Últimas Cruzadas

 

Los sucesos ocurridos en torno a la cuarta Cruzada hicieron que la Iglesia perdiera todo interés en seguir auspiciando el envío de ejércitos al Este para defender los Santos Lugares. Hubieron de pasar  casi diez años para que se proclamará una nueva Cruzada.

La V Cruzada fue proclamada por Inocencio III en 1213 y partió en 1218 bajo los auspicios de Honorio III. Como la IV Cruzada tenía como objetivo conquistar Egipto, verdadero centro de poder en la zona. Tras el éxito inicial de la conquista de Damieta en la desembocadura del Nilo, que aseguraba la supervivencia de los estados francos, a los cruzados les pudo la ambición e intentaron atacar El Cairo, fracasando y debiendo abandonar incluso lo que habían conquistado.

En la VI Cruzada intervino el emperador Federico II Hohenstaufen. El emperador había prometido varias veces salir en cruzada (el papa le había ordenado que fuera a las Cruzadas como penitencia).  Acosada por el papa Gregorio IX, en 1227 reunió por fin un ejército en Brindis; pero se presentó la peste en el campamento, y murió un gran número de caballeros. Finalmente Federico II se hizo a la mar, pero entonces cayó él mismo enfermo y se volvió atrás. Gregorio IX, ya de antes gravemente irritado por la conducta del emperador, lo excomulgó. Entonces, con poca gente, Federico se dirigió realmente a Palestina y obtuvo del sultán un tratado que no era del todo desfavorable: los cristianos renunciaban al restó de Siria, pero obtenían Jerusalén, Belén, Nazaret y una faja de tierra que unía los Santos Lugares con el puerto de Acre. Federico  II se coronó rey de Jerusalén en la basílica del Santo Sepulcro. Seguidamente Federico regresó a Apulia. El estado de cosas creado por él no duró mucho tiempo; en 1244 Jerusalén fue definitivamente arrebatado a los cristianos, y a éstos no les quedó más que Jaffa, Acre y, en el Norte, Antioquía.

Gregorio IX

La VII Cruzada surgió de la mano del rey de Francia, Luis IX. El haber perdido Jerusalén le pareció algo aterrador y fue por eso que en 1248 proclamó que reclutaría un gran ejército que reforzaría la lucha contra el infiel, aunque aparte de él, prácticamente nadie estaba interesado en tal lucha. Recordando lo realizado durante la quinta Cruzada, se dirigió hacia Egipto y volvió a capturar Damietta. Pero cuando nuevamente los egipcios propusieron cambiar la fortaleza por Jerusalén, Luis, olvidando el error antes cometido, se negó a aceptar el trato y continuó Nilo arriba. La historia se repitió en cada detalle. El ejército fue emboscado, destruido, y todos sus líderes tomados prisioneros. En Francia, la reina madre tuvo que llenar al pueblo de impuestos para pagar el rescate que los musulmanes cobraban por el rey, quien pudo finalmente regresar a su patria en 1254. Fue un final trágico para la campaña militar.

Vuelto a Francia, el mismo rey emprendió la llamada VIII Cruzada (1269). Todos sus allegados lo tomaron por loco y se negaron a colaborar esta vez. Pero el continuó y zarpó hacia Oriente. Hizo una parada en Túnez, donde cayó gravemente enfermo y finalmente murió. Con el murió también el último resto de entusiasmo por el movimiento cruzado.

Tiempos oscuros se iniciaban para quienes defendían los últimos reductos de los caballeros de la cristiandad en Tierra Santa, y la falta de apoyo proveniente de Occidente los sumiría pronto en la desesperación. El mundo islámico atacaba cada vez con mayor fuerza bajo la dirección de un nuevo líder: Baybars, que se lanzó contra los cruzados.

Estos, en su mayoría templarios y hospitalarios, hicieron lo que estuvo en sus manos para evitar la aniquilación total, pero, abandonados como estaban por el resto de sus correligionarios, era como si lucharan con las manos atadas. Fortaleza tras fortaleza fueron cayendo en manos enemigas, ya fuera por asalto, ya fuera porque se abandonaban al necesitarse los miembros de su guarnición en otro lugar. En 1291, agotados hasta el fin, los soldados que custodiaban la ciudad de Acre, principal centro cristiano en Tierra Santa durante el siglo XIII, montaron en los barcos que había en el puerto y retornaron a Occidente.

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