La petición de perdón de Juan Pablo II

 

Hemos visto a lo largo del estudio de las Cruzadas algunos aspectos que no han dejado de sorprendernos. Hacemos hincapié en que es muy difícil juzgar una época histórica con la mentalidad de otra época, aún así nos parece extraño, incluso poco edificante, que papas y reyes cristianos se hayan lanzado a una guerra por recuperar Jerusalén y los lugares donde habitó Jesucristo.

No dudamos de la buena intención de las personas de aquella época, es más, en ocasiones se vieron obligados a actuar de esa forma ya que en caso contrario los musulmanes se extenderían por Europa despojando a las naciones cristianas de su cultura y su fe. Sin embargo, se advierte con claridad la falta de rectitud de algunas personas que se llamaban cruzados y por ello cristianos.

Todo esto nos ha hecho darnos cuenta, una vez más, de que la Iglesia tiene un carácter sobrenatural. Si esto no fuese así, la Iglesia se habría autodestruido en miles de ocasiones, siendo esta una de ellas. Precisamente, nos parece, que una prueba de que la Iglesia es de Cristo, es precisamente que aun perdura en la historia.  Son los pecados de los hijos de la Iglesia los que la ensucian con asuntos mas humanos que divinos. Consciente de todo esto el Papa Juan Pablo II, al igual que sus antecesores, pidió perdón por los pecados cometidos por los hijos de la Iglesia.

Con motivo del Jubileo del año 2.000, el papa Juan Pablo II propuso la reacción de un documento titulado: “Memoria y reconciliación la Iglesia y las culpas del pasado en donde la Iglesia pidiera perdón por los pecados de sus hijos cometidos a lo largo de la historia.

 Al mismo tiempo pedía una purificación de la memoria  que requiere «un acto de coraje y de humildad en el reconocimiento de las deficiencias realizadas por cuantos han llevado y llevan el nombre de cristianos». Juan Pablo II añadía: «Como sucesor de Pedro pido que en este año de misericordia la Iglesia, fuerte por la santidad que recibe de su Señor, se ponga de rodillas ante Dios e implore el perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos» . Al reafirmar después que «los cristianos están invitados a asumir, ante Dios y ante los hombres ofendidos por sus comportamientos, las deficiencias por ellos cometidas», el Papa concluye: «Lo hacemos sin pedir nada a cambio, fuertes sólo por el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5,5)» .

 Esta audaz iniciativa estaba en sintonía con bosquejos de Juan XXIII, Pablo VI y del concilio Vaticano II. Aunque Juan Pablo II la desarrolló completamente.

 El momento adecuado para esta “petición de perdón” ha sido el Jubileo: "Es justo que, mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo".

Para ver el documento íntegro “Memoria y reconciliación la Iglesia y las culpas del pasado.

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