Causas del fracaso de las cruzadas

 

Los grandes esfuerzos de dos siglos, no habían logrado sus objetivos principales. A veces se censura a los papas por haber lanzado la cristiandad a esta desdichada política de guerra, dando prioridad a esta tarea sobre sus otras ocupaciones. No puede negarse que, de no haber sido por los papas, las cruzadas ni se hubieran emprendido ni se hubiesen continuado durante  tanto tiempo. Lo único que se puede reprochar a los papas es no haber tomado en consideración todas las dificultades de esta empresa; pero lo mismo hicieron, todos los demás príncipes cristianos. Los papas atribuían a la gente una capacidad de idealismo que sólo poseían algunos individuos, pero nunca la mayoría. Si todos los cruzados hubieran sido como el primero o el último, Godofredo de Bouillon y san Luis, el resultado podría haber sido muy distinto. En la historia los fracasos hacen siempre muy mala impresión; pero ello no justifica que se dirijan a los papas reproches morales y se ponga en tela de juicio la limpieza de sus intenciones.

El regreso a casa

  La razón principal del fracaso la encontramos muy posiblemente en las deficiencias del arte militar en la Edad Media. Lo que faltaba a los cruzados no era bravura, sino planeamiento estratégico y, sobre todo, acoplamiento. No son comparables las cruzadas con las campañas de los antiguos romanos en los mismos lugares, las de Lúculo, Sila, Pompeyo... tenían una auténtica estrategia. Los cruzados desconocían totalmente a su enemigo. Los cronistas abultaron las cifras de combatientes y, por consiguiente, también las pérdidas totales, pero el número total real era insuficiente. No puede negarse que, con el tiempo, los jefes aprendieron sus lecciones; los ataques a Constantinopla y a Egipto fueron acertados, desde el punto de vista político. Por otra parte, a medida que los fines cambiaban del campo religioso al político, se iba desvaneciendo el interés de las masas.

A pesar de su fracaso final, las cruzadas tuvieron una enorme importancia en la historia de Europa y la Iglesia. En el aspecto cultural, no hubo un notable intercambio a través de los cruzados pues en Asia Menor, Siria septentrional y Palestina no puede decirse propiamente que los cruzados llegaran a ponerse en contacto con la auténtica cultura islámica. El innegable intercambio cultural que se produjo en el siglo XIII, pasó sobre todo a través de España.

 

 La mayor aportación de las cruzadas fue la creación de la idea de que existe una familia de pueblos occidentales, idea que acabó por imponerse a la antigua concepción del Imperio, ya atrasada. El emperador había sido el protector de la Iglesia; en el nuevo "concepto de la cristiandad" había también un pensamiento expansionista. El movimiento misional surgió de las cruzadas. La Orden teutónica, fundada durante el asedio de Acre, trasladó su actividad del modo más natural y consecuente desde Tierra Santa a la cristianización de las tierras aún paganas del nordeste de Europa. España, que tenía en su casa sus propias cruzadas y sus órdenes militares, pasó con la misma naturalidad de la Reconquista a la Conquista. Otra lección que en aquel tiempo se aprendió, es que la conquista de tierras para el reino de Cristo no puede efectuarse sólo con la espada. San Francisco ya en 1219 envió sus primeros misioneros a Marruecos. El español santo Domingo fundó su orden de maestros y predicadores en la atmósfera de la cruzada contra los albigenses. A otro gran santo, Ignacio de Loyola, que hizo de la idea misional un movimiento que arrastró a la Iglesia entera, sólo se le puede entender sabiendo hasta qué punto estaba vivo en él el viejo ideal de los cruzados.

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