Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2008/09

AÑO 1922 - 1939 / PONTIFICADO DE PÍO XI: CONDENA DEL COMUNISMO, DEL FASCISMO Y DEL NAZISMO.

Borja Retana

                                                                                                       

     

Breve biografía de Pío XI; Condena del comunismo; Condena del fascismo italiano; Condena del nazismo alemán; La persecución de la Iglesia en España Bibliografía

Pío XI

Breve biografía de Pío XI

Achille Ratti nació en Desio, no lejos de Milán, el 31 mayo 1857, siendo cuarto y penúltimo hijo de Francesco Ratti y Teresa Galli. El padre, director de una pequeña industria textil, podía asegurar a la familia un modesto bienestar.

Ingresó en el seminario menor de S. Pedro Mártir en Seveso. Era un joven de aguda inteligencia y tenacidad: sus estudios secundarios y los teológicos fueron brillantísimos. El 30 diciembre 1879 fue ordenado sacerdote. En la Universidad Gregoriana consiguió el título de doctor en Derecho canónico en 1882; y el mismo año pudo doctorarse en Teología en la Universidad estatal italiana de la Sapienza. También en 1882, obtuvo la licenciatura en Filosofía en la Academia S. Tomás de Aquino, instituida desde hacía poco por León XIII para reanimar los estudios tomistas.

En posesión de todos estos títulos académicos, el joven don Aquiles volvió a Milán, donde, por algún tiempo, rigió una parroquia, dedicándose siempre al estudio, aunque sin descuidar, tampoco, el ejercicio físico: era gran amante de la montaña y de las escaladas.

En 1888 comenzó para él la vida de bibliotecario, cuando fue llamado a formar parte de los doctores de la Biblioteca Ambrosiana. En 1907 llegó a ser prefecto de la biblioteca.

En 1912 fue llamado a Roma, para suceder en la prefectura de la Biblioteca Vaticana al P. Ehrle, al que S. Pío X había elevado al cardenalato; a la vez fue nombrado canónigo de S. Pedro y Protonotario Apostólico.

Actividad diplomática. En 1918, al final de la I Guerra mundial, Benedicto XV le nombró Visitador Apostólico en la resurgida Polonia, donde se planteaban problemas no fáciles de reorganización eclesiástica. Mons. Ratti dio a esta misión un carácter esencialmente pastoral, aun recogiendo y transmitiendo a la Santa Sede los elementos de juicio necesarios para la reorganización de las diócesis. En julio 1919 fue nombrado Nuncio Apostólico en Polonia y el 28 octubre, en Varsovia, recibió la consagración episcopal.

Los tiempos eran difíciles y había sobre el tapete problemas espinosos. La cuestión de la Alta Silesia, región disputada entre Alemania y Polonia, y cuya suerte fue decidida por un plebiscito, le proporcionó graves amarguras. Más tarde llegaron las horas dramáticas de la ofensiva soviética sobre Varsovia. El cuerpo diplomático había abandonado la capital, siguiendo al gobierno, que se había trasladado a otro lugar; pero el Nuncio permaneció en su puesto y esta presencia suya (en su tiempo muy discutida en los ambientes políticos y diplomáticos) animó a la población y la dio la sensación de no estar abandonada del todo. El 15 agosto 1920, la contraofensiva dirigida por el general francés Weygand obligó a los soviéticos a retirarse.

Arzobispo de Milán. Benedicto XV llamó a Mons. Ratti para ocupar la sede de Milán y fue elevado a la dignidad cardenalicia en el consistorio del 13 junio 1921. Pero el suyo fue un episcopado breve: el 22 de enero Benedicto XV moría y, en un cónclave que duró cuatro días (2-6 feb.), el cardenal Ratti era elegido Pontífice romano.

Primeros momentos de su Pontificado. El nuevo papa impartió la bendición Urbi et Orbi desde el balcón exterior de la basílica de San Pedro. Antes de realizar tal gesto, que suscitó en su tiempo una profunda impresión, había explicado a los miembros del Sacro Colegio que deseaba ofrecer una prenda de paz «no solamente a Roma e Italia, sino a toda la Iglesia y al mundo entero». Éstas venían a ser las grandes líneas del programa de su pontificado, que fue expuesto algunos meses más tarde en la primera encíclica, la Ubi arcano Dei, publicada con fecha 23 dic. 1922.

Condena del comunismo

El inicio del siglo XX se vio convulsionado por el estallido de diversas revoluciones que proclamaban el enfrentamiento entre los seres humanos –la lucha de clases, el aniquilamiento de los contrarios- como única forma de liberación, y que adoptaron un espíritu especialmente materialista y antirreligioso, específicamente anticristiano, ya que la Iglesia proclamaba el Amor como única forma de salvación.

La primera y más importante de ellas llegó con el golpe de Estado de octubre de 1917, que permitió a Lenin hacerse revolucionariamente con el poder en Rusia e implantar el comunismo. Fue la ocasión de aplicar la ideología atea y antirreligiosa que se encuentra en la entraña del marxismo: en 1918 se iniciaba en Rusia una dura persecución contra la Iglesia ortodoxa rusa, y, si inicialmente los católicos fueron menos perseguidos –debido al menor número de fieles-, desde 1923 las leyes antirreligiosas alcanzaron con toda intensidad a la Iglesia católica.

