con la Iglesia a todo un nuevo mundo étnico y cultural: germanos y eslavos, magiares y escandinavos se abrieron al Cristianismo en el curso de los siglos siguientes. Las invasiones crearon oportunidades insospechadas de expansión cristiana. Un contemporáneo -el hispano Paulo Orosio, discípulo de San Agustín- acertaba a expresar con fe y lucidez este sentido providencial de un acontecimiento que, a los ojos de tantos otros, aparecía como irremediable tragedia:

«Aun cuando los bárbaros hubieran sido enviados a suelo romano con el solo designio de que las iglesias cristianas de Oriente y Occidente se llenaran de hunos, suevos, vándalos y burgundios, y de otras muchedumbres innumerables de pueblos creyentes, habría que alabar y exaltar la misericordia de Dios porque hayan llegado al conocimiento de la verdad -aunque sea a costa de nuestra ruina- tantas naciones que, si no fuera por esta vía, seguramente nunca hubieran llegado a conocerla».

 

Bibliografía

- Orlandis, José; Historia de la Iglesia. La Iglesia Antigua y Medieval.

- wikipedia.org.