Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2007/08

AÑO  529  /   SAN BENITO FUNDA MONTECASINO

Iñigo Barandiaran

                                                                                                                

Breve biografía de San Benito. Montecassino y la regla de San Benito. El Monacato. El monacato y la evangelización de Europa. Bibliografía.

Breve biografía de San Benito

Nació en el 480 en Nursia, provincia de Umbría (a unos 100 kilómetros de Roma). Benito tenía una hermana melliza y única: Escolástica, que también alcanzó la santidad.

 De los padres de Benito no sabemos casi nada, si bien parece que eran de clase social buena, ya que pudieron enviar a su hijo a cursar estudios en Roma. No se conoce exactamente la edad de Benito cuando marchó a Roma. Roma vivía una época muy turbulenta, tanto social como eclesiásticamente: asesinatos de reyes y de eclesiásticos.

En este ambiente, Benito sintió el gran deseo de dejar el mundo para retirarse al servicio de Dios. En aquella época ya se sabía que en los desiertos de Egipto y Palestina se habían retirado cristianos que llevaban una vida muy austera y de mucha santidad.  Benito, conocedor de estas noticias, se decidió a seguir los ejemplos de esos santos anacoretas. Un día, desapareció de la ciudad y marchó a Tívoli.

 Vivió en el desierto y conoció algunas de las comunidades de ascetas que allí habitaban. Algunos no dejaban de presentar ciertos defectos. El santo describirá más tarde en su Regla a esos monjes que moraban de dos en dos, o de tres en tres, en sus propias casas sin practicar regla alguna y viviendo a su gusto

 Benito terminó por quedarse en una cueva que había de servirle de morada por tres años: era Subiaco. Este paraje tan pintoresco había atraído tiempo atrás a los amantes de la soledad, y en el valle veían numerosas cabañas ocupadas por los ermitaños.

Su nombre se hizo famoso en los alrededores de la santa cueva. Su fama llegó hasta Roma produciendo honda impresión. Desde entonces, muchos nobles romanos le entregaron sus hijos para que les educase en la ley de Dios; con ellos pudo formar 12 monasterios con 12 monjes cada uno y su prelado correspondiente, creando así una organización nueva en la historia del monacato.

S. Benito

A instancias de los monjes del monasterio vecino de Vicovaro, consintió en ser su abad, pero la firmeza con que hizo observar la regla provocó graves murmuraciones y hasta una tentativa de envenenamiento que fracasó. Se despidió de ellos y volvió a su retiro.

Al tiempo decidió por fin a salir de allí y llegó hasta Cassino. En el monte que domina al pueblo, el santo encontró restos de idolatría, evangelizó y convirtió a sus moradores, derribó los ídolos, y sobre las ruinas de un templo dedicado a Júpiter levantó el monasterio que había de ser la cuna de la Orden benedictina.

 Murió San Benito el 21 marzo de 547, y fue enterrado en el oratorio de Montecassino, al lado de los restos de su santa hermana Escolástica, muerta poco antes. Fue trasladado su cuerpo en el 673 al monasterio de Fleury sur Loire, y en el siglo XI, su abad concedió algunas reliquias del mismo a los monjes de Montecassino que habían venido a reclamarlas.

 

Montecassino y la regla de San Benito

En las páginas que nos ha dejado S. Gregorio sobre San Benito y en concreto sobre Montecassino, vemos cómo se desarrollaba allí la vida monástica. Narra S. Gregorio que S. Benito trabajaba con sus monjes, sentado a la puerta del monasterio, orando aun por la noche, gobernando y dirigiendo a sus monjes, aliviando los sufrimientos de los pobres durante el hambre de aquellos tiempos calamitosos y recibiendo la visita de personajes ilustres, como la del rey Totila, al que anunció su próxima muerte después de echarle en cara sus excesos. Pero hay un hecho que domina a todos: allí escribió la Regla (modo de vida que hay que mantener en el monasterio) después de haber sido vivida y practicada, regla que hizo de él el legislador de Occidente, pues desplazó a las otras que entonces se disputaban la hegemonía:

Monasterio de Montecassino, Siglo VI. Vista del pórtico principal

la de S. Pacomio, la de S. Basilio y la de Casiano. Debió este éxito a la gran discreción que es su característica, adaptándola a las condiciones de la vida occidental y a los postulados de tiempo y lugar.

 La Regla consta de un prólogo y 73 capítulos, cuyo contenido puede clasificarse en cuatro puntos: un código moral, que señala tres deberes principalmente: abnegación de sí mismo, obediencia y trabajo; un código litúrgico, que organiza el oficio divino, al que, dice, no se debe anteponer nada porque es el servicio de Dios; un código disciplinar, en el que introduce la gran innovación del voto de estabilidad, que constituye al monasterio en una familia, en el que suprime las grandes austeridades corporales de las reglas anteriores y no impone otra norma que la de evitar la gula y el exceso; y un código político, en el que establece una autoridad absoluta, permanente y electiva, que se llama abad. El tiempo de su composición se cree que fue ca. 540, es decir, hacia el final de su vida.

