Se convoca la Cruzada
En el año 1095 el papa Urbano II convocó una cruzada en el
concilio de Clermont para expulsar a los musulmanes de Tierra
Santa. Todos los que respondiesen a su llamamiento tenían
asegurada una recompensa religiosa: participar en una causa justa
y la indulgencia plenaria para los que muriesen en la guerra.
Mientras los cruzados estaban en la guerra, sus familias y sus
bienes estaban bajo la protección de la Santa Sede. La cruzada se
puso en marcha en 1096 y a ella asistieron los principales nobles
europeos.
La I cruzada (1095-1099) dirigida por Godofredo de Bouillon,
Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la
conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y
Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra
Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquia
(1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).
La conquista de Jerusalén
Jerusalén estaba defendida por una guarnición turca. Los cruzados
comenzaron la marcha hacia Jerusalén. Tomaron el puente de Tortosa.
Esto significó un gran logro, ya que tenían aseguradas las rutas
de abastecimiento y mejores comunicaciones. En su avance hacia el
sur, el ejército hizo pagar al emir de Trípoli un tributo a cambio
de no poner sitio a la ciudad. Lo mismo pasó con otras ciudades
independientes que se encontraban en el camino de los cruzados. De
ese modo, avanzaron sin resistencia dejando atrás Acre y llegaron
al pequeño puerto de Arsuf, situado a unos ochenta kilómetros de
Jerusalén, desde donde se dirigieron hacia la Ciudad Santa. Ante
las noticias de su avance, la población cristiana de Belén envió
mensajeros al ejército rogando que liberaran el lugar del domino
musulmán. Así, un destacamento de hombres liderados por el noble
normando Tancredo y Balduino de Le Bourg entró en la ciudad y fue
recibido con procesiones de júbilo por parte de los sacerdotes y
ciudadanos. El 7 de julio de 1099 las huestes de peregrinos
guerreros finalmente se disponían a montar su campamento alrededor
de la Ciudad Santa.
El ejército se enfrentaba a una laboriosa tarea. Las murallas y
las defensas de Jerusalén eran formidables y el lugar estaba bien
abastecido de alimentos y agua. El comandante de la guarnición era
un hombre muy hábil, que había ordenado envenenar todas las
fuentes que quedaban fuera de los muros, también decidió enviar un
aviso de ayuda urgente a El Cairo. Debido al reducido número de la
guarnición turca, no podían controlar todo el perímetro de la
muralla; sin embargo, los cruzados tampoco. El contingente bajo el
mando de Roberto de Flandes, Roberto de Normandía y el duque
Godofredo de Bouillon cercó el lado norte de la ciudad, mientras
que el lado sur correspondió cercar a los franceses encabezados
por el conde Raimundo de Tolosa.
El primer asalto se
produjo cinco días después de la llegada del ejército, pero
los defensores lo repelieron. Con el verano en su punto álgido
y dada la mala situación en que se encontraban, los
comandantes necesitaban una victoria rápida, ya que si el
asedio duraba demasiado corrían el riesgo de que el invierno
les cayese encima, entonces, la victoria sería más difícil.
Parte del problema había sido por la escasez de maquinaria
militar y torres de asalto, debido a que no había materiales.
Pero entonces, una semana después del ataque fallido, una
pequeña flota de barcos ingleses y genoveses llegó al puerto
de Jaffa. Igual que en una situación anterior, la ayuda del
destacamento de marineros, que llevaron conocimientos técnicos
y suministros militares, fue muy importante para que la suerte
de los cruzados cambiase. En los días siguientes se
construyeron dos torres de asalto sin que los enemigos se
diesen cuenta, también escalas y maquinaria militar.
El segundo ataque se
fijó para el 13 de julio, tras la puerta del sol. El ataque
consistió en atacar desde dos frentes dirigidos desde las
torres de asalto, que se habían colocado una en la zona norte
y otra en la zona sur. |
Torres de asalto |
A
lo largo de toda la noche, con una incesante lluvia de flechas,
proyectiles, fuego líquido y piedras, soldados y peregrinos, entre
los que había mujeres y ancianos, se esforzaron al máximo para
rellenar los fosos de la ciudad con escombros y desperdicios y
arrastrar hasta la muralla unos rudimentarios e inestables
artilugios de guerra. Fue la torre de la zona norte, la mandada
por Godofredo de Bouillon, la que abrió la primera brecha durante
la mañana del 15 de julio. Al comprobar que los cruzados habían
colocado el puente de la torre de asalto sobre la muralla, los
defensores se replegaron hasta la zona del Templo para reunir
fuerzas en torno a la mezquita de al-Aqsa, pero se rindieron ante
Tancredo y prometieron pagar una importante suma a modo de
rescate.
Mientras, algunos cruzados escalaron las murallas y recorrían las
calles del sector norte matando a la población. Los judíos de la
ciudad, que se habían refugiado en su sinagoga principal, no se
libraron de la matanza, en parte porque la mayoría de la población
hebrea había ayudado a los defensores musulmanes de la ciudad. En
la zona del sur, los defensores, dirigidos por el comandante de la
guarnición, rechazaron las fuerzas atacantes hasta que, al darse
cuenta de que la ciudad estaba perdida, se replegaron a la
ciudadela conocida como Torre de David. Finalmente, firmaron la
capitulación formal ante el conde Raimundo y en ella acordaron
rendir la fortaleza y pagar un importante rescate a cambio de su
libertad. Ese acuerdo se respetó. El conde dio órdenes de que
fueran escoltados hasta fuera de las murallas y les permitió
unirse a una guarnición musulmana situada en el puerto de Ascalón.
Pero el resultado de la conquista de Jerusalén fue una sangrienta
matanza que no se puede justificar con ningún motivo.
Tras esto los comandantes cruzados se dirigieron a la iglesia del
Santo Sepulcro en solemne procesión para dar gracias a Dios y al
día siguiente Godofredo de Bouillon fue elegido cabeza del nuevo
reino de Jerusalén. El ejército cruzado intentó tomar el puerto de
Ascalón sin resultados, de modo que este puerto constituyó una
importante base musulmana para futuras guerras
Los Santos Lugares habían sido rescatados y se constituyó un
Estado cristiano. La corona fue ofrecida a Godofredo de Bouillón
(1058-1100) quien adoptó solamente el título de "barón del Santo
Sepulcro", puesto que no era propio llevar corona de oro en el
lugar donde Cristo fue coronado de espinas. La caída de Jerusalén
causó una alegría grande en Occidente por considerar el hecho como
la victoria definitiva sobre el Islam. Desde entonces, el reino de
Jerusalén fue el amparador de los peregrinos cristianos y las
Cruzadas posteriores fueron suscitadas para defenderlo de los
ataques turcos. Eran feudatarios del reino de Jerusalén los
condados de Edesa y Trípoli, así como el principado de Antioquía.
Para el mantenimiento de este reino era preciso dominar las
ciudades de la costa mediterránea y los puertos de Siria. Las
ciudades marítimas del Mediterráneo; Pisa, Génova, Marsella,
Barcelona y Venecia, facilitaron naves y mantuvieron un activo
comercio gracias a las facilidades que recibieron por parte de los
cristianos de Tierra Santa, quienes concedieron acuartelamientos,
almacenes en los puertos, privilegios aduaneros y exenciones de
impuestos.
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