Dpto. Religión

4º ESO

Curso 2007/08

AÑO  1099 / JERUSALÉN CONQUISTADA POR LOS CRUZADOS.

Andoni Andueza

                                                                                                                

 

Se convoca la Cruzada

En el año 1095 el papa Urbano II convocó una cruzada en el concilio de Clermont para expulsar a los musulmanes de Tierra Santa. Todos los que respondiesen a su llamamiento tenían asegurada una recompensa religiosa: participar en una causa justa y la indulgencia plenaria para los que muriesen en la guerra. Mientras los cruzados estaban en la guerra, sus familias y sus bienes estaban bajo la protección de la Santa Sede. La cruzada se puso en marcha en 1096 y a ella asistieron los principales nobles europeos.

La I cruzada (1095-1099) dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).

La conquista de Jerusalén

Jerusalén estaba defendida por una guarnición turca. Los cruzados comenzaron la marcha hacia Jerusalén. Tomaron el puente de Tortosa. Esto significó un gran logro, ya que tenían aseguradas las rutas de abastecimiento y mejores comunicaciones. En su avance hacia el sur, el ejército hizo pagar al emir de Trípoli un tributo a cambio de no poner sitio a la ciudad. Lo mismo pasó con otras ciudades independientes que se encontraban en el camino de los cruzados. De ese modo, avanzaron sin resistencia dejando atrás Acre y llegaron al pequeño puerto de Arsuf, situado a unos ochenta kilómetros de Jerusalén, desde donde se dirigieron hacia la Ciudad Santa. Ante las noticias de su avance, la población cristiana de Belén envió mensajeros al ejército rogando que liberaran el lugar del domino musulmán. Así, un destacamento de hombres liderados por el noble normando Tancredo y Balduino de Le Bourg entró en la ciudad y fue recibido con procesiones de júbilo por parte de los sacerdotes y ciudadanos. El 7 de julio de 1099 las huestes de peregrinos guerreros finalmente se disponían a montar su campamento alrededor de la Ciudad Santa.

 El ejército se enfrentaba a una laboriosa tarea. Las murallas y las defensas de Jerusalén eran formidables y el lugar estaba bien abastecido de alimentos y agua. El comandante de la guarnición era un hombre muy hábil, que había ordenado envenenar todas las fuentes que quedaban fuera de los muros, también decidió enviar un aviso de ayuda urgente a El Cairo. Debido al reducido número de la guarnición turca, no podían controlar todo el perímetro de la muralla; sin embargo, los cruzados tampoco. El contingente bajo el mando de Roberto de Flandes, Roberto de Normandía y el duque Godofredo de Bouillon cercó el lado norte de la ciudad, mientras que el lado sur correspondió cercar a los franceses encabezados por el conde Raimundo de Tolosa.

El primer asalto se produjo cinco días después de la llegada del ejército, pero los defensores lo repelieron. Con el verano en su punto álgido y dada la mala situación en que se encontraban, los comandantes necesitaban una victoria rápida, ya que si el asedio duraba demasiado corrían el riesgo de que el invierno les cayese encima, entonces, la victoria sería más difícil. Parte del problema había sido por la escasez de maquinaria militar y torres de asalto, debido a que no había materiales. Pero entonces, una semana después del ataque fallido, una pequeña flota de barcos ingleses y genoveses llegó al puerto de Jaffa. Igual que en una situación anterior, la ayuda del destacamento de marineros, que llevaron conocimientos técnicos y suministros militares, fue muy importante para que la suerte de los cruzados cambiase. En los días siguientes se construyeron dos torres de asalto sin que los enemigos se diesen cuenta, también escalas y maquinaria militar.

El segundo ataque se fijó para el 13 de julio, tras la puerta del sol. El ataque consistió en atacar desde dos frentes dirigidos desde las torres de asalto, que se habían colocado una en la zona norte y otra en la zona sur.

Torres de asalto

 A lo largo de toda la noche, con una incesante lluvia de flechas, proyectiles, fuego líquido y piedras, soldados y peregrinos, entre los que había mujeres y ancianos, se esforzaron al máximo para rellenar los fosos de la ciudad con escombros y desperdicios y arrastrar hasta la muralla unos rudimentarios e inestables artilugios de guerra. Fue la torre de la zona norte, la mandada por Godofredo de Bouillon, la que abrió la primera brecha durante la mañana del 15 de julio. Al comprobar que los cruzados habían colocado el puente de la torre de asalto sobre la muralla, los defensores se replegaron hasta la zona del Templo para reunir fuerzas en torno a la mezquita de al-Aqsa, pero se rindieron ante Tancredo y prometieron pagar una importante suma a modo de rescate.

Mientras, algunos cruzados escalaron las murallas y recorrían las calles del sector norte matando a  la población. Los judíos de la ciudad, que se habían refugiado en su sinagoga principal, no se libraron de la matanza, en parte porque la mayoría de la población hebrea había ayudado a los defensores musulmanes de la ciudad. En la zona del sur, los defensores, dirigidos por el comandante de la guarnición, rechazaron las fuerzas atacantes hasta que, al darse cuenta de que la ciudad estaba perdida, se replegaron a la ciudadela conocida como Torre de David. Finalmente, firmaron la capitulación formal ante el conde Raimundo y en ella acordaron rendir la fortaleza y pagar un importante rescate a cambio de su libertad. Ese acuerdo se respetó. El conde dio órdenes de que fueran escoltados hasta fuera de las murallas y les permitió unirse a una guarnición musulmana situada en el puerto de Ascalón. Pero el resultado de la conquista de Jerusalén fue una sangrienta matanza que no se puede justificar con ningún motivo.

 Tras esto los comandantes cruzados se dirigieron a la iglesia del Santo Sepulcro en solemne procesión para dar gracias a Dios y al día siguiente Godofredo de Bouillon fue elegido cabeza del nuevo reino de Jerusalén. El ejército cruzado intentó tomar el puerto de Ascalón sin resultados, de modo que este puerto constituyó una importante base musulmana para futuras guerras

Los Santos Lugares habían sido rescatados y se constituyó un Estado cristiano. La corona fue ofrecida a Godofredo de Bouillón (1058-1100) quien adoptó solamente el título de "barón del Santo Sepulcro", puesto que no era propio llevar corona de oro en el lugar donde Cristo fue coronado de espinas. La caída de Jerusalén causó una alegría grande en Occidente por considerar el hecho como la victoria definitiva sobre el Islam. Desde entonces, el reino de Jerusalén fue el amparador de los peregrinos cristianos y las Cruzadas posteriores fueron suscitadas para defenderlo de los ataques turcos. Eran feudatarios del reino de Jerusalén los condados de Edesa y Trípoli, así como el principado de Antioquía. Para el mantenimiento de este reino era preciso dominar las ciudades de la costa mediterránea y los puertos de Siria. Las ciudades marítimas del Mediterráneo; Pisa, Génova, Marsella, Barcelona y Venecia, facilitaron naves y mantuvieron un activo comercio gracias a las facilidades que recibieron por parte de los cristianos de Tierra Santa, quienes concedieron acuartelamientos, almacenes en los puertos, privilegios aduaneros y exenciones de impuestos.