 

El Monacato

El monacato es la institución de vida contemplativa en la que hombres y mujeres buscan la santidad, sujetos a una regla común que predica la pobreza, la castidad y la obediencia debida al superior religioso.

Apareció por vez primera en Oriente, tomando gran fuerza en Egipto en el siglo IV, donde desarrolló sus dos grandes tendencias: la anacoreta y la cenobítica.

La constitución de la regla de san Basilio Magno (360) sirvió para unificar en gran medida el cenobitismo en toda la cristiandad oriental, que en tiempos de Teodosio experimentaría una enorme expansión.

En Occidente el movimiento monástico fue algo más tardío, aunque las causas del mismo serían en gran parte iguales a las del oriental. En un primer momento se intentó una aclimatación de las prácticas orientales, con su rigorismo y tendencia a la vida anacorética, no obstante que las condiciones ecológicas y climáticas eran muy diferentes de las del desierto egipcio.

 Sin duda el gran impulsor del monaquismo oriental en las Galias sería Martín de Tours, que lo desvió hacia modalidades cenobíticas, con su monasterio de Marmoutier.

San Benito bendiciendo a san Mauro (detalle), J. Correa del vivar, s. XVI

Pero sin duda el movimiento monástico de mayor trascendencia para el futuro sería el iniciado por Benito de Nursia, con la fundación hacia el 520 del cenobio de Montecassino, tras haber pasado por una propia experiencia anacorética.

 El gran acierto de San Benito y de su Regla, consistió en limitar el rigorismo ascético del monaquismo occidental, y el adaptarlo a la realidad del Occidente de la época. Se consideraba a cada monasterio como una comunidad independiente bajo la autoridad de un abad. Los monjes no podían, tras haber profesado, abandonar el monasterio en el que entraron, y estaban obligados por votos de castidad, pobreza y obediencia a la autoridad del abad. Rasgo característico de la regla benedictina fue la alternancia y mezcla de la labor contemplativa o intelectual con la actividad manual, sobre todo el trabajo en los campos dependientes del monasterio.

 De este modo los monasterios benedictinos se convirtieron en importantes centros productivos, en los que se practicaba una agricultura más racional y rentable que en la generalidad de los dominios laicos. La regla en el caso de monasterios de fundación particular no impedía que la influencia de la familia del fundador se continuase, mediante la herencia del cargo de abad en su seno. Además, los monasterios benedictinos se convirtieron pronto en centros de irradiación cultural y religiosa.

La evangelización de la Gran Bretaña se realizó con una misión benedictina enviada por el pontífice. Durante la séptima centuria el movimiento benedictino se extendió por Francia, asimilando las antiguas fundaciones irlandesas de san Columbano, tomando bajo su cargo la evangelización de Germania con la misión papal de san Bonifacio, en la tercera década del siglo VIII.

 

El monacato y la evangelización de Europa

Para la evangelización de Europa occidental, la Iglesia tuvo a su favor una nueva institución surgida a principios del siglo iv: el monacato; con él hombres y mujeres buscaban la santidad mediante la vida en común, la pobreza, la castidad y la obediencia debida al superior religioso.

En Oriente fueron sus promotores san Pacomio y san Basilio el Grande. En Occidente, el lugar de honor le corresponde a san Benito.

Otras dos corrientes monásticas se sumaron a la benedictina en Occidente: una en el ámbito céltico, fruto de la labor de san Patricio -evangelizador de Irlanda-, y otra en el hispánico, con reglas dadas por san Fructuoso de Braga y el gran san Isidoro de Sevilla, que logró la completa cristianización de Hispania.

Desde los monasterios, los monjes realizaron una gran tarea de evangelización, tanto en los pueblos del entorno como en países lejanos. Los benedictinos evangelizaron Britania -misión encomendada por el Papa a san Agustín de Canterbury (596)- y Germanía -labor especialmente de san Bonifacio (680-754)- mientras que los monjes irlandeses catequizaron Escocia, Suiza y Lombardía.

 Los monasterios fundados por los hijos espirituales de Benito de Nursia y de otros santos jugaron un papel excepcional en la salvaguarda de la cultura clásica y de la moral cristia­na. Sus monjes dedicaban gran parte del tiempo al estudio de las lenguas latina y griega, conservando las obras de los Padres de la Iglesia jun­to a la de escritores de la Antigüedad clásica. Copiaron y conservaron mi­les de pergaminos, tesoros de la fe y de la cultura. Además fueron centros de vida ascética y de propagación de los modelos morales cristianos en unas sociedades recién convertidas.

Bibliografía

Gran Enciclopedia Rialp

Hertling, Ludwig; Historia de la Iglesia

Orlandis, José; Historia de la Iglesia

Kairos. Religión Católica. 4º ESO. Ed. Casals

www.sbenito.org.ar/vidasb/vidasb.htm

www.corazones.org/santos/benito.htm