Lenín

En 1927, gobernando Stalin, la jerarquía católica quedó extinguida en la URSS mediante deportaciones, fusilamientos y expulsiones.

En el plano doctrinal, Pío XI, desde los primeros momentos de su pontificado, se ocupó del comunismo para condenar con energía sus errores doctrinales, que lo hacían incompatible con el cristianismo. Pero fue la intensidad de la persecución religiosa en España y en México, así como la terrible situación en Rusia, lo que empujó al Papa a renovar la condena del comunismo ateo mediante la encíclica Divini Redemptoris, en 1937, en los términos siguientes:

“El comunismo bolchevique y ateo” es la causa de que pueblos enteros estén “en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que aún yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor”. Su éxito se debe, explica el Papa, a su “idea de falsa redención”, que contiene un “pseudoideal de justicia, de igualdad y de fraternidad”; pero también se debe ese éxito “a la defectuosa distribución de los bienes de este mundo” y a que “los trabajadores estaban ya preparados por el abandono religioso y moral en el que los había dejado la economía liberal”.

En la parte final de la encíclica, el Papa subraya de nuevo la primacía del valor de la persona humana y la urgencia de construir “un orden social cristiano”, tarea para la cual se convocaba una vez más a Acción Católica.

La Quadragesimo anno fue una alternativa social a la lucha de clases y al capitalismo: La doctrina social de la Iglesia toma especial relevancia en la encíclica de Pío XI Quadragesimo anno (1931) que conmemoraba los cuarenta años de la Rerum novarum de León XIII. Pío XI plantea una alternativa a la lucha de clases y al capitalismo: una justicia social basada en los principios del Evangelio, manifestado a través de la paz y de la justicia, de la solidaridad, del bien común, de la subsidiariedad, del derecho a la propiedad, del derecho de asociación y del papel fundamental de la familia en la sociedad.

Mussolini y Hitler

Condena del fascismo italiano

El fascismo fue una doctrina política de signo totalitario que estuvo vigente en Italia entre las dos guerras mundiales del siglo XX.

Mussolini gobernó al principio de manera constitucional, encabezando una coalición de partidos, pero pronto se deshizo de los obstáculos que ponían freno a su autoridad e implantó una dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se convirtió en el Duce (el líder del partido). Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los opositores políticos silenciados.

Su conflicto con la Iglesia se produjo cuando –coherente con su visión totalitaria- intentó controlar por completo la formación de la juventud italiana. Debido a ello entró en colisión con la Acción Católica (1931). En la encíclica Non abbiamo bisogno, Pío XI hizo una completa defensa de la libertad de la Acción Católica y denunció los abusos de Mussolini.

En el haber de Mussolini está la firma de Pío XI de los Pactos Lateranenses por los que nacía el Estado de la Ciudad del Vaticano, solución que garantizaba a la Santa Sede un mínimo de territorio soberano para hacer posible su independencia frente a los demás Estados.

Los pactos lateranenses fueron un tratado firmado en 1929 entre el Estado italiano y la Santa Sede por el que se creaba el Estado vaticano, con plena soberanía sobre un pequeño territorio, lo que garantizaba su independencia.

Condena del nazismo alemán

El nazismo fue una doctrina política de signo totalitario y racista que lideró Adolf Hitler en Alemania y que provocó la Segunda Guerra Mundial en el siglo XX.

En Alemania, los problemas de la Iglesia fueron más graves por el mayor fanatismo totalitario y pagano del nazismo. El enfrentamiento se inició ya en 1933, al condenar con valentía la jerarquía católica las horrendas leyes nazis sobre esterilización de ciertos grupos sociales y se agravó al comenzar la persecución contra los judíos a la que también se opuso.

En 1936 el choque fue ya frontal. Pío XI decidió redactar y publicar en alemán su encíclica Mit brennender Sorge, de 1937, donde condenaba sin paliativos la entraña doctrinal totalitaria y racista del nacionalsocialismo alemán. Con plena razón podría decir Pío XII en 1939, aludiendo a este valiente documento de su predecesor: “Nadie podría acusar a la Iglesia de no haber denunciado y señalado a su tiempo el verdadero carácter del movimiento nacionalsocialista y el peligro en que él ponía a la civilización cristiana”.

La persecución de la Iglesia en España

El final del pontificado del papa Pío XI coincide con la Guerra Civil librada en España entre los años 1936 y 1939. La difícil situación de la Iglesia española comienza en 1931 con la quema de conventos, pero es durante la contienda cuando la persecución se endurece, especialmente en sus primeros meses. Fueron asesinados un tercio de los obispos, el 13% de los sacerdotes, el 23% de los religiosos e innumerables fieles. Fue también muy marcada la persecución que se realizó contra las cosas sagradas: destrucción de Iglesias y de conventos (más de 20000), imágenes y objetos de culto. Muchos de los mártires de la persecución religiosa en España han sido elevados a los altares por San Pablo II.

Bibliografía

- Libro de religión Kairos 4º ESO – Casals

- Enciclopedia Larrousse

- Enciclopedia